

Que somos buenos para el pan no es un misterio: famosos son los datos que nos encumbran como el segundo país que más lo consume por persona en el mundo. En promedio, cada chileno y chilena se zampa 90 kilos de marraquetas, hallullas, amasados, colizas, batidos, panes de molde o de completo al año. Eso es 250 gramos al día, algo así como dos panes y medio por jornada.
Aunque nos encanta, es poca la gente que lo hace por sí misma, algo extraño considerando que es menos complicado de lo que parece. Es verdad que hacer una buena marraqueta exige oficio y cierta delicadeza, dos cualidades que hoy corren peligro de extinción, pero hay otros formatos de pan que solo necesitan de un único atributo: la paciencia.
Entre ellos está la focaccia, un esponjoso pan italiano de origen medieval que no requiere amasado, con el cual uno no ensucia ni las manos ni la cocina, que se puede hornear en la misma fuente donde cocinas el pollo asado o el puré de papas, y que no requiere de ninguna técnica ni accesorio especial. Solamente, en esta receta que nos compartió Benja Rivera (@benjaconhambre), hay que saber esperar de un día para otro, para que el tiempo haga el trabajo que no queremos hacer nosotros. Una cosa por otra.
La siguiente focaccia tiene tomates cherry y cebolla, pero también se puede hacer con aceitunas, queso, albahaca, papas, mantequilla de ajo, pesto, semillas, champiñones o lo que se te ocurra. La recomendación es usar ingredientes que se alcancen a cocinar en el horno —o bien que ya estén cocidos— y no abusar de ellos: es un pan con ingredientes, no ingredientes con pan.
No sigas informándote a medias 🔍
Accede al análisis y contexto que marca la diferenciaNUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mes SUSCRÍBETE