Digamos que tienes un negocio, una empresa, un proyecto, un emprendimiento, una start-up o como le quieras llamar: para que este tenga alguna chance de éxito, es extremadamente evidente que debe contar con un presupuesto ordenado y así saber cuánto dinero entra y cuánto sale mensualmente.
Para las finanzas domésticas de una familia, pareja o incluso un individuo tampoco es tan diferente. Así, al menos, lo piensa Hector Osorio, economista de la consultora PkF. “Es vital: más allá de que nos ayuda a ver cuánto vamos a tener y cuánto habremos gastado hacia el final de un periodo, nos permite pensar cómo se estructura nuestros ingresos y nuestro consumo”.
Desde una perspectiva más holística, Osorio asegura que hacer y manejar un presupuesto “nos ayuda a conocer mejor nuestra familia y a estructurar qué es lo vital y lo superfluo en cuanto a los gastos”.
En ese mismo sentido conceptual, Yasna Amaro, experta en finanzas personales y psicóloga de Dream Oms, opina que un presupuesto ordenado permite alcanzar una verdadera “libertad financiera”: al saber cuánto dinero tenemos disponible después de cumplir con ciertos compromisos financieros, podemos tener claro cuándo y cuánto puedo gastar y así no caer en deudas o sobreendeudamiento.
Todo suena muy bonito, ¿pero qué se necesita para poder llevar un orden financiero doméstico? ¿Y por qué, si es resulta tan beneficioso, es también tan difícil conseguirlo?
Salud financiera
Santiago Jasminoy (@santinversor) es especialista en finanzas personales. Según él, hacer y mantener un presupuesto familiar es el primer paso para lograr la anhelada “buena salud financiera”.
“Es una herramienta para organizarnos y vivir mejor”. Pero Jasminoy opina que “en la mayoría de los hogares no se lleva este presupuesto, lo que explica el desorden financiero en el que vivimos”. Aparte de ciertos factores, como los bajos sueldos o el aumento incesante del costo de la vida, uno de los problemas, explica, es que “en los colegios y universidades enseñan a trabajar y a generar dinero, pero no enseñan a cómo administrarlo. Trabajamos muchas horas a la semana para ganar plata, pero no le dedicamos apenas una hora a la semana para ver cómo manejarlo mejor”, critica.
Yasna Amaro está de acuerdo: el problema, piensa, radica en que iniciamos la vida laboral desconociendo mucha información básica respecto a las finanzas personales. Además, los padres pocas veces enseñan o aconsejan sobre sus modelos financieros a los hijos. “Sin duda es una problemática adulta, pero un adolescente debe entender cuál es la estrategia familiar en temas económicos”, opina.
“Desde chicos se nos enseña que es feo hablar de plata. Estoy en desacuerdo con eso: creo que si vamos ampliar o pensar en comprar una casa, toda la familia tiene que aportar y ayudar a reducir los gastos, porque vamos juntos por una meta”, dice Aurora Sepulveda, contadora, asesora y creadora de @lacontadora.cl, una popular plataforma donde educa e informa sobre temas financieros. “A mis hijos les enseño que tienen un presupuesto: que hay un límite y no más”.
En ese sentido, el abogado Ricardo Ibáñez, de Defensa Deudores, aconseja, educar a las y los jóvenes. Por ejemplo, en privilegiar el uso de tarjetas de débito por sobre las de crédito, y que vuelvan a creer en los beneficios del ahorro. La idea es que tomen conciencia de que el endeudamiento “debe traducirse en algo que permanezca en el tiempo y que debe reservarse para generar mayores ingresos, como los estudios o un emprendimiento, o bien en algo que aumente de precio en el tiempo, como los bienes raíces”.
Rigor, orden y disciplina
Más que el formato, si es análogo o digital, lo más importante aquí es la rigurosidad y disciplina. “Esto requiere de trabajo constante”, dice Héctor Osorio, probablemente la razón por la cual la mayoría no dura más de un mes siguiendo un presupuesto.
“Se necesita una firme constancia, registrar todos los movimientos. Llevar una contabilidad y presupuesto familiar no es tan fácil al comienzo”, agrega, pero es un hábito que se puede incorporar a la vida tal como hacer ejercicio o mantener el aseo de la casa. Tampoco hay que exagerar ni guardar todas y cada una de las boletas de lo que compramos, pero sí registrar al final de cada día cuánto se gastó y en qué cosas.
Aurora Sepúlveda piensa que el mayor beneficio de llevar un presupuesto mensual es la transparencia y la información. “Saber cuánto gastamos y en qué cosas permite saber si podemos escatimar en algún ítem y así ahorrar: ya sea para tener un colchón para imprevistos, darse un lujito, irse de vacaciones, ampliar la casa o lo que sea”, dice.
Pero poca gente lo hace, cree, porque “nos falta educación financiera. Entender estos conceptos no hace tener conciencia de que no basta solo con acaparar, consumir y guardar plata, sino que es importante saber invertir en fuentes financieras reconocidas para que esta rinda”, aconseja.
“El principal beneficio de un presupuesto familiar es la identificación de las grandes fugas de dinero del hogar, si es que las hay”, plantea Jasminoy. “Así podemos saber efectivamente dónde recortar gastos y aumentar la capacidad de ahorro, algo muy importante en el caso de tener deudas”.
La relevancia de un presupuesto aumenta en tiempos de inflación. Los productos e insumos básicos siguen subiendo cada mes y con una estructura de gastos es más fácil poder identificar estas alzas y compensarlas con la reducción de otros gastos menos esenciales. De esta forma, dice Jasminoy, se hace menos necesario hechar mano al fondo de emergencia, y cualquier tipo de eventualidad —de salud, de vivienda o lo que fuere— podrá ser cubierta sin tanta necesidad de endeudarse.
Otra virtud de un presupuesto económico familiar, según Osorio, es la de conocer mejor el sistema familiar o personal de ingresos y consumo. De acuerdo a su experiencia, muchas veces el endeudamiento, en especial por parte de los jóvenes profesionales, es consecuencia de malos hábitos de consumo o desconocimiento de sus prioridades. “Al tener un presupuesto nos conocemos a nosotros mismos y ahí ya estamos ganando”, dice, “porque nos permite tomar buenas decisiones para modificar o proyectar en el tiempo”.
Para Yasna Amara, psicóloga y experta en finanzas personales, la mayor gracia de llevar un presupuesto es la de poder programarse económicamente. Saber exactamente qué recursos se destinan a cada cosa es muy importante, porque nos da tranquilidad —y no miedo— cada vez que revisamos nuestra cuenta, y porque es la única manera de generar un hábito de ahorro.
“Tenemos la mala costumbre generalizada de no destinar recursos para el ahorro. Este debe ser un hábito desde que se recibe una mesada, y estar consolidado una vez que se ingresa al mundo laboral, para luego programarlo en el presupuesto familiar”, aconseja.
El ideal, dice, es que uno debiese tener “ojalá más de un canal de ahorro, para distintos objetivos y diferentes plazos. Y en cuanto a las deudas, estas también deben visualizarse y planificarse: tener claridad cuántas y cuáles son, cuánto duran y qué intereses debemos asumir. Solamente así se puede buscar estrategias que nos permitan cumplir y luego liberarnos de ellas”, concluye.
¿Lápiz o excel?
Aurora Sepúlveda cree que anotar los gastos a mano, con lápiz sobre el papel de una libreta destinada a eso, puede ser una herramienta muy útil. De esta forma uno le dedica tiempo y atención al presupuesto, y no lo olvida entre las decenas de pestañas en el navegador.
Está comprobado que escribir datos de forma manual, con nuestra propia letra, ayuda a recordarlos mejor que si se registran digitalmente. Con una libreta de gastos podremos tenerlos en la memoria por más tiempo, sin necesidad de depender del computador o el celular.
Eso sí, todo depende de lo que más le acomode y beneficie a cada uno. Independiente del formato, lo más importante, como dice Santiago Jasminoy, es preocuparse de que al final del día los gastos no sobrepasen a los ingresos.
“Es muy relevante tener bien claro cuánto se está gastando en luz, agua, gas, arriendo/dividendo y alimentación”, explica, ya que esas cuentas no pueden postergarse. Pero igual de primordial es llevar un registro de lo que él denomina “gastos hormiga”, esos tres o cuatro mil pesos diarios en snacks, bebidas, café o lo que sea, que sumándolos pueden dar más harto más de cien mil de pesos al mes. “Con el uso de tarjetas, además, hay muchos gastos en los que diariamente se escapa el dinero”, agrega, entre ellos las suscripciones a servicios que no ocupamos tanto o consumo en internet de cosas que realmente no nos hacen mucha falta.
Como el detalle puede ser mucho, quizá lo más fácil sea tener una planilla de datos. En internet es fácil encontrar algunas que ya vienen formateadas —como esta de la administradora de inversiones Fintual—, a las que solo hay que agregarle las cifras de los gastos personales. “Yo uso Excel para anotar todo, y llevo un control de gastos, ingresos y hasta una planificación de lo que será el año”, dice Jasminoy. “Pero cada uno tiene que encontrar la herramienta que más le acomode.
Para las personas más afines a la tecnología, él recomienda aplicaciones como Fintonic o Monefy, que permiten manejar y controlar los gastos desde el celular. En Práctico, probamos las apps de este tipo más populares, y nos pareció que Wallet era la más cómoda, confiable y sencilla de usar. No solo eso: también es muy útil para comparar gastos y saldos mes a mes, generar proyecciones y establecer metas de ahorro.