En medio de la inagotable búsqueda de opciones saludables en nuestra dieta, la cúrcuma se ha destacado como un ingrediente estrella. Es una planta perenne, de la misma familia del jengibre —zingiberáceas— y de la cual existen más de cien variedades distintas. Crece en varios países del sur asiático, sobre todo en la India —donde su característico color amarillo tiñe varias comidas, especialmente el curry—, y también en algunos territorios caribeños, pues para crecer necesita temperaturas superiores a los 20 grados y alta humedad ambiental.
Es su rizoma —o tallo subterráneo— el que se utiliza comúnmente como especia en la cocina y también en la medicina tradicional asiática. A Europa llegó a fines del siglo XVII: Napoleón, de hecho, la citó en su diario como “un vegetal con las mismas propiedades que el azafrán, en cuanto a sabor y color, pero que no es azafrán”. Desde entonces ha sido usada como su doble oficial, conociéndose incluso como el azafrán de los pobres: es más barata pero menos aromática.
Aunque se utiliza hace siglos, fue durante las últimas décadas cuando la cúrcuma comenzó a ganar una inmensa reputación nutricional. Además del sabor y color que añade a ciertos platos, empezaron a divulgarse otras supuestas propiedades: en ciertas publicaciones sobre bienestar se la comenzó a llamar “el ibuprofeno natural”, debido a eventuales capacidades antiinflamatorias, y a denominar como un “superalimento anticancerígeno”.
El auge de las redes sociales aportó lo suyo y de pronto se llenó de videos con personas bebiendo infusiones de cúrcuma en ayunas, agregándosela a sus batidos de frutas o incorporándola en todas sus comidas. Si comienzas a navegar por Google, llegarás a más de un blog o plataforma en la que se enumeran todos los milagrosos efectos que esta planta puede producir en la salud. La pregunta es: ¿son reales los beneficios de la cúrcuma?
Hablemos de la curcumina
Una de las principales sustancias activas de la cúrcuma es la curcumina, la que se celebra por sus capacidades antiinflamatorias, antioxidantes y otras potenciales propiedades terapéuticas. Lo que en pocas partes aparece, dice Diana Rojas, académica e investigadora de la Escuela de Nutrición y Dietética de la U. Andrés Bello, es que “el contenido de curcumina en la planta es relativamente bajo”.
¿Qué tan bajo? Generalmente, la curcumina solo representa entre el 2 y el 5% del peso seco de la raíz de cúrcuma. “Aunque la cúrcuma tiene componentes bioactivos beneficiosos, su absorción en el cuerpo puede ser limitada”, asegura Rojas. Además, la curcumina es liposoluble, es decir, “que se absorbe mejor cuando se consume con grasas naturales”, y no con agua o líquido.
“La curcumina es un polifenol que además le da su intenso color amarillo”, comenta Lissette Duarte, nutricionista de Clínica Santa María. “En la medicina tradicional asiática, se ha usado la cúrcuma y la curcumina para tratar diversos trastornos, incluidos el reumatismo, problemas hepáticos, picaduras de insectos, tos, sinusitis e incluso anorexia”, añade.
¿Qué dicen las investigaciones?
Duarte cuenta que hay estudios sobre la curcumina que confirman sus capacidades “antiinflamatorias, antioxidantes, moduladoras de lípidos, antitrombóticas, inmunomoduladoras, hepatoprotectoras, antidiabéticas, antitumorales y neuroprotectoras”.
“Definitivamente, hay evidencia científica sobre los efectos de este compuesto activo, y que ha sido publicada en cientos de revistas de prestigio internacional”, comenta Rojas. Eso sí, en los diferentes experimentos realizados, ya sea en humanos, ratas o incluso en modelos más básicos como cultivos de células, se utiliza un extracto de curcumina, con cantidades concentradas de este compuesto bioactivo, que superan a la proporción que naturalmente se encuentra en la cúrcuma.
“Estos extractos poseen propiedades antiinflamatorias, antioxidantes, neuroprotectoras, antiartrítica y reguladora de la glicemia sanguínea, entre otras. Se ha demostrado su capacidad para reducir la presión arterial y disminuir los niveles de lípidos en sangre”, asegura la especialista de la U. Andrés Bello.
Sin embargo, el gran problema de esta prometedora sustancia es su biodisponibilidad, pues la cantidad que llega al torrente sanguíneo, después de ser ingerida y digerida, es muy pequeña. “El tracto gastrointestinal no la absorbe bien”, dice la investigadora.
“Se están investigando diversas formas de mejorar su absorción, como la combinación con piperina o el uso de formulaciones de curcumina más avanzadas, como nanopartículas, polímeros de gomas o liposomas, entre otras”.
“La verdad es que hay algunos estudios, con poca población, que muestran que sí podrían tener efectos antiinflamatorios y antioxidantes, pero no han demostrado aún una menor incidencia en enfermedades”, analiza Jean Camousseigt, nutriólogo de Clínica Dávila. “Se plantea que en algunos tipos de cáncer reduciría su incidencia, pero no ha sido estadísticamente significativa”, apunta.
Por ejemplo, en un estudio publicado en el Canadian Medical Association Journal se reclutaron a más de 600 pacientes en diez hospitales del país, todos ellos seleccionados para ser sometidos a una operación de reparación endovascular de aneurisma. La mitad recibió suplementos ultraconcentrados de curcumina por vía oral, con dosis de 2.000 miligramos, dos veces al día, durante los cuatro días previos a la intervención. La otra mitad recibió un placebo. Los análisis posteriores demostraron que no había beneficios apreciables de desinflamación posoperatoria entre quienes consumieron el compuesto. Es más: los pacientes que tomaron los suplementos de curcumina desarrollaron un mayor riesgo de daño renal.
¿Consumirla o no consumirla?
“Hay estudios donde se concluye que laos extractos concentrados de curcumina servirían como analgésico para manejar el dolor crónico de pacientes con artritis y otras enfermedades crónicas. Pero son estudios pequeños, que atribuyen muchas cualidades, y demuestran pocas”, dice el nutriólogo de Clínica Dávila. “Faltan estudios más grandes que puedan comprobarlo”.
Si bien “en la mayoría de estudios publicados en humanos no se reportan efectos adversos por la administración de curcumina”, Duarte recomienda “considerar que la mayoría son investigaciones a corto plazo y con una dosis especifica”.
“En estos estudios, los beneficios aparecen con dosis de 1 gramo de curcumina diaria”, añade Camousseigt. “Eso equivale a comer 20 g de cúrcuma al día”. Algo así como un sobre y cuarto de la cúrcuma molida Gourmet que venden en los supermercados, cada 24 horas.
¿Cuándo hay que tener cuidado con la cúrcuma?
Aunque la cúrcuma es considerada segura cuando se consume como aliño de alimentos en cantidades normales, Rojas señala algunas consideraciones importantes que no debemos pasar por alto:
- Puede interactuar con algunos medicamentos, como anticoagulantes, aumentando el riesgo de hemorragias en algunas personas. También puede intervenir el efecto de medicamentos que reducen el azúcar en la sangre o regulan la presión arterial.
- En cantidades excesivas, la cúrcuma puede causar malestar gastrointestinal, como acidez estomacal o irritación.
- Hay personas que pueden ser alérgicas a la cúrcuma.
- Las personas con cálculos biliares, o que están en riesgo de desarrollarlos, deben evitar la cúrcuma o consultar a su médico antes de consumirla en grandes cantidades.
- Durante el embarazo y la lactancia no se recomienda el uso de suplementos de cúrcuma en dosis elevadas, ya que no se ha investigado suficientemente su seguridad en estas situaciones.
- Algunos estudios sugieren que la cúrcuma podría interferir con la absorción de hierro, por lo que se recomienda evitarla si se tiene anemia por deficiencia de hierro.
Buena, pero no milagrosa
Si queremos añadirle color, sabor y aroma a nuestras comidas, la cúrcuma será una gran alternativa natural para lograrlo. Pero si buscamos milagros para nuestra salud, mejor reducir las expectativas: no podemos considerarla como un elixir que solucionará nuestros problemas digestivos o inflamatorios.
“Siempre, lo más trascendental será llevar una dieta balanceada, ojalá durante toda nuestra vida”, explica Rojas. “Hay que tomar conciencia de que no existen compuestos ni alimentos milagrosos que repentinamente mejoren los deterioros en el organismo que han sido producidos por años de una mala alimentación”.
Camousseigt dice que incluir a la cúrcuma en la dieta, tal como otros alimentos naturales, siempre será positivo, “pero tampoco hará magia. Los superalimentos no existen, pero sí podría ser útil en el día día”. La clave está en integrarla de manera consciente, en el contexto de una dieta equilibrada y un estilo de vida saludable. En la nutrición, el todo sigue siendo más que la suma de las partes.