A este país le falta punk

Juan Cristóbal Guarello, el periodista deportivo que protagonizó una gresca mediática con el también periodista deportivo Felipe Bianchi, le gusta decir las cosas por su nombre y eso para él no es ser duro, sino honesto. A sus 45 está iniciando nueva vida:será padre por primera vez, se acaba de cambiar a un departamento nuevo y se deshizo de cosas hasta ahora queridas: las 4 mil revistas que coleccionó por décadas y el Ford Mustang del año 65 al que llamaba "El humillador".




Paula 1157. Sábado 27 de septiembre de 2014.

La tarde transcurre tranquila en el departamento. Casi silenciosa.

La perra Martina se abalanza entre sus piernas cubriendo la grabadora. Es una cachorra de tres años golden retriver, grande y peluda, a la que Juan Cristóbal Guarello acaricia como si amasara un pan. Le revisa las orejas. Y se para, una, dos, tres y hasta cuatro veces, a barrer los pelos que su cachorra deja esparcidos sobre el impecable parquet.

Antes de que Martina se coma la grabadora, hay que consignar algunas datos: Juan Cristóbal Guarello cumplió en marzo 45 años y ha comenzado su segundo tiempo. Es periodista y comentarista deportivo. Partió en la revista Deporte Total en 1989 y deambuló por casi todos los canales o diarios; fue editor de The Clinic y director de la revista El Gráfico durante cinco años, cargo que acaba de dejar. Sus mañanas parten a las 6:15 para ir a la radio Futuro donde conduce el programa Palabra que es noticia, luego vuelve a su departamento a pasear a su Martina y a almorzar con su pareja, Sofía de 22 años, embarazada de casi seis meses. Luego va a la radio nuevamente, al programa Los tenores de ADN y finalmente a Canal 13, donde es comentarista deportivo.

En julio debutó en la literatura con el libro Gente mala, que habla de la infancia en dictadura ficcionando el secuestro del pequeño Rodrigo Anfruns desde la óptica de los agentes de inteligencia. "No es una investigación periodística ni un documento histórico, es ficción", aclara. Y hace poco protagonizó una gresca mediática con el también periodista deportivo Felipe Bianchi a propósito de la negativa de Guarello en participar de una reunión con el director técnico de la selección nacional, Jorge Sampaoli, argumentando razones éticas. Bianchi afirmó que Guarello no tenía cara para dar lecciones de ética. "Me tienes hinchadas las pelotas", fue la frase con que arrancó Guarello por la radio su intensa respuesta hacia Bianchi a quien acusó, además, de solo ir al estadio a ver recitales. Las redes sociales ardieron. Y las palabras de Guarello se viralizaron como la gripe porcina.

"En Chile dar una opinión fundamentada y honesta es ser duro. No tengo una ideología política que escondo por razones comerciales. Este es el periodismo que yo siempre he hecho. Pero, ojo: no me tiro contra chiquititos; o sea, le pego a la Bachelet, a las Isapres y a las AFP. Chuteo para arriba, no para abajo".

Juan Cristóbal Guarello, ¿eres un tipo destemplado y rabioso o es la imagen que proyectas en los medios?

Eso es lo que se proyecta en los medios, pero es una realidad limitada. El punto es que, efectivamente, hay cosas que ya no me nace hacer y no se trata de que me ande reprimiendo, es que quiero hacer otra vida. Nada más.

Y en ese marco, ¿cómo interpretas lo que pasó con Bianchi?

No he hecho una evaluación. Hubo un contexto y razones. Si me preguntas si hubiera preferido que no sucediera, mi respuesta es sí, ojalá no hubiera pasado, pero pasó. Me fueron a buscar de Primer Plano, de Intrusos, de todos estos programas de farándula y no dije nada. Igual fue muy loca la repercusión que tuvo todo esto, pero también es muy propio de la época: explotan las redes sociales, se viralizan y luego mueren. Al final la gente después no se acuerda.

¿Será porque fue un poco destemplada tu respuesta?

Puede que haya sido un poco destemplado, pero si quieren templanza, carita feliz, dulzura y amor, bueno, ahí están Viñuela, Cárcamo, Elfenbein.

¿Te arrepientes?

Ya pasó, ¿qué saco con arrepentirme?

Me gustaría insistir en que eres destemplado. Hablas fuerte y golpeado.

A este país le falta punk, le falta rock and roll. No sé cómo explicarlo, pero se trata de ser más honesto y menos acartonado, que te salga un poco del alma. Lo mío con Bianchi, bien o mal hecho, fue honesto y punto. Lo vomité o como quieran decirlo, pero me salió del alma. Pude haberlo hecho bien o mal, pude equivocarme o ser injusto. No fue algo pensado.

¿No hubo disculpas?

Me acordé de un chiste de Les Luthiers: "Es fácil obrar mal y luego pedir disculpas. Lo difícil es pedir disculpas y luego obrar mal".

Has tenido opiniones duras con la Bachelet, con el movimiento estudiantil...

En Chile dar una opinión fundamentada y honesta es "ser duro". No tengo una ideología política que esconda por razones comerciales. Este es el periodismo que siempre he hecho y que responde a lo que siento. Luego, ese pensamiento, pese a que suene duro, intenta ser fundamentado. Es lo que pienso.

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¿Le encuentras valor a la honestidad aunque sea brutal?

Es honestidad nada más, no brutal. Pero ojo: no me tiro contra chiquititos; o sea, le pego a la Bachelet, le pego a las isapres y a las AFP. Chuteo para arriba, no para abajo, porque hay gallos que son especialistas en darles a los débiles y esa también es otra salida fácil. No soy de esos.

¿Eres un libertario?

No tengo nada de libertario, Raúl Ruiz dijo una vez una frase: "No es que sea rebelde, es que yo me aburro".

¿Te aburres?

Sí, me aburro.

Y por eso te dan pataletas.

¡No me dan pataletas! ¿Por qué crees que un análisis duro o una denuncia es una pataleta? Cómo estará de anestesiado el debate en Chile que señalar que las jubilaciones de 180 mil pesos son un robo es una pataleta, o que denunciar las repactaciones unilaterales o los intereses usureros sea una pataleta.

Me llama la atención esa mirada tuya sobre lo que significa el fútbol: esto de que nadie se muere, de que la vida continúa, como que le bajas el perfil a la pasión futbolera.

Es que desdramatizo todo eso. Me da risa esa visión con tantos sueños, tantas expectativas, tanta grandilocuencia. Se infla demasiado el asunto y no da para tanto. Creo que hay un aprovechamiento comercial. En todos los mundiales tenemos a los "mejores jugadores de la historia, la mejor generación y todos nos tienen miedo". Esos son puros artificios de los publicistas. Además está ese manoseo del himno nacional, esto de que el himno hay que gritarlo, no cantarlo.

¿No te emocionaste con el himno gritado de la selección?

No me emociona nada. Lo que pasa es que hay mucha vida vacía que necesita de un relato épico. ¿Te has fijado que ahora todo es épico, histórico y mítico? Es un poco ridículo. Pura levadura para darle trascendencia a cosas que no lo son.

¿No compartes el imaginario del hincha?

Fui hincha, fui a la galería y viví toda esa experiencia, pero no ando pegándome en el pecho con el verso del "aguante", y a mí no me van a venir con esa historia desgarradora y terrible, esa cosa gritona. No, esa cuestión no va conmigo. Además, todo es copiado a las barras argentinas. En Argentina los relatores lisa y llanamente se ponen a llorar; ya no relatan los partidos, los lloran. Entonces, mejor no comentes nada, pon al tipo más llorón a relatar, y listo. Para eso no tienes que estudiar ni analizar el partido. Es puro emocionalismo barato con motivos comerciales.

O sea que para ti haber ido al Mundial fue solo una pega entretenida.

Fui, lo pasé bien y chao. Es el cuarto Mundial al que voy, tal vez no vaya a otro y el próximo lo vea por la tele. Lo que pasa es que la gente tiene miedo a bajarle los decibeles al relato, porque van a decir que no te emocionas, o que no quieres a Chile. En la época de Bielsa se instaló el discurso de que si no celebras como fanático o como loco del tablón, eres un traidor a la patria. Es un discurso muy pernicioso.

PATERNIDAD

La perra Martina se aleja unos instantes. Guarello habla de su Ford Mustang del año 65, reliquia que vendió hace poco, y dice: "Lo estoy vendiendo porque ahora estoy más preocupado de mi futuro hijo. El Ford era como un auto de soltero y ya cumplió su ciclo".

Ya cumplió su ciclo, lo mismo que las más de 4 mil revistas que donaste antes de cambiarte a este departamento.

Lo mismo. Eran cerca de 4 mil revistas antiguas de colección, con número, realmente difíciles de encontrar y se las doné a un amigo que está haciendo una biblioteca dedicada al deporte. Y, claro, no es llegar y regalarlas, pero ya las había leído, las había disfrutado. Las más antiguas las compró mi papá en los años 70, y yo empecé a ir a San Diego en el año 83. Pero decidí desprenderme de las cosas que sobraban; cuando eres práctico, si hay cosas que ya cumplieron con una etapa de tu vida, mejor dejarlas de lado para que no sean un ancla.

La perra Martina encuentra algo en un sillón de cuero rojo. Guarello se para a supervisar, constata de que no hay de qué preocuparse y la acaricia.

¿Desde cuándo te gustan tanto los animales?

Me gustan mucho todos los animales, desde siempre.

Regalaste varios de tus perros cuando te cambiaste de casa.

Los perros los di en adopción a gente que considero responsable. No los regalé, los dejé en casas donde sé que los van a querer y a cuidar. Busqué bien donde iban a estar bien. Me dolió mucho dejarlos. Estoy siempre pendiente de ellos.

¿Qué otras cosas has cambiado ahora que vas a ser padre?

Estoy en pareja y ya no llevo la misma vida de soltero. No se puede seguir como si nada hubiera pasado. No hablo mucho de mi vida privada, solo diré que tengo a mi novia Sofía y un hijo en camino que se va a llamar Damián.

¿Te pone doblemente contento que tu hijo sea hombre?

No, es lo que Dios quiso.

¿Crees en Dios?

No sé, no tengo capacidad de saber si existe o no existe.

Tu papá, Fernando Guarello, fue uno de los pocos abogados que defendió a las víctimas de las violaciones de derechos humanos en dictadura. ¿Es verdad que entre todas las personas que salvó entonces estaba el abuelo de tu actual pareja?

Sí.

"Estoy en pareja y ya no llevo la misma vida de soltero. No se puede seguir como si nada hubiera pasado. No hablo mucho de mi vida privada, solo diré que tengo mi novia Sofía y un hijo en camino que se va a llamar Damián".

¿Cómo ocurrió esa historia?

No me parece correcto contarla pese a que es cierto que una de las personas a las que mi padre ayudó a salvar fue a su abuelo. Lo pudo sacar de la Cárcel Pública cuando iba a ser fusilado. Están muy agradecidos, todos: el abuelo, que falleció, la abuela que aún está viva y la madre de Sofía.

Es como de novela esto de que tú y ella se encontraran.

Es una historia bien bonita la mía con la Sofía, la verdad que sí. Creo que hay algo de destino en nuestra historia. Además, como que se dieron bastantes cosas como de casualidad para que nos conociéramos.

Vas a tener tu primer hijo a los 45 años. Se supone que a esa edad se tiene la vida bien solucionada.

No sé si solucionada, pero estoy tranquilo. Tengo habilidades, tengo roce y contactos. Puedo sobrevivir.

¿Tienes alguna idea del tipo de padre que te gustaría ser?

No, nada. Improvisaré. Creo que si uno se lo toma con calma y hace lo que tiene que hacer, no debería ser tan difícil. O sea, si yo no tuviera un peso, si no tuviera donde vivir, si no tuviera como proveerlo de salud o alimento, si en verdad viviera en la pitilla, sería difícil. Pero con todo lo que tengo, materialmente no es difícil. Tendría que ser muy fresco para quejarme.

Digamos que estás en condiciones de prestar los servicios básicos.

Sí, pero estoy en una época en mi vida en que ya me di ciertos gustos, ya me distraje en el camino, ya hice un montón de cosas, entonces también puedo dedicarle el tiempo que corresponde, y en eso está el regalar las revistas, en vender el auto, en entregar en adopción a algunos perros, ¿me cachái?

Claro. Entonces, según tú, es mejor ser padre a los 45 que a los 25.

Claro, porque a esa edad como que recién estas construyendo algo y puede quedar medio trunco.

Este es el comienzo de tu segundo tiempo.

No sé, que venga lo que venga.

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GENTE MALA

Hace poco publicaste tu primer libro de ficción: Gente mala, basado en el caso Anfruns. ¿Qué edad tenías cuando asesinaron a Rodrigo Anfruns?

Diez años y todos los que teníamos edad suficiente nos acordamos de lo que pasó. A nadie le fue indiferente. Fue como el fin de la infancia de toda una generación. Fue pensar: "la calle es peligrosa y a los niños los matan en el país de la Teletón".

¿Cuándo decidiste hacer de eso una novela?

Como que de repente me salió. Es mi punto de vista de la historia, así es que me salió natural, no lo planifiqué. Traté de ser lo más honesto posible, contar el hecho como era desde el lado de los malos.

Sí, escribiste el libro desde los agentes de la CNI, desde los malos, y describes las bajezas y miserias de las que los hombres son capaces. ¿Por qué te interesó ese ángulo?

Es que esa miseria y esa sordidez existen, ahora que en ese tono no hayan estado muy presentes en la literatura chilena es otra historia, pero de que existe, existe. El libro es mi versión, no es una investigación periodística, es una novela, una ficción que propone el ejercicio de imaginar y escribir cómo fue el caso desde el mundo de esta gente mala.

"El Premio Nacional de Literatura a Skármeta es una vergüenza. Reproduce el esquema de la Concertación en la cultura: el pago por favores políticos. Debería haber un Premio Nacional a las Relaciones Públicas, a la buena onda, a la copa de champaña, a la recepción en la embajada, a la sonrisa satisfecha".

¿Lees las críticas a tu libro?

Por supuesto. Me interesa saber. Hay distintas críticas y en general todos tienen cierta parte de razón y cierta parte de error, salvo Promis, de El Mercurio, que se nota que no entendió nada. La parte en que tienen razón es que entienden que hay una voz que es muy brutal y la parte en que se equivocan es en pensar que el libro tenía que tener algo que no es, pero eso es muy propio de crítico literario: analizan el libro no por lo que es, sino por lo que no es. Existen prejuicios de que todos los libros tienen que ser ultra reflexivos, ultra introspectivos, y este no es el caso. Como escribo explícitamente sobre un caso brutal, entonces se espantan, se cagan de miedo. Este no es un libro para debiluchos o para señoritas, este es un libro para huevones que se atreven.

¿Y qué esperas que pase ahora que el libro ya está en librerías?

Que avance no más. Si al libro le va bien, bueno, y si le va mal, escribiré otro. Quiero el Premio Nobel, no menos, quiero ser Skármeta.

¿Qué te pareció que le dieran el Premio Nacional de Literatura?

Una vergüenza. Lo de Skármeta reproduce un poco el esquema de la Concertación en la cultura; o sea, el pago por favores políticos. Debería haber un Premio Nacional de las Relaciones Públicas. Entonces se lo ganaría Ampuero. Un premio que no sea por tu calidad literaria, sino que tu buena onda, tu proactividad, una especie de ProChile de la literatura, un premio a las buenas maneras, a la copa de champagne, a la recepción en la embajada, al chocolate con celofán, a la corbata de seda bien puesta, a la sonrisa satisfecha".

Guarello le soba el lomo a la perra Martina. "Te dije, a este país le falta punk", suspira.•

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