Es curioso, pero cuando lavamos la loza, ¿la estamos realmente limpiando o solo la estamos ensuciando más? Depende. ¿De qué? Del estado de la esponja que utilizamos para la tarea. Sí, porque según su desgaste y la forma en que la mantenemos, podríamos pasar de platos relucientes a verdaderas bacinicas.

¿Exagero? No tanto si nos atenemos a lo que señalan estudios como el publicado en la revista Scientific Reports, donde un equipo de microbiólogos alemanes realizó un análisis de ADN a esponjas de distintos hogares. En ellas detectaron 362 diferentes tipos de bacterias, más de las que se suelen alojar en los inodoros. Eso puede significar dos cosas: o los germanos son más sucios de lo que creemos —no muy probable— o las esponjas para lavar platos pueden estar más cochinas que tu wáter.

Si bien la mayoría de dichas bacterias no representan mayor riesgo, se detectaron otras con potencial patógeno, entre las que se incluyen estafilococos, salmonela y E. coli, que podrían causar problemas en el organismo de diversa gravedad, como diarrea, infecciones urinarias, enfermedades respiratorias e infecciones del torrente sanguíneo.

“A pesar de los conceptos erróneos comunes, se demostró que los ambientes de la cocina albergan más microbios que los inodoros. Esto se debió principalmente a la contribución de las esponjas, que representan los mayores reservorios de bacterias activas en toda la casa”, indica el estudio alemán.

Gracias por todo, Bob.

¿A qué se debe todo esto? Según otra investigación, esta vez del Departamento de Ciencias Químico Biológicas de la Universidad de Sonora, en México, la materialidad porosa con la que están elaboradas las esponjas para lavar loza y la humedad que se aloja en ellas funcionan como incubadora de microorganismos. El problema es que, al volver a utilizarla, se corre el riesgo de propagarlos por las distintas superficies.

“La humedad es lo que más le gusta a los microorganismos”, dice el cocinero y divulgador científico Heinz Wuth, popular en redes como Soy Ciencia y Cocina. “Pero además las esponjas acumulan restos orgánicos de las comidas, lo que es alimento para los microbios”. En definitiva, un perfecto caldo de cultivo.

La esponja para lavar no es el único elemento que hace de doble agente en la cocina. Los paños de esponja absorbente, usados para limpiar superficies, también funcionan como incubadora de bacterias. “El mayor riesgo ahí es la contaminación cruzada de tipo biológica. Muchas veces, al ocupar el paño se está contaminando más de lo que se limpia”, expone Wuth.

Errores comunes

Lo sabemos: lavar platos puede ser una tarea tediosa. Eso significa que, en más de una ocasión, la loza sucia queda apilada en el lavaplatos hasta el día siguiente. Si la esponja queda entremedio de todo ese cúmulo de humedad y restos orgánicos, estamos jugando con fuego bacteriano.

“La mayor causa de intoxicación en los hogares es una mala manipulación y una mala higiene”, agrega Wuth. “Va más allá de cómo preparamos los alimentos: tiene que ver con cómo limpiamos las superficies y los utensilios”.

Por ejemplo, dice el cocinero, “si tengo una esponja muy sucia y limpio con ella un vaso, aunque lo enjuague bien, hay una pequeña probabilidad de que la bacteria se quede ahí. Y es más probable que las superficies sufran de contaminación cruzada si se utiliza un paño sucio para limpiarlas”.

Según el estudio publicado en la Scientific Reports, la contaminación cruzada no sólo se podría dar sobre las superficies por donde se pasan los utensilios contaminados, sino que también en las manos de quien los usa y en las comidas que se preparan sobre ellos. Esto “se considera una de las principales causas de los brotes de enfermedades derivadas de los alimentos”.

Es un error, por lo tanto, dejar la esponja y el paño absorbente en el mismo lavaplatos, más aún en agua sucia. Además, se acorta la vida útil de estos productos y comienzan a generar aromas —un gran signo de la proliferación de microorganismos— que luego se traspasan a los objetos que se intentan limpiar. “Y a nadie le gusta beber agua de un vaso que huele a esponja podrida”, dice Wuth.

De vuelta a lo básico

Parecerá de Perogrullo, pero dado los antecedentes que se exponen desde la ciencia, mejor volver atrás, a las primeras unidades de nuestro manual de limpieza, y rechequear las prácticas.

Primero la esponja, también conocida como estropajo —alguno se puede sentir representado aquí—, que se suele utilizar para limpiar las vajillas, también los cubiertos y otras herramientas como ollas, fuentes y sartenes. Para ello es necesario aplicarle detergente o jabón de loza y agua (ojalá caliente). Se pueden encontrar en diversos materiales: hay de fibra natural (como la luffa), o artificial como el poliéster o la poliamida, estas últimas las más habituales en casas y el mercado.

¿Quién limpia a los productos de limpieza? Foto: Marcos Maldonado/AGENCIAUNO

“Las esponjas, en general, tienen una parte blanda y otra abrasiva. La primera es para el lavado general y, la segunda, para cuando hay mugre muy pegada. Y para que funcione tiene que ir acompañada de un buen detergente lavalozas. Ideal usar agua caliente, porque remueve más fácilmente la suciedad y las grasas. Aunque también se puede con agua fría, no hay problema con eso”, específica Heinz Wuth.

Los paños absorbentes, en tanto, suelen estar hechos de fibras naturales de celulosa, y se utilizan para la limpieza de superficies. No se recomiendan para lavar platos, aunque, comenta Wuth, hay quienes sí los ocupan con estos fines. El punto importante es que este tipo de utensilios se debe destinar a tareas exclusivas. Ocupar el mismo paño para limpiar el piso, que se mojó mientras lavabas la loza, y luego para secar el mueble contiguo al lavaplatos es como organizar una convención de microorganismos en tu mesón.

La misma advertencia corre para la esponja de cocina. Si se utiliza para lavar platos, queda sólo para esa tarea.

Lavar, secar, “estilar”

Normal es creer que la esponja, al ser utilizada junto al detergente y el agua, se limpia automáticamente. La realidad siempre puede ser algo más compleja de lo que parece, porque la esponja, así como el paño absorbente, también necesitan y deben ser lavados e higienizados frecuentemente.

Existe el mito de que la esponja se puede limpiar metiéndola unos minutos en el microondas. Lo cual es medianamente cierto, según Wuth. Para ello, dice el cocinero, debes preocuparte de que no queden restos orgánicos a la vista. “Son tres minutos a máxima potencia, para luego dejar reposar por un minuto”, añade. Eso te permitirá mantenerla relativamente limpia durante un par de semanas.

Si utilizas este método, asegúrate de que la esponja esté seca. Si retiene mucha humedad, podrías quemarte al momento de retirarla del microondas.

En todo caso, debes saber que este no es un método 100% efectivo. El estudio alemán afirma que el microondas no elimina la totalidad de las bacterias y microorganismos que se alojan en su interior. Para ser exactos, sólo se encargaría de un 60% de estos, aproximadamente. El problema, más que el porcentaje, es que existe la posibilidad de que las bacterias que sobrevivieron a este ataque se hagan más fuertes y vuelvan a colonizar la esponja.

Considerando lo anterior, si la esponja que tienes en la cocina está hedionda o expele aromas que no son propios del detergente, significa que está infectada y que ya es muy tarde meterla al microondas. Su único destino es la basura.

Más efectivo que el microondas es hacer un trabajo de lavado e higienización. Entendiendo que lavar, como enseña Wuth, es quitar los restos que son observables a la vista, e higienizar hacer lo propio con aquellos que son invisibles a los ojos.

Primero, el especialista recomienda lavar bien la esponja, con el mismo detergente o jabón que se utiliza para limpiar la loza. “Y una vez que esté relativamente bien enjuagado, se puede agregar alcohol al 70% (mínimo) para que se desinfecte”.

Hay quienes realizan esto sumergiendo la esponja en una solución de agua y alcohol. Pero mejor es, según Wuth, hacerlo con un rociador o atomizador. De esa manera, dice, se desperdicia menos alcohol sin perder efectividad en la tarea de sanitizar la esponja.

Para el caso del paño absorbente, luego del respectivo lavado con el detergente, también es buena alternativa aplicar alcohol en ambas caras. Y una vez lavados ambos utensilios, es necesario secarlos, exprimiéndolos para que boten el agua y dejarlos “estilando” al aire libre para quitarles toda humedad.

Otro método es el que sugiere la Universidad de Sonora: consiste en sumergir la esponja al menos por 30 segundos en una solución de agua y cloro (en una proporción de 9 a 1), y después dejarla secar.

Hora de cambiarlas

Los métodos de lavado e higienizado te permiten darle una vida útil de algunas semanas a estos implementos. Sin embargo, sería un error pretender que de esta manera se los puede hacer eternos. Los expertos estiman que deberías cambiarlos cada 15 o 30 días, aunque depende, dice Wuth, del uso, intensidad y cantidad de loza que se lava a diario, entre otros factores.

Los microorganismos comienzan a aparecer desde el primer uso, por lo que es importante evaluar permanentemente el estado de estos productos, verificando que no existan señales de alarma. Por ejemplo, si la fibra abrasiva comienza a separarse del resto de la esponja, o si comienzan a hacerse bolitas o nudos de fibra; si comienza a perder su color original, si expele mal olor, si se siente pegajosa al tacto o si se le observan puntos negros o blancos en su fibra. Todas estas son señales de que la esponja ya dio todo lo que tenía para dar y que, por más cariño que le tengas, mejor conviene jubilarla.

Como estos utensilios son desechables —aunque cuesta, hay que saber despedirse—, conviene elegir aquellos que sean biodegradables. Wuth, por ejemplo, recomienda los paños absorbentes de algodón y fibras naturales de carácter compostable, que se pueden botar en tachos de residuos orgánicos.

Paños esponja compostables Greenpost (3 unidades)


Las esponjas fabricadas con nanopartículas de cobre, en tanto, poseen un poder antibactericida superior al de otros materiales, lo que les da una mayor vida útil y evita la aparición de malos olores.

También se puede optar por escobillas. “Las recomiendo mucho, sobre todo para la gente que no le gusta tocar los alimentos con la mano mientras lava los platos. Lo bueno es que no retienen agua ni dañan superficies delicadas, como el teflón. Además, tienen bastante vida útil. Yo tengo una desde hace cinco años, porque la desinfecto cada seis meses”, cierra Wuth.

Escobilla lavaloza OXO (con dispensador de detergente y base)


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 20 de noviembre de 2023. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.