“Ahogarse en un vaso de agua”: este popular dicho, de origen latinoamericano, se refiere a complicarse un montón por algún problema minúsculo, cuya solución resulta más bien sencilla.
La figura es buenísima, porque aparte de lo imposible que es efectivamente ahogarse en tan poca cantidad de líquido, es también una ironía el hecho de que alguien pueda morir a causa de beber un líquido tan noble y elemental para la vida humana como el agua.
Pero tan noble y tan elemental como el H2O es beberlo en su justo equilibrio, el mismo que puede hacer que esta sustancia sea tanto una salvación como un problema, dependiendo de su cantidad.
“Mantener una adecuada hidratación es indispensable para los procesos fisiológicos, como la digestión, el transporte de nutrientes y la eliminación de toxinas”, explica María Jesús Zepeda, nutricionista jefe de Examedi. “Además, determina la función del aparato circulatorio y contribuye a la regulación de la temperatura corporal”.
En las palabras de Zepeda hay un concepto clave: adecuada. Porque así como una cantidad excesiva de ejercicio termina por ser perjudicial para la salud, también un sobre consumo de agua puede terminar por ser nocivo.
¿Cuánto es esa cantidad? ¿Cuáles son los riesgos asociados a tomar demasiada agua? Nuestra sed de respuestas fue apagada por un grupo de expertas.
Vital elemento
Lo primero que hay que despejar es que no existe una fórmula mágica y universal respecto al volumen exacto de agua que debemos tomar. “La ingesta varía según cada país, los hábitos alimentarios, los estilos de vida y las condiciones ambientales”, cuenta Daniela Henriquez, nutricionista de Medismart.
“En base a las Guías Alimentarias Basadas en Alimentos (GABAS) para la población chilena, la recomendación de agua para un paciente adulto es de 6 a 8 vasos diarios, que equivale a 1,5 o 2 litros de agua”, agrega.
Para niños y niñas va a depender de varios factores. El agua, explica la profesional, se puede ofrecer desde que reciben alimentos sólidos, a eso de los 9 meses de edad. Esta debe ser agua potable pero en caso de no contar con ella, tiene que ser agua hervida, sin adición de azúcar ni otros endulzantes o saborizantes naturales, como miel, ni tampoco artificiales, como edulcorantes o jugos en polvo.
“Se recomienda darles entre 20 a 50 ml, unas 2 o 3 veces al día, separándola de la leche”, dice Henríquez. “Al año de vida, eso debería aumentar a unas 4 tazas diarias, que equivalen a 800 ml aproximadamente. Para mayores de un año y hasta la adolescencia, el consumo de agua base está entre los 6 y 8 vasos al día”, lo que puede aumentar según las temperaturas y la actividad física.
Balance hídrico
Melanie Vera, médico general de Medismart, explica que la idea y la importancia de tomar agua es “mantener un balance hídrico”.
“En otras palabras, que nuestro consumo de agua sea igual a nuestras pérdidas. En el verano, dado al aumento de la temperatura, crece también la pérdida de líquidos a través de la sudoración. Por eso ahí la sensación de sed es mayor: como el cuerpo usa más agua, requiere que consumamos más”, cuenta.
Si bien en invierno sentimos menor necesidad de consumir agua, esto no significa que no la necesitemos.
“Cuando hace calor sentimos la necesidad de consumir agua debido a que nos ayuda a regular nuestra temperatura corporal”, dice la nutricionista Daniela Henríquez. “Sin embargo, los requerimientos de líquidos para un adecuado funcionamiento de nuestro organismo siguen estando presentes durante todo el año”.
“Normalmente, el agua representa el 60% del peso corporal en hombres adultos y un 50-55% en mujeres, debido a su proporción más alta de grasa corporal. El cerebro y los músculos son aproximadamente un 75% de agua, la sangre y los riñones un 81% y el hígado un 71%. Incluso los huesos están compuestos en su quinta parte por ella”, nos detallaba Alfredo Labarca, urgenciólogo de HELP, en una nota previa.
Ahí mismo advertía que “cuando una persona toma al día muchísima más agua que la medida establecida, esta deja de tener beneficios en el organismo y comienza a perjudicarlo, pudiendo afectar negativamente a la sangre y el corazón”.
En estos casos, dice el especialista, el órgano más afectado suele ser el cerebro, “debido a que los cambios bruscos en el contenido de agua pueden generar la imposibilidad de adaptación de las neuronas”.
Potomanía
Daniela Henriquez afirma que hay algunas patologías, como la diabetes no compensada, que pueden provocar “polidipsia o gran aumento de consumo de agua, producto del aumento de la producción de orina”.
“La sobrehidratación se puede presentar como consecuencia de un trastorno, que disminuye la capacidad del organismo para eliminar el agua o que aumenta la tendencia del cuerpo a retenerla”, explica. Dice que es poco común, pero en la sobrehidratación grave “pueden aparecer confusión o convulsiones”.
“Existen algunas enfermedades donde uno de los síntomas clásicos es una hiperhidrosis, unas ganas intensas de tomar agua y una sed constante que nada la calma, como el caso de una diabetes descompensada. Son casos aislados, en los que ni 3 ni 4 litros de agua diaria calman la sed”, agrega María Jesús Zepeda.
Ella cree, eso sí, que “es casi imposible que una persona se sobrehidrate y corra riesgos, ya que el equilibrio hídrico del cuerpo es maravilloso. Si tomas más agua de la que el organismo requiere, simplemente la eliminas más, a través de la orina”.
Existe también un fenómeno relativamente nuevo y de singular conceptualización: la potomanía. Que no es lo que usted está pensando. “La potomanía no es la causa del consumo desmedido de agua, sino su consecuencia”, explica un artículo del diario español El País.
Hay personas, según la ibérica Fundación Aquae, que pueden llegar a tomar entre 8 y 15 litros al día. Lo hacen porque obtienen una sensación placentera, por lo tanto esa ingesta puede clasificarse como una adicción. A quienes la padecen se les llama potómanos.
Cuando la ingesta de agua supera la capacidad de los riñones para excretar se produce una hiperhidratación, lo que conduce a la dilución del nivel de sodio en la sangre. Los síntomas leves y comunes son el dolor de cabeza y las náuseas, aunque hay otros más graves (aunque poco frecuentes) como convulsiones e incluso la muerte. Esta adicción a beber agua es rara, pero suele aparecer en personas que intensifican su consumo para mejorar su salud, bajar de peso y hasta tener una piel hidratada.
“La sobrehidratación puede darse en casos de deportistas que toman abundante agua para evitar la deshidratación y se exceden con la cantidad, pero también puede deberse a enfermedades, entre las que destaca la polidipsia psicógena, la cual es un trastorno psiquiátrico”, complementa Melanie Vera.
Para evitar la sobreingesta de agua post-entrenamiento, Labarca recomienda “incorporar también bebidas isotónicas que repongan los electrolitos y sales minerales, que también se van perdiendo con el sudor”.
La nutricionista Melanie Vera concluye diciendo que “hay que tener en cuenta que existen líquidos deshidratantes, como el té, el café, el mate o bebidas colas, los que aumentan la eliminación de agua por la orina. Lo importante es que durante el día la cantidad de agua ingerida permita la reposición suficiente de lo perdido”.
Finalmente, la hipérbole tiene una nueva acepción. Ahogarse en un vaso de agua puede ser también el tomar más agua de lo necesario: hacerse mal intentando hacerse bien.