Como soy nacido y criado en Colombia, por biografía mi relación con el café ha sido bastante cercana. De hecho, la mayoría de mis vacaciones las pasaba en la finca cafetera de una tía, al lado de los grandes molinos de café, sus frutos repartidos por todas partes y las grandes ollas de tinto helado, que es como se le dice al café negro.
En mi infancia, los locos años 90, los niños colombianos tomaban café antes que fórmula de leche, e incluso en el prestigioso diario local El Tiempo, aparecían referentes, como la neuropediatra Lucía Casasbuenas, diciendo que esta bebida, con supuestas propiedades antioxidantes, “puede tener efectos tranquilizantes en ciertos niños” y que incluso habían estudios demostrando que en pequeños hiperquinéticos el café actúa como sedante.
Por eso fue una enorme sorpresa la que me lleve a los once años, cuando al llegar a Chile vi que el café estaba prohibido para los niños. Mi familia lo tomaba incluso por las noches, pero mientras me fui chilenizando, perdí mi resistencia a la cafeína fácilmente y las tazas de la bebida con la que crecí las cambié por el infaltable tecito de la once.
Eso sí, todavía no puedo partir mi día sin un café. Lo bueno es que en la mayoría de minimarkets de migrantes venden el Sello Rojo o el Águila Roja, dos de las marcas más populares en Colombia, bastante sabrosas y mucho más baratas que otras que uno encuentra en cafeterías especializadas o grandes supermercados, que se dicen más complejas pero, para mí, no tienen nada que envidiarle.
Sin embargo, cuando uno no tiene a la mano una cafetera, o se queda de pronto sin café en grano, hay que salir del déficit de cafeína de alguna manera. Lo más recomendable son las versiones liofilizadas, un formato instantáneo que, en comparación con los café solubles en polvo, conserva mucho mejor los aromas, el sabor y las propiedades del grano.
Después de hacer este exhaustivo análisis, fue difícil encontrar una versión que efectivamente reemplazara el sabor único del grano, lo que es una verdadera pena. Pero a pesar de eso, las marcas se las han arreglado para mejorar sus productos con nuevas tecnologías y hay algunos que cumplen, al menos, con entregar ese golpe de energía —y algo de sabor y aroma— que muchos necesitamos a primera hora de la mañana. Con un par de los productos probados, de hecho, sí se puede atender dignamente a una visita sin necesidad de cafetera.
Qué es la liofilización
Se trata de un proceso de deshidratación a través de la congelación, muy utilizado para la conservación de alimentos. En el caso del café, los granos primero se tuestan, después se muelen y luego se les somete a una extracción, cuyo líquido es rápidamente congelado y pasado por una fase de sublimación, en la cual se reduce la presión externa, provocando que el agua pase directamente del estado sólido al gaseoso. El resultado son estos terrones de café, que debido a este proceso resultan mucho más aromáticos y sabrosos que las versiones en polvo, aunque manteniendo la gracia de ser instantáneos.
Eso sí, la liofilización en sí misma no es garantía de un gran producto: no todas las marcas son igual de rigurosas al momento de realizar el proceso ni tampoco usan granos de café de la misma calidad y tostado, por lo que las diferencias entre unas y otras pueden ser muy grandes.
Cómo los probamos
Sometimos seis tipos de café instantáneo liofilizado, adquiridos en tiendas con alcance nacional, a preparaciones solo con agua y también con leche. Las características que pusimos a prueba fueron su aroma, el color, la textura y obviamente el sabor. Spoiler: ninguno supera al café de grano, pero efectivamente hay unos que sorprenden.
El mejor: Juan Valdéz (con café tostado micromolido)
Esta versión de Juan Valdéz no se diluye tan rápido como el resto de las marcas que probamos. Aunque puede dar la impresión de ser un problema de calidad, en realidad no lo es: esas “pulgas” que quedan flotando o se hunden al fondo de la taza son las micropartículas de café tostado, las que le dan mayor sabor y lo hacen mucho más parecido al café de extracción directa.
Su color es oscuro, con tintes medios rojos, y su cuerpo es mucho más pesado que las demás marcas, emulando al café original. El aroma es ahumado, y aunque es ácido, no se transmite al sabor como el resto de los competidores. Dentro de todo, es el más auténtico de la lista. Preparamos con él un capuccino con leche vegetal Not Milk —la mejor leche vegetal del mercado, según nuestra prueba— y el resultado fue bastante bueno: con un espumador y un buen endulzante, la textura se asemeja muchísimo al café de verdad, y el sabor resulta bastante agradable.
Buen dato: la versión saborizada a avellana es deliciosa. Como venía en promoción, lo probamos y el resultado sorprendió muchísimo: tiene las características mencionadas arriba, nos hizo extrañar menos a la cafetera y efectivamente captura el sabor de la avellana. Funciona, por ejemplo, para preparar postres o café helado. Exquisito para tomarlo como bajativo después de almuerzo y despabilar.
Café liofilizado Juan Valdez (con café tostado micromolido) 50 g
No tan mal: Cruzeiro
La clave para que este tipo de café sepa menos ácido, según los expertos, es no quemarlo con el agua recién hervida ni tampoco con la leche. Por ende, lo mejor es dejarlas reposar antes de juntarlos. Un consejo que conviene seguir en el caso del café liofilizado Cruzeiro, donde efectivamente se percibe esa diferencia en el gusto. Este café no es tan ácido como el Nescafé y su sabor tampoco es tan sintético, por lo tanto se ubica un escalón más arriba —aunque considerablemente más abajo que el Juan Valdez.
Lo malo: no sentí el rush de energía que se supone uno debería experimentar con el primer café de la mañana. Lo bueno: también es un café que se disuelve rápido y no quedan grumos. Su tono se acerca mucho al característico color café con leche cuando se mezcla con ella, y por otro lado su sabor consigue ser agradable. No llega a tener, eso sí, el cuerpo denso del café, sino que en la dosis sugerida termina siendo muy aguado.
Café liofilizado Cruzeiro 200 g
Nada de fino: Nescafé Fina Selección
Su olor resultó plástico y algo cítrico, nada de grato ni mucho menos evocador a las montañas del eje cafetero colombiano. Es bastante ácido y deja un gusto amargo en la boca, y al contacto con el agua caliente no hace espuma. Su color es más bien acaramelado, como el de una bebida cola, más que al característico tono amarronado del café.
Lo positivo: se disuelve rápidamente y no deja grumos, y su sabor funciona mucho más con una leche alta en grasa. A pesar de que su etiqueta lleva el adjetivo de fino, y que resaltan que es tostado y molido, son sólo palabras lindas que rápidamente se diluyen en el primer sorbo. También lo usamos para replicar un trend de TikTok en el verano: aunque funcionó en la forma, fue decepcionante en el sabor.
Café liofilizado Nescafé Fina Selección 200 g
Native: lo orgánico no significa que sea mejor
Este café es extremadamente ácido. Pero en mayúsculas. Lo único que rescatamos es su textura, que dentro de los probados es la más densa y la que se asemeja mejor a la de un café recién extraído. Lo mismo con el color, que se aleja del caramelo sintético y es más negro.
En su web resaltan que la bebida tiene una acidez media y un sabor caramelizado. Lo primero resultó no ser así, aunque en lo segundo se acercaron más a la realidad. Sí tiene algo de caramelo en el gusto, pero al contacto con la leche este café no funciona. Su textura, que fue la mejor de la lista, se pierde con lo extremo de su sabor, que además tiene tintes ahumados. No hay que confundirse, porque no todo lo que tiene una etiqueta de orgánico garantiza un buen sabor.
Café orgánico liofilizado Native 90 g
Bonus Track: Beanies coffee
En el empaque de Beanies Coffee resaltan que éste “posee el sabor británico”. Como nunca he tomado café en la tierra de los Beatles, no podría dar fe de eso, pero sí puedo decir que más que un café esto es un postre. Lo elegimos tras verlo en el Instagram de una influencer que promueve la vida sana: este producto sólo tiene dos calorías por taza, y aunque es saborizado, no está endulzado; lo pueden tomar veganos y tiene sello kosher.
Venden una caja con diez sachets para probar los distintos sabores (almendra amaretto, caramelo cremoso, doble chocolate, pan de jengibre, chocolate menta, chocolate naranja, vainilla y irish cream). Mi favorito fue este último. Su sabor es suave y muy agradable, una mezcla de anís y vainilla. El olor es preciso, se mantiene y responde increíble al contacto con la leche. Es como si a un café, que ya es rico, se le añadieran toppings que elevan su sabor. Ahora, si usted busca un sucedáneo fiel al café de grano, esta no es la opción. Es más para divertirse.
Café iofilizado Beannies con sabores (10 un)
*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 23 de agosto de 2023. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.