Quienes han visto Los Soprano, recordarán los enormes festines que se regalan Tony y compañía durante las seis temporadas de una de las mejores series de la televisión estadounidense: las pastas de Artie Bucco, el pollo cacciatore de Carmela o las parrilladas del propio Anthony. Pero también podrán acordarse, si pusieron atención, de las grandes cantidades de sobras que dejan estas comelonas y que terminan en el tacho de basura.
La comida como un símbolo de bienestar, abundancia y además de inconsciencia. Para demostrar que plata no falta, se despilfarra cual César, pues cuando sobra “poco importa”. El problema es que esto no ocurre solo en la ficción.
Según la FAO, la organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, entre un cuarto y un tercio de los alimentos producidos anualmente para consumo humano en el mundo se pierde o desperdicia. Algo así como 1.300 millones de toneladas, una cantidad suficiente para alimentar a 2 mil millones de personas, nada menos que un cuarto de la población mundial. Es decir, todas las personas que viven en la extrema pobreza en el planeta, unos 700 millones a la fecha, podrían comer lo necesario con los alimentos que se botan sin usarse. Y sobraría más del doble.
En este contexto, el derroche de los Soprano al menos bordea el mal gusto.
¿Y en Chile?
Nueve de cada diez chilenos reconoce desperdiciar alimentos al menos dos veces por semana, dice un reciente estudio realizado a nivel nacional por Maggi en alianza con Ipsos, basado en una muestra de 600 personas que cocinan o toman decisiones respecto a la alimentación de su hogar.
Al menos, la consciencia al respecto parece existir: un 72% dice “tener claro” que desperdiciar comida es “un gran problema”, en especial si sabemos que casi un millón 300 mil personas se encuentran bajo el nivel de pobreza y unas 400 mil en pobreza extrema, según la última Encuesta CASEN del 2022. Aunque bajó bastante, sigue siendo el 6,5% y el 2% de la población nacional, respectivamente.
A lo anterior se suman los efectos contaminantes que genera el desperdicio de alimentos, que aumentan las emisiones de gases de efecto invernadero y aceleran el cambio climático.
Pero el impacto social y medioambiental del desperdicio de alimentos no son la única razón para molestarse por ello. Según el estudio de Maggi e Ipsos, la mayor preocupación por este tema radica en el aspecto económico: el 70% respondió que “no puede darse el lujo de perder comida”, mientras que el 67% consideró que botar las sobras es “una pérdida de dinero” ¿Por qué, entonces, botamos alimentos que podríamos habernos comido?
Las etapas del desperdicio
El estudio establece tres momentos que pueden afectar al desperdicio de alimentos.
- No revisar la fecha de vencimiento de los productos: una piedra con la que tropezamos continuamente. Algo parecido ocurre cuando no se hacen listas de compras y se adquieren alimentos que ya hay en casa: esa acumulación lleva a sobren y se echen a perder. Un 79% asegura caer en alguno de estos dos errores.
- No planificarse: acá hay una docena de razones, entre la “maña” o el gusto personal de las familias, hasta la desorganización. Cocinar más de lo necesario, por ejemplo, o no planificar el menú de la semana, hace que mucha de la comida que se guarda “comience a tener mal olor”, como dicen los encuestados, lo que provoca su desecho para el 78%.
- Guardarlos incorrectamente: el 81% asume que la mayoría del desperdicio de alimentos ocurre por almacenarlos mal. No refrigerarlos ni congelarlos adecuadamente, no mantenerlos bien sellados ni darle prioridad a los alimentos que están por vencer son las razones principales que surgen en esta etapa.
Consejos para evitar los desperdicios
Está claro que la cadena de desperdicio de alimentos no ocurre solo en los hogares. La pérdida se comienza a generar desde la misma producción, se prolonga en el mercado y distribución, en restaurantes y hoteles, hasta finalmente llegar al consumidor. Cada cual con mayor o menor impacto.
Para reducir esas inmensas pérdidas, los bancos de alimentos, organizaciones sin fines de lucro, han surgido como una solución: se encargan de recuperar los excedentes de comida que se producen en distintos sectores de la sociedad para donarlos a personas en situación de inseguridad alimentaria.
En Chile, ese trabajo lo realizan la Red de Alimentos, el Banco de Alimentos Biobío Solidario y el Banco de Alimentos Lo Valledor. Sin embargo, los hogares no forman parte de esta red que opera a nivel de empresas: ellos trabajan principalmente con supermercados, restaurantes o fábricas. Respecto al desperdicio que ocurre en las casas, son pocas o nulas las iniciativas que buscan reducirlo.
Por eso, la responsabilidad queda en cada cual. Ya sea por motivos económicos, sociales o medioambientales, o simplemente porque no se quiere ser ni Julio César ni Tony Soprano, urge mejorar las prácticas en torno al consumo y almacenamiento de alimentos en casa.
Si no queremos que uno de cada cuatro plátanos se pudran en la frutera, la FAO entrega algunas recomendaciones para cambiar las costumbres más comunes que conducen a que la comida termine al fondo del basurero.
1. Compra solo lo que necesitas
Planificar las comidas, preparar una lista de compra cada vez que vayas al supermercado o a la feria —y atenerse a ella— y no caer en las compras impulsivas: eso permitirá desperdiciar menos alimentos y además —no menos importante— darle un respiro al bolsillo.
El chef Leonardo Sichel, con experiencia en las cocinas del Liguria y la sanguchería José Ramón, entre otras, asegura que una buena planificación de lo que se va a cocinar en la semana ayuda a disminuir los desperdicios.
“Si voy a cocinar salsa de tomates, por ejemplo, que lleva cebolla, carne y zanahoria, al otro día puedo hacer charquicán, que lleva los mismos tres ingredientes. Así no te queda media zanahoria y media cebolla en el refrigerador dando vueltas toda la semana”.
En muchos casos cocinar en casa puede resultar imposible, simplemente porque las horas del día no son suficiente para hacerlo todo. Pero hay soluciones que van en la línea de aprovechar los alimentos de forma eficiente. Por ejemplo, el cronista gastronómico Álvaro Peralta recomienda 13 productos envasados que te pueden ayudar a ahorrar tiempo y energía.
2. No juzgues las frutas y verduras por su apariencia
Que el gusto entre por la vista es una premisa muy cuestionable. A menudo ocurre que se tiran a la basura frutas y hortalizas que se ven algo magulladas. O por sus formas, que no resultan fotogénicas bajo un estándar estético que poco tiene que ver con su efectividad nutritiva ni probablemente con su sabor. Por lo mismo, el llamado de la FAO es a no juzgar los alimentos —ni a nadie— por su apariencia. Las frutas y verduras “feas”, además, suelen costar menos en las ferias y almacenes. Y si están muy maduras, tampoco las mires en menos: con ellas puedes preparar batidos, jugos y postres mucho más dulces.
3. Almacena los alimentos con sensatez
Colocar los productos más próximos a vencer o madurar en la parte delantera del refrigerador o la despensa es una práctica sencilla que evita los despistes relacionados a las fechas límites de consumo. Lo mismo usar contenedores herméticos que permitan mantener frescos por mayor tiempo los alimentos frescos o ya abiertos en el refrigerador.
En esta nota de Práctico, puedes encontrar algunos consejos para organizar de forma eficiente los alimentos en tu refrigerador. Y en este artículo, comentamos acerca de nueve errores comunes en el uso y mantención del refrigerador que pueden afectar los alimentos al punto de desperdiciarlos.
¿Estás segura o seguro que almacenas bien tus verduras y frutas? Puedes cerciorarte de ello revisando esta nota que incluye algunos consejos para ayudarte a que este tipo de alimentos no sufra perjuicios en su vida útil al almacenarlos.
4. Leer y entender el etiquetado de los alimentos
No es lo mismo la fecha de “consumo preferente” que la de “caducidad”, por ejemplo. Los alimentos pueden seguir siendo inocuos una vez pasada la fecha de “consumo preferente”, a diferencia de lo que ocurre cuando se supera la de “vencimiento”. La FAO, además, recomienda verificar las etiquetas de los alimentos para averiguar si contienen ingredientes no saludables ,como grasas trans y conservantes. Y llama a evitar aquellos con azúcar o sal añadidos, aunque al mismo tiempo suelen ser los que más demoran en echarse a perder.
En la siguiente nota te damos una mano para comprender de mejor manera qué es lo que se expone en el etiquetado de los alimentos disponibles en el comercio local.
5. Valora las sobras
Si no se come todo lo que prepara, congélalo para más adelante o usa las sobras como ingrediente de otra comida. Puede ser una reponedora sopa, un sabroso salpicón o un pastel de sobras como el de “Malcolm en el medio”.
Fuera de broma, congelar es un método muy práctico que, con un poco de trabajo, permite guardar y también porcionar los productos, para utilizar solo la ración que necesitas y luego contar con otra más adelante. Por ejemplo, el caldo o la carne molida. Este artículo de Paula Cocina te ofrece una guía sobre alimentos que pueden congelarse y cómo hacerlo correctamente.
Leonardo Sichel vuelve al ejemplo de la recomendación número 1: los mismos ingredientes de una salsa de tomates, tipo boloñesa, pueden servir para hacer un charquicán. Y si sobra de este último, “con un poco de caldo, puedes hacer una sopa de verduras para el día siguiente”.
6. Usa los alimentos desperdiciados
En lugar de tirar los desechos de comida a la basura, puedes hacer un compost con ellos. “De esta forma devolverás nutrientes al suelo y reducirás tu propia huella de carbono”, dicen desde la FAO. ¿Cómo hacer compostaje? En este artículo de Práctico encontrarás una guía para principiantes.
7. Consuma especies de peces que abundan, no de los sobrexplotados
La FAO llama a comprar pescado “que se ha capturado o criado” de forma sostenible, también aquel provisto de etiqueta o certificado ecológico. Mario Salazar, cocinero de la pescadería Con Agallas, dice que en Chile, “es cada vez más difícil encontrar pesca sostenible” y, al contrario, es más fácil evidenciar la sobreexplotación de especies.
La merluza común o pescada, la reineta, el congrio, la corvina y la merluza austral son algunas de las especies recomendadas para el consumo por parte de Salazar. “También algunas especies de roca muy sabrosas, como el rollizo o bilagay”. En la otra vereda, aconseja evitar el salmón y la trucha, debido a su sobreexplotación y consiguiente riesgo para la biodiversidad.