Acompañar a una amiga en una separación: “Yo estaba ahí cuando se enteró que su marido había sido infiel durante años”

sororidad paula



“El año pasado fui a la casa de mi amiga y mientras comíamos recibió un llamado de un número desconocido. Su marido, con quien llevaba diez años casada, se había ido fuera de Santiago por unos días y nosotras teníamos planes de pasar una noche de amigas. Pero eso cambió rápidamente. Contestó, vi cómo su cara cambió de expresión, hizo un par de preguntas escuetas, y luego colgó. Lo que le habían dicho no era una sorpresa, su expresión la delataba. Era algo que ella intuía, pero se lo estaban confirmado. No tuve tiempo ni para empezar a formular la pregunta y me dijo que la había llamado una mujer para decirle que había sido amante de su marido durante más de un año y que ahora sentía que se lo tenía que contar. Con eso no pretendía que ellas fueran cómplices y se unieran en contra de él, tampoco buscaba venganza, ni su perdón, aprobación, gratitud o liberación. No pedía que la eximieran. Simplemente le quería contar porque era lo justo. Que ambas contaran con la información para poder tomar decisiones informadas. Mi amiga me contó todo esto rápidamente, casi como en piloto automático y sin mucha variación en su expresión facial. Cuando terminó la abracé durante un tiempo. Ahí recién le cayó una lágrima y yo activé un plan de contención.

Una semana después, luego de largas conversaciones, llamados, juntas y ambivalencias, le dije que tenía que hablar con él. De nada servía armarse una historia en la cabeza, tenía que enfrentarlo pero también, dentro de lo posible, tenía que seguir su intuición y no ponerse en duda. Y en esas conversaciones, mientras la aconsejaba, yo misma me fui dando cuenta de todas las veces que una, siendo mujer, se pone en duda frente a la palabra de un hombre. Yo misma, mientras le hablaba a ella, pensé en todas las veces que había sucumbido frente a los supuestos encantos de su marido, celebrándole las tallas, cuando en el fondo de mi ser sabía que era narciso y que muchas de sus conductas me habían incomodado en el pasado. No conductas conmigo, sino que conductas generales que me habían hecho dudar de su integridad y si era realmente una buena persona o no. Pero aun así, cuando los veía, más allá de que mi energía estaba puesta en mi amiga, igual me reía de sus chistes, validaba sus acciones y hacía como si nada. Me iba a la casa pensando ‘debe ser una buena persona, quizás solo me genera rechazo a mí’.

Un mes después mi amiga decidió separarse. Había hablado con él y no quedaba otra. Le dije que fuera cuál fuera su decisión, yo estaría ahí para apoyarla. Se quedó en mi casa durante unos meses y en ese tiempo lloramos todo lo que tuvimos que llorar y revisamos su decisión todas las veces que fue necesario. Ella estaba confundida, estaba dolida y se ponía en duda a sí misma. Se preguntaba si todo esto había sido su culpa y yo veía cómo sufría. Pero como esta vez me tocaba ver la historia desde fuera, tuve que hacerla entender que podían haber muchas interpretaciones de esta historia, pero responsabilizarse a sí misma por la infidelidad de su marido, no podía ser una de esas.

Durante ese tiempo también pensé que a quién no le ha tocado asumir el rol que asumí yo. A qué mujer no se le ha partido el corazón viendo cómo una amiga cercana, que una quiere tanto, se tira para abajo y se culpa constantemente, incluso cuando no se trata de su responsabilidad. Y muchas veces es difícil hacerle ver a esa persona que es maravillosa, y eso duele aun más. Durante esos meses vi a mi amiga totalmente opacada, como si le hubieran arrancado una parte de sí ¿Qué amiga no se propondría al menos intentar devolverle el goce, la alegría momentánea y el placer?

Vivir una situación así con una amiga, por más cliché que suene, implica un pacto de por vida. Yo sufrí cada uno de esos días con ella, o más que eso –porque sería patuda si digo que sufrí igual que ella–, lo viví intensamente a su lado. Cuestioné muchas cosas de mi pasado y de cómo yo misma me había relacionado con mis parejas; me hice más consciente respecto a lo difícil que siempre ha sido para nosotras, incluso en las cosas menos evidentes, y lo mucho que nos cuesta creer nuestra intuición, seguir nuestro instinto y tomar decisiones. Porque en realidad siempre nos han puesto en duda y siempre nos han hecho sentir que no somos seres racionales, y que por ende nuestras decisiones son tomadas en base a la emoción, como si eso fuera algo negativo o poco válido. Es por eso que nuestra palabra no tiene la misma validez, y es por eso también –ahora lo sé más que nunca– que es tan importante que entre nosotras no nos pongamos en duda y más bien abramos un espacio en el que cada una de nuestras ideas y pensamientos aparentemente ‘irracionales’ tengan cabida”.

Genoveva Sánchez (29) es diseñadora de iluminación.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.