Que somos buenos para el pan no es un misterio: famosos son los datos que nos encumbran como el segundo país que más lo consume por persona en el mundo. En promedio, cada chileno y chilena se zampa 90 kilos de marraquetas, hallullas, amasados, colizas, batidos, panes de molde o de completo al año. Eso es 250 gramos al día, algo así como dos panes y medio por jornada.
Aunque nos encanta, es poca la gente que lo hace por sí misma, algo extraño considerando que es menos complicado de lo que parece. Es verdad que hacer una buena marraqueta exige oficio y cierta delicadeza, dos cualidades que hoy corren peligro de extinción, pero hay otros formatos de pan que solo necesitan de un único atributo: la paciencia.
Entre ellos está la focaccia, un esponjoso pan italiano de origen medieval que no requiere amasado, con el cual uno no ensucia ni las manos ni la cocina, que se puede hornear en la misma fuente donde cocinas el pollo asado o el puré de papas, y que no requiere de ninguna técnica ni accesorio especial. Solamente, en esta receta que nos compartió Benja Rivera (@benjaconhambre), hay que saber esperar de un día para otro, para que el tiempo haga el trabajo que no queremos hacer nosotros. Una cosa por otra.
La siguiente focaccia tiene tomates cherry y cebolla, pero también se puede hacer con aceitunas, queso, albahaca, papas, mantequilla de ajo, pesto, semillas, champiñones o lo que se te ocurra. La recomendación es usar ingredientes que se alcancen a cocinar en el horno —o bien que ya estén cocidos— y no abusar de ellos: es un pan con ingredientes, no ingredientes con pan.
Focaccia con tomate cherry y cebolla
Ingredientes
- 500 gr. de harina de fuerza (de panadería)
- 2 cucharaditas de sal
- 2 cucharaditas de levadura granulada
- 450 gr de agua
- Aceite de oliva
- 1 taza de tomates cherry
- 1⁄2 cebolla morada
- Romero fresco
- Pan rallado
Preparación
- En un bol, mezclar harina, sal y levadura. Añadir el agua, un buen chorro de aceite de oliva, e integrar todo con las manos (o una cuchara si no quieres ensuciarte) hasta que la harina haya absorbido bien el líquido. Quedará una masa pastosa, parecida a un barro, pero no te preocupes: esa es la idea. Tapar el bol (puedes meterlo en una bolsa grande o cubrirlo con film plástico, y refrigerar por doce horas (lo ideal es comenzar a hacerla en la noche y seguir en la mañana).
- Pasado ese largo tiempo, tomar una fuente rectangular para horno, aceitarla bien con aceite de oliva y agregarle una fina capa de pan rallado en todo el fondo. Sacar la masa del refrigerador, aplastarla delicadamente para retirar el aire que ganó en la fermentación, y pasarla a la fuente. Estirarla hacia los extremos, para que ocupe todo el ancho y largo de la fuente, y dejar reposar a temperatura ambiente entre 1 a 3 horas (hasta que doble su tamaño).
- Encender el horno a 220º. Añadir más aceite de oliva en la superficie y enterrar los dedos sobre la masa, para formar pequeñas hendiduras en ella. Hundir levemente los tomates cherry cortados en mitades, también la cebolla en pluma y colocar encima las ramas de romero. Terminar con sal de mar, para darle algo de crocancia.
- Meter al horno por 25 a 30 minutos, hasta que se vea ligeramente dorada. Darle un chorro más de aceite de oliva, desmoldarla y ponerla sobre una rejilla para que se enfríe. Comerla con todo.