¿Y quién paga la cuenta?

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27 de Julio de 2020/SANTIAGO Varias personas esperan en las afueras de la AFP PlanVital, ubicada en calle Agustinas con Tenderini, para realizar sus tramite y solicitar la clave de seguridad �nica. FOTO:Cristobal Escobar/Agencia UNO

Socio de Mena Alessandri & Asociados/ 360 mfo



Actualmente casi 3.000.000 de personas tienen saldo $0 en su cuenta de AFP. De aprobarse el tercer retiro, se estima que este número llegaría a aproximadamente a 6.000.000 de personas que no tendrán fondos para jubilarse y que dependerán exclusivamente de las pensiones y subsidios que el Estado pueda entregarles.

Por otro lado, la deuda pública ha venido aumentando consistentemente durante los últimos años, y con especial fuerza el año pasado, para costear las ayudas otorgadas en el contexto de la pandemia.

Finalmente, los crecientes derechos garantizados y que se pretenden garantizar, implican un fuerte aumento en el gasto fiscal de los próximos años.

Independiente de la opinión de cada persona sobre las medidas antes descritas, estas son una realidad y generarán un gasto que deberemos pagar durante los siguientes 20 o 30 años. La única pregunta que queda a estas alturas es: ¿Cómo y quién paga la cuenta?

Si se pudiera elegir, uno quisiera que el crecimiento de la economía sea tal, que la mayor recaudación producto de este crecimiento permita obtener los recursos para cubrir estos gastos. Sin embargo, no es posible “decretar” un mayor crecimiento. Por el contrario, depende de una serie de factores -externos e internos- y en su mayoría fuera del control de los gobiernos de turno.

Por otro lado, la conocida fórmula en la cual rebajar impuestos es igual a una mayor inversión (lo que resulta en mayor crecimiento) no es a prueba de balas. Hoy sabemos que la tributación es un factor más al momento de realizar una inversión en un determinado país, pero además los inversionistas consideran otros elementos claves, como la capacitación de la población, seguridad, respeto al Estado de Derecho y certeza jurídica, entre otros. Lamentablemente en el último tiempo, varios de estos factores han empeorado a nivel local.

Por otro lado, está la posibilidad de hacer más eficiente al gasto fiscal. Hacer más con menos. Lamentablemente, tampoco es algo que se pueda regular mediante una ley. Requiere voluntad política y emprender un largo camino de modernización del Estado y de optimización de los recursos.

Finalmente, queda la receta de siempre: subir los impuestos. Sin embargo, la tasa de impuesto corporativo ya es alta y aumentar el IVA es regresivo. Todo indica que no tenemos línea de crédito para seguir avanzando en esa dirección y que podemos terminar pagando altos costos por una solución simplista.

Respecto de los impuestos personales, las tasas máximas ya son altas (40% o 44,45%). La baja recaudación obedece a que gran parte de la población tiene ingresos inferiores al mínimo tributable ($700.000 aproximadamente). Por lo tanto, si se quiere aumentar la recaudación ¿estamos dispuestos a bajar los tramos afectos?

En los últimos días se ha hablado de aumentar los impuestos a la minería. Pero ya varios expertos han hecho presente que -producto de la invariabilidad tributaria- esta medida tendría una baja recaudación en el corto plazo.

En resumen, el problema es complejo y requiere de creatividad y voluntad. No existe una sola respuesta. Lo único claro es que las recetas del siglo pasado no serán la solución para los problemas de los próximos 30 años. Al final del día, lo que necesita el país es que “se haga la pega” y busquemos una solución más profunda y sostenible en vez del clásico “subamos los impuestos”. Y los riesgos de no hacerlo son altos.