Adicciones escondidas en personas mayores

Adicciones en la vejez



La población de personas mayores crece a un ritmo que el mundo nunca antes había experimentado. La tasa de envejecimiento es tan acelerada, que se espera que para 2050 los mayores de 60 años superen los 2 mil millones de personas. Casi un cuarto de la población mundial.

Según datos publicados por la Organización Mundial de la Salud, un 15% de este segmento de la población sufre de alguna condición de salud mental. Estas cifras son confirmadas en nuestro país donde, de acuerdo con información entregada por el Minsal, 1 de cada 5 personas mayores vive con alguna enfermedad de salud mental. Dentro de las más prevalentes se encuentran la demencia, la depresión y los trastornos ansiosos. Pero también existen otras amenazas que quizás no asociamos de forma tan rápida a la vejez: las adicciones. Y es que, sobre todo al alcohol, es otro de los problemas de salud que no discrimina a las personas mayores —y que se encuentra dentro de las enfermedades psicológicas más recurrentes en este grupo etario según el Minsal— pero que muchas veces pasan desapercibidas.

La OMS explica que “los problemas de abuso de sustancias en las personas mayores suelen ser pasados por alto o mal diagnosticados por los profesionales de la salud”. El organismo internacional agrega que, cuando se trata de condiciones como éstas, son incluso ellos mismos quienes no ven este tipo de realidades como algo problemático producto del estigma que rodea las adicciones en la vejez.

Y es que la caricaturización que muchas veces se hace de las adicciones, especialmente en la tercera edad, tampoco contribuye a que se las visibilice en la como el problema que realmente son. Personajes como el interpretado por Susan Sarandon en la comedia Tammy —una abuela espontánea adicta al alcohol— o el de la recién divorciada Jane Fonda en Grace and Frankie —con un problema de abuso de analgésicos y también un consumo cuestionable de alcohol— hacen ver la adicción como parte integral de una etapa libre, alegre y sin ataduras. Sin embargo, esta enfermedad está lejos de ser motivo de risas. El Servicio Nacional para la Prevención y la Rehabilitación del consumo de Drogas y Alcohol, indica que, entre los efectos de la adicción al alcohol se encuentran: deterioro de la función y ritmo cardiaco (pudiendo llegar a producir insuficiencia cardiaca); daño hepático que puede derivar en cirrosis; trastornos mentales; pérdida de memoria; deterioro de la capacidad cognitiva; inflamación de los nervios y síndrome de Korsakoff (pérdida de coordinación muscular y de memoria). Todos estos efectos, sumados al desgaste y deterioro natural producto de la edad avanzada, hacen que la adicción en adultos mayores sea motivo de alarma y no de risas. Al menos fuera de las pantallas de cine y televisión.

Pero, además del rol humorístico que se le ha dado a las adicciones en las historias de ficción, existen otras causas que pueden explicar que este problema de salud mental se camufle de forma tan efectiva. Vicente García Huidobro, psicólogo clínico especialista en adicciones del Centro Nuevo Norte y profesor de la Universidad Católica explica que el sufrimiento de las personas mayores en gran parte de los casos pasa desapercibido. Y por eso, las adicciones muchas veces también. “Efectivamente hay una invisibilización con respecto a los problemas de consumo en personas mayores”, explica Vicente. “Esto es parte de un contexto más amplio que tiene que ver con las condiciones de vida de los adultos mayores. Por razones históricas está más normalizado el sufrimiento tanto físico como mental de las personas mayores y somos menos sensibles a eso”. Explica que para la sociedad actual es más fácil empatizar con una persona joven que sufre, que con una persona mayor que vive con un enfermedad como la adicción. Eso dificulta que veamos las señales de alerta.

Otro factor que hace difícil la detección de la dependencia en la población mayor tiene que ver con el tipo de adicción. Vicente explica que, de acuerdo con su experiencia clínica en el tratamiento de adicciones, el primer motivo de consulta por abuso de sustancias en la vejez es sin duda el alcohol. El segundo, son medicamentos sujetos a receta médica. “Los analgésicos y benzodiazepinas tienen un uso muy importante”, comenta el especialista. Y, es en este contexto que existe una gran normalización del consumo, pero también un tabú, mucho rechazo y vergüenza a reconocer que existe efectivamente un real comportamiento adictivo a partir de algo que inició como un tratamiento médico. “Hay razones de carácter social que tienen que ver con el pudor y que inhiben el hablar de temas de consumo entre los adultos mayores”, explica el psicólogo. “Se normaliza simplemente el consumo de pastillas o el consumo de alcohol de la abuela, por ejemplo. Y se da por sentado que es lo que sucede con una persona mayor a partir de una enfermedad que la obligó a estar medicada y a consumir distintos tipos de pastillas, entre ellos muchos sedantes”, comenta.

Vicente García Huidobro explica que, tal como indica el documento de la OMS, muchos casos de adicción en la vejez no son diagnosticados. Una de las posibles causas es que cuando se aplican los instrumentos psicológicos y las encuestas que permiten pesquisar esta condición, los adultos mayores no consideran drogas legales como medicamentos y alcohol en sus respuestas. Siendo ambas las dos sustancias más prevalentes en el ámbito de las adicciones en la vejez. “Dentro de la familia no se problematiza de la misma manera el consumo de medicamentos que el de otro tipo de sustancias”, explica Vicente. Pero aclara que la dependencia puede existir incluso si se trata de fármacos que fueron recetados por un médico. Pero quizás aún más grave, el especialista observa que, cuando se trata de adultos mayores, efectivamente las adicciones incluso si se detectan no se toman con toda la seriedad. “Tampoco se problematiza de la misma forma la adicción que si fuese el padre o la madre de una familia”, comenta.

La vejez no es sinónimo de que la vida ha terminado. Vicente García Huidobro explica que como sociedad hemos avanzado en muchos aspectos. Y nos hemos hecho cargo de resguardar a grupos vulnerables como los niños pero que, a los adultos mayores, los hemos dejado solos. “Hay un sufrimiento silencioso. Quedan ahí, en segundo plano. Cuando tal vez la vejez es el momento de la vida donde la persona experimenta las cosas más radicales y donde más necesitaría compañía y ayuda”, menciona.

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