Paula 1220. Sábado 25 de febrero de 2017.
Sábado 30 de julio de 2016. Álex Anwandter –33 años, chaqueta de cuero negra sobre una camiseta blanca– encumbra su metro 83 en el escenario del Teatro Caupolicán que está a su máxima capacidad. Siete mil personas lo escuchan mientras él, agarrado del micrófono, canta por primera vez en vivo Manifiesto, una de las canciones de su tercer álbum solista, que hoy presenta. No es una canción bailable, como las que acostumbra a hacer, sino que es lenta y solo lleva piano. Funciona si se interpreta fuerte, como in crescendo. El público la corea de principio a fin y lo aplaude tres veces antes de que termine de cantarla. Álex, en el escenario, mantiene sus ojos cerrados los 3:29 minutos que dura la interpretación. Los abre, en realidad, solo una vez, quizás dos. Y canta:
Hoy soy mujer
Hoy soy mujer
El maricón del pueblo
Aunque me prendan fuego
La segunda vez que Álex Anwandter cantó Manifiesto en vivo fue en noviembre pasado en Los Angeles, California, para la ceremonia de los Grammy Latino 2016, donde fue nominado en las categorías Mejor Video Musical Corto por el clip de Siempre es viernes en mi corazón, y Mejor Artista Nuevo. Aunque en Chile lo de nuevo ya no corre: Anwandter tiene 12 años de trayectoria y es uno de los protagonistas más importantes y reconocidos del pop nacional actual. Su afán por la música comenzó cuando era niño: iba a clases de violín y escuchaba música clásica, también a Michael Jackson y a Queen. En la adolescencia, desglosaba melodías para volverlas a componer. Más de grande, no terminó sus estudios en la Escuela Moderna de Música, pero ahí, a los 23, fundó la banda Teleradio Donoso que duró cuatro años y que desarmó justo cuando estaba en su apogeo. Anwandter dio un paso al lado.
Tal vez desde ahí comenzó el mito en torno a él: que es de carácter fuerte, individualista, de pocas palabras, solitario. Distante, sobre todo. Por eso, que haya dado esta entrevista acompañado de su mánager y que esquive la mirada durante los primeros minutos, daba para pensar en que lo que dicen es verdad. Y, sin embargo, no lo es tanto. Anwandter es de sonrisa fácil y antes de comenzar una respuesta, o al terminarla, siempre suelta una risa breve. Sus frases categóricas las pronuncia con un tono que provoca cierta ternura.
Tiene muy pocos amigos, ya no va a fiestas, se viste con David Bowie como referencia, compra su ropa en ferias libres y arma looks que pongan en juego los clichés de la masculinidad. Pueden pasar dos días sin que salga de su casa, que no es muy grande, pero sí luminosa. Allí tiene un estudio-oficina, que transforma según quiera grabar o escribir. "Soy muy reservado o tímido y a veces la gente lo interpreta como desinterés y, cuando eso sucede, me siento un poco mal. Entonces un acto cotidiano, como comprar pan, se vuelve en algo excesivamente emocional. Obviamente sigo yendo a comprar pan y a la feria, pero no tanto a fiestas porque ahí está todo el mundo más desinhibido por el alcohol". Lo que tiene que decir está en las letras de sus canciones.
La fama que cosechó este cantautor proviene de una carrera que ha escalado como la espuma: después de Teleradio Donoso, lanzó sus discos solistas Odisea (2010), Rebeldes (2011), otro con Gepe (Álex & Daniel, 2013), y su última entrega, Amiga (2016), el mismo que presentó el año pasado en el Caupolicán y que le valió un aplauso de pie de la crítica local e internacional: en enero pasado –mes en que las grandes revistas musicales anuncian sus rankings del año anterior–, el suyo fue elegido como el mejor disco latino de 2016 por la Rolling Stone y fue el único representante latinoamericano en la lista de las 101 mejores canciones de 2016 de la reputada Spin Magazine. Los especialistas destacan su fertilidad compositiva y que sea de los pocos –sino el único– que está haciendo en Chile un pop tan bailable como militante: un reproche melódico al abuso de poder, al machismo, a la violencia naturalizada en la pareja, al sistema capitalista y, sobre todo, a la discriminación por la orientación sexual.
Si en los 80 y los 90 Los Prisioneros y Jorge González recorrieron a través de sus letras varios de estos temas, Anwandter va un paso más allá y suma otro fundamental en estos días a nivel global: la identidad de género. "Ningún otro cantautor chileno había enfrentado estos temas de este modo: a través de un pop con secuencias electrónicas, muchas veces adherente (y hasta bailable)", escribió Marisol García, una de las principales críticas de música en el país. Algo absolutamente distinto a lo que hizo Anwandter en los inicios de su carrera, cuando cantaba Eras mi persona favorita con un look muy al estilo de Buddy Holly y aparecía en el video recordando fotos viejas con una cándida mujer. Escenas que no tienen nada que ver con lo que el artista es hoy. Pero eso fue hace ya 10 años.
En 2016, Anwandter también debutó como director de cine con Nunca vas a estar solo, película inspirada en el caso de Daniel Zamudio, quien fuera fan de Anwandter y al cual el músico le dedicó dos canciones en su show de Lollapalooza en 2012, después de que el joven muriera. La película se estrenó en el Festival de Berlín, donde obtuvo un Teddy Award, que galardona las producciones de temáticas LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales). La ópera prima se ha presentado en más de 40 festivales, en Francia, España, Estados Unidos, Macedonia y Taiwán, entre otros.
Cocina todos los días comida vegetariana, ve muchas películas y lee tres o cuatro libros a la vez. Ahora está con The Age of American Unreason, una especie de genealogía del anti-intelectualismo en Estados Unidos, y con libros sobre guiones, entre ellos uno sobre teoría de cine feminista. Cuenta que está estudiando para una próxima película que estrenará en 2018, "con un guión más perverso, menos claro moralmente".
En otras entrevistas has mencionado varias veces la necesidad de ser "auténtico". ¿Hubo algún momento en que no lo fuiste?
No. O sea, sí y no. Ser uno mismo en la vida ya es difícil, porque el mundo está lleno de presiones externas e internas, incluso. Y en el arte aún más. Hay gente que nace con eso (la autenticidad), que es genial, y otra que lo desarrolla. Yo soy de esos segundos. Ha sido un proceso lo de llegar hacia mí mismo, que ha tenido algunos desaciertos, algunas canciones que me parece que no me identifican ni antes ni ahora.
En tus últimas canciones conviven imágenes poéticas con un discurso frontal.
Sí, cosa que se me hace muy difícil. Creo que eso lo comparten nuestros más grandes artistas en Chile, como la Violeta Parra o Jorge González. Esa capacidad de cristalizar algo en una cosa que es simultáneamente poético y clarísimo. Sabes exactamente de qué te está hablando y te lo están diciendo de una manera en que no lo habías escuchando antes y sabes que es súper personal, pero que habla sobre una realidad que trasciende a la propia experiencia. Lograr esa conjunción tiene harto que ver con la vida de los artistas y con los procesos artísticos. Manifiesto, por ejemplo, fue un esfuerzo semiconsciente de ir en esa dirección.
Has dicho que casi decidiste "inmolarte".
Sí, obviamente, en sentido figurado. En un grado muy simbólico. Exponerse y cantar este tipo de canciones es parte de ser quién uno dice que es. Cosa que es menos común de lo que se piensa, curiosamente.
¿Lo dices por otros artistas?
No, lo digo por la vida. Uno tiene muchas ideas sobre las cuales no actúa. La vida está llena de micromachismos, pero uno no los confronta el día entero, porque sería un esfuerzo agotador. Pero de no confrontarlos el día entero a no confrontarlos prácticamente nunca, hay un espectro. Entrar en esa confrontación consciente, dentro de tu trabajo, no es común. Y uno dice: bueno, este es el costo, lo quiero pagar.
El movimiento Queer postula que el cuerpo que se habita es un espacio para hacer actos políticos. ¿Te identificas con ese concepto?
Sí, porque no solo involucra una identidad no binaria heterosexual-homosexual, sino que también asume una disidencia consciente, un cuestionamiento. Lo Queer reconoce cómo se entrecruzan otras violencias y se ha preocupado de aceptar ese espectro de identidades que pueden existir. ¡Cómo no me voy a identificar con eso!
<strong>"Lo que me interesa no es censurar o estar en contra de algo, sino cuestionar espacios donde habitan violencias no cuestionadas. Dentro de mi trabajo existe esa cultura".</strong>
¿Cuál es tu posición sobre el matrimonio homosexual?
Es súper sencilla: si la gente heterosexual se puede casar, la gente gay se tiene que poder casar. No le veo mucha vuelta.
Te lo pregunto porque quienes se identifican como Queer, serían contrarios al matrimonio homosexual.
Soy contrario a que los movimientos homosexuales o de diversidad limiten su lucha al acceso a derechos. Eso sí se me hace insuficiente. En ese sentido, cuando se habla negativamente (del matrimonio homosexual) es porque se está invisibilizando la intersección con la clase social. Por decirlo de una manera muy sencilla, a los gays cuicos se les solucionan casi todos sus problemas si se pueden casar, porque están protegidos de muchas otras cosas que, por decirlo de una manera muy gruesa, los gays pobres no lo están. Creo que a eso se refieren cuando dicen estar en contra del matrimonio homosexual.
¿Cómo te afectó el caso Zamudio? ¿Te dolió?
No me siento dueño de ese dolor, porque para mí fue un símbolo al igual que para todo el mundo. El dolor es de su gente. Me afectó entre comillas un poco más que al común de las personas, porque supe de él un par de veces antes de su muerte, porque me había escrito. Lo de Zamudio pasó en 2012 y las canciones de Rebeldes (2011) ya eran bastante gay. Él, como mucha gente, se había sentido interpretado, o abrazado con esas canciones. Y después de haber provocado eso en una persona que sufrió ese nivel de violencia, conocer a su familia y haber conversado con sus hermanos, me di cuenta de que el mundo no había cambiado nada. La Ley Zamudio se transformó en un chiste muy rápidamente y después le siguieron pegando a otra gente. Todo eso fue como una fuerza que fui juntando.
En la Cumbre del Rock, en enero, dijiste que no te identificabas con el rock, porque es un club de hombres y que en 2017 no necesitábamos eso, sino más igualdad y respeto para las mujeres y la comunidad gay.
Sí, y lo mantengo
¿No hay artistas del rock que admires?
No si se identifican a sí mismos como eso. Lo que me interesa no es censurar o estar en contra de algo, sino cuestionar espacios donde habitan violencias no cuestionadas. Dentro de mi trabajo existe esa cultura. Y me da mucha risa, porque después de lo que dije me escribieron rockeros diciéndome "¿acaso no conoces a Freddy Mercury?". Me enviaron argumentos desde las excepciones del rock. Queen fue mi banda favorita cuando chico, sé quién fue Freddy Mercury y sé que él no solo nunca admitió que era gay, sino que llegó al punto de demandar a publicaciones que reportaban que lo era. Mi punto es desenmascarar el aspecto ideológico y discriminador de esta seudoestética, otra esfera más donde los hombres dominan y ponen las reglas. Es algo que muchos no quieren escuchar, pero ese no es mi problema.
¿Te invitaron a Viña?
No.
Si te invitaran, ¿irías?
No.
¿Dejarías que usaran tus canciones en comerciales?
Depende de qué tan mal de plata esté (ríe). También tengo que pagar cuentas, no estoy aislado del capitalismo. Pero me han ofrecido un montón de veces y he dicho que no.
¿Por qué?
Lo de Viña, porque no me gusta imponerme a públicos. Me gusta cantar para gente que tenga ganas de verme. Me interesa que haya una relación con el público. Si me quieren invitar cuando la gente quiera que yo vaya, perfecto. Y lo de los comerciales es porque muchas veces las canciones tienen lecturas políticas que desaparecen si se usan para vender refrigeradores.
¿Qué artista destacas de tu generación?
Javiera Mena, un lujo de compositora, es de las personas más talentosas que ha tenido este país. Gepe, también. La belleza de su música viene de un lugar muy distinto, uno más intuitivo.
¿Y de dónde viene tu música?
Yo no sé si es muy importante definir algo así. No me he dedicado a develar el misterio; lo acepto nomás.
Hay artistas que solo componen cuando tienen pena y que les cuesta hacerlo desde la alegría.
Esa es una visión del artista ensimismado, que depende de sus vaivenes emocionales como único lugar para extraer material. Yo he creado desde el sufrimiento, pero no quiero que mi vida entera sea sufrimiento para poder crear. Se me haría como algo muy de mierda. Qué terrible sería.
Que no creo en Dios ni nada de esto
Yo quiero ser un manifiesto
Hecho cuerpo, sí, un cuerpo
Que va a disparar
Y entiendo toda tu violencia
Que niño mío, no es ciencia
Que lo justo no es normal
Defiéndete nomás
Defiéndete nomás.