Antes de comenzar con la entrevista, la psicóloga clínica especialista en adicciones y co fundadora de Grupo Mentaliza, Paola Ancarola, recalca que entre pacientes jóvenes, hoy se están presentando problemas de dependencia muy distintos a los que experimentaron generaciones anteriores. El boom de los psicodélicos en la década de los 60, el abuso de opioides en distintos países del mundo e incluso drogas que han tenido su peak más recientemente como la cocaína en los 90, ya no son la única amenaza que enfrentan las nuevas generaciones en términos de adicción.

Los nativos digitales se encuentran expuestos a una serie de nuevos estímulos que generan desequilibrios en el sistema de recompensa del cerebro y, con ello, situaciones de dependencia que pueden llegar a ser tan graves como el consumo de sustancias. Se trata de las adicciones conductuales. En su trabajo clínico con pacientes que van desde los 11 a los 20 años, Paola ha visto un marcado aumento en las consultas de padres de adolescentes con dificultades serias en el logro de sus proyectos de vida por el consumo problemático o derechamente adictivo de videojuegos. “Lo que tenemos que comprender es que esta adicción parece inocua comparada con adicciones a sustancias, pero no lo son”, explica la especialista.

Hoy, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido la adicción a los juegos como una patología de salud mental, por lo que se puede hablar incluso de un problema de salud pública a nivel global.

La adicción a los videojuegos se encuentra dentro de la categoría de adicciones conductuales. “Esto se refiere a una serie de conductas que se repiten compulsivamente aún en conciencia de las pérdidas que provoca, con el propósito de conseguir la gratificación o experiencia de placer”, explica Paola. Al igual que otras adicciones, los videojuegos pueden convertirse en una enfermedad crónica que involucra el circuito cerebral de la recompensa, la motivación y la memoria, según explica la psicóloga. Hoy, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido la adicción a los juegos como una patología de salud mental, por lo que se puede hablar incluso de un problema de salud pública a nivel global.

Paola Ancarola explica que la adicción conductual puede definirse como “un patrón de comportamiento caracterizado por la pérdida de control sobre el uso de videojuegos”. Y es esta la conducta que conduce al aislamiento y al descuido de las relaciones sociales, de las actividades académicas, de las actividades recreativas, de la salud, e incluso de la higiene personal según explica la especialista. “Lleva a una pérdida de control que perturba severamente la vida cotidiana, a nivel familiar, laboral o social, a medida que transcurre el tiempo”, agrega. La especialista agrega que estudios de diferentes autores han mostrado que entre un 10% y un 15% de los usuarios de internet desarrollan algún tipo de conducta adictiva similar a la dependencia a sustancias. “Se generan episodios de abstinencia, fenómenos de tolerancia y sensación de pérdida de control”, explica Paola. “Y se utilizan como método para escapar de la realidad, lo que implica serias alteraciones sociales y familiares”.

Respecto a las variables demográficas, en la revisión de algunos estudios, el adicto tipo a este tipo de conductas es mayoritariamente joven o adolsecente y hombre. “El hecho de ser hombre ha dado incluso lugar a tener un mayor riesgo de desarrollar esta adicción y de mostrar más síntomas, mientras que ser mujer fue un factor predictor del uso de las redes sociales, y cada vez más, del uso de los juegos del teléfono móvil”, explica Paola. E incluso, según el estudio “El uso de videojuegos en adolescentes. Un problema de Salud Pública realizado en España en 2021″, los adolescentes con uso problemático de internet (PIU) fueron los que tuvieron mayores niveles de adicción según la muestra española. En la misma investigación se habla de otros estudios que han asociado el consumo de alcohol, tabaco y marihuana, el bajo rendimiento escolar y las pocas relaciones familiares con el uso problemático de internet, del teléfono móvil y de los videojuegos.

“En la práctica clínica, lo que comienza a observarse son jóvenes que crecieron desde alrededor de los 10 años con un smartphone a su disposición y usualmente sin control parental”, explica Paola Ancarola. “Son niños que estuvieron expuestos a contenidos violentos y pornográficos sin el conocimiento de sus padres, lo que por un lado marca la exposición a imágenes a las que un niño no está preparado para ver pero, por otro, la cantidad de dopamina liberada comienza a generar un circuito nocivo de funcionamiento cerebral a una edad demasiado temprana”, explica la especialista. Y es que, las adicciones conductuales, en este caso a los videojuegos operan de manera similar a cualquier dependencia a una sustancia generando peaks de dopamina a nivel cerebral que luego inducen a una baja que se percibe como incómoda e incluso dolorosa y que hace que la persona adicta vuelva a buscar en una sustancia o en una conducta —como los videojuegos— la liberación de este neurotransmisor clave para el circuito de recompensa de nuestro cerebro.

El uso excesivo de videojuegos ha aumentado de manera vertiginosa. Y lo ha hecho especialmente entre los varones con edades comprendidas entre los 10 y los 19 años, según explica la especialista de Grupo Mentaliza. “Los adolescentes fácilmente pueden perder el control sobre el videojuego, trayendo consecuencias negativas como el juego patológico, problemático o la adicción”. La psicóloga agrega que la principal diferencia entre lo que hasta hoy hemos entendido como un pasatiempo inocuo, especialmente en adolescentes, y un uso problemático o adictivo, es la relación al tiempo que se destina al juego, y que por lo tanto, se deja de destinar a otras actividades esperables para un adolescente o adulto, como lo son el estudio o trabajo, vida social, relaciones afectivas y familiares, deportes, etc. “A mayor tiempo destinado al juego en línea, menor es el tiempo conectado a la vida normal y por tanto, la vivencia de pérdida de sentido de la propia vida, de propósito y de futuro se ve fragmentada”, explica la psicóloga.

Dado que el tiempo de juego en línea fue un predictor importante de la adicción al juego y, además, aquellos que jugaban hasta altas horas de la noche tuvieron mayor tendencia a desarrollar adicción la psicóloga explica que entre pacientes, la frecuencia del uso de juego en línea después de medianoche aumentó en gran medida la probabilidad de que se genere una conducta problemática. Además, en su experiencia clínica, explica que en Grupo Mentaliza han visto un aumento considerable de consultas y evaluaciones por síntomas de adicciones a videojuegos. “Por lo general son consultas motivadas primero por las familias o parejas, que consideran que hay una relación nociva del paciente y los juegos, donde no hay problematización de las consecuencias negativas que está teniendo el tiempo de juego y de todas las pérdidas asociadas a ello”. La especialista explica que en estos pacientes suele haber un aumento de la agresividad y hostilidad, rechazo a ver la conducta como algo nocivo, “se minimizan los efectos interpersonales, es decir, no logran ver que las personas importantes a su alrededor están sufriendo también por esta conducta”, comenta.

Y es que, según los especialistas, la dependencia a algo que por décadas hemos considerado un pasatiempo inocuo, dirigido incluso a niños cada vez más pequeños, puede llevar a la pérdida total del interés en construir una vida y sentido de futuro, encontrando placer y satisfacción únicamente en el tiempo que se está conectado jugando. “Estas adicciones conductuales dañan el sistema nervioso de la misma manera que lo dañan las adicciones a sustancias”, explica Paola. “El circuito cerebral que se activa es el de la recompensa, la liberación de dopamina es en grandes cantidades y se busca repetir esa vivencia tan intensa la mayor cantidad de veces posibles, en esa búsqueda es cuando se instala la adicción”. La psicóloga comenta que las adicciones conductuales suelen percibirse como menos dañinas que las ligadas a sustancias, pero el impacto que tienen en la vida del paciente puede tener las mismas consecuencias prácticas: pérdida de relaciones laborales, agresividad, descontrol de impulsos, pérdidas financieras, mentiras, engaños, daño de vínculos familiares, negligencia, entre otras.

Paola explica que uno de los principales problemas en torno al uso de estos espacios recreativos está en el inicio de la vida digital de los niños y niñas. “Sabemos que la crianza hoy en día es tremendamente demandante y que en ocasiones los padres y madres podemos descansar las demandas de nuestros hijos en un teléfono tipo babysitter”, comenta. Pero cuando esta dinámica se normaliza y se vuelve la nueva rutina para los niños, comienzan a aumentar a pasos agigantados los niveles de consumo de juegos e internet cuando empiezan a crecer y estudiar y usar la tecnología sin separarlo de los juegos en línea y se pierde el control sobre el uso y los contenidos a los que se exponen.