Se trata, sin duda, de una tradición estadounidense, pero ¿sabes realmente qué motivó a que miles de niños alrededor del mundo quisieran salir a pedir dulces el 31 de octubre?

No es sorpresa para nadie que la industria de los dulces tenga algo que ver con todo esto. Pues resulta que por allá por 1916, Navidad y Pascua eran excelentes fechas para la industria de los dulces y confites. Las ventas escalaban porque los huevitos de chocolate y las galletas de jengibre y bastones dulces eran una verdadera necesidad en los hogares, pero faltaba otra fecha para subsidiar los meses entre Abril y Diciembre.

De ahí nace la idea de crear un “Candy day” o día de dulces. Se utilizó el día 31 de octubre que precede al Día de todos los santos, y que en la cultura mexicana conmemora a los seres queridos que ya partieron. La idea de disfrazarse, por supuesto, también viene de la tradición mexicana de usar máscaras o pintarse el rostro como calavera.

Todo esto se mezcló con una tradición celta llamada Samhain, en la que las personas pobres iban a casas de personas ricas, pidiendo objetos a cambio “de la salvación de sus almas”. Por lo general se entregaban unos pastelillos conocidos como soul cakes, o pasteles del alma.

En la década de los 40, padres y madres buscaban actividades para mantener a sus hijos fuera de los malos hábitos, por lo que comenzó la tradición de entregar dulces en cada casa del barrio, coincidiendo con el Candy Day, el cual en los 50 se pasó a llamar “el día más dulce”, para combinar la noción de amistad con la entrega de dulces.

Gracias a la industria del cine y la televisión, la idea de Halloween se popularizó en todo el mundo, por lo que no es de extrañar que desde Chile hasta China veamos niños caminando por el barrio, con sus mejores disfraces, pidiendo dulces a los vecinos.