Hace una semana escribí en el buscador de Facebook “vientre de alquiler en Chile”. Me aparecieron al menos 50 publicaciones que compartían características preocupantes: mujeres migrantes, de entre 21 y 23 años. Todas ofrecían sus vientres para realizar maternidad subrogada acompañando la oferta con frases como: “no tengo vicios y ya he tenido labor de parto natural”, “estoy dispuesta a ayudarte porque tengo 22 años, buena genética, no fumo, ni bebo”, o “entrego al hijo a toda costa porque necesito el dinero para pagar mis estudios universitarios”.
Lo que ahí se leía dejaba la sensación de que prestar el útero por nueve meses para conseguir dinero parecía un negocio fácil, accesible y autogestionado. Los comentarios para tomar contacto en esas publicaciones eran al menos 100. Hice la prueba, y le escribí por interno a una mujer de 23 años, Sofía Galviz (este es el seudónimo que ella escogió para resguardar su identidad). Le pregunté por su celular para llamarla y me dijo que el que tenía, correspondía a su marido, así que mejor hiciésemos una llamada por el chat de Facebook.
Cuando conversamos en entrevista, Sofía me contó que había llegado hace un año a Chile desde Colombia y que en este momento, estaba durmiendo en el suelo de una vivienda en Viña del Mar. “La primera vez que escuché sobre el vientre de alquiler fue en Colombia, porque el tío de mi hijo me lo había pedido para que él pudiese ser padre con su pareja que también era hombre. En ese tiempo dije que no, porque sabía que me iba a sentir incómoda viendo a mi sobrino crecer sabiendo que yo era su madre. Pero cuando llegamos a Chile con mi esposo, mi hijo y mi suegro, cambié de opinión” cuenta.
“Me metí a Facebook y encontré a muchas mujeres de distintos países de Latinoamérica que lo hacían”, continúa. “Me di cuenta que siendo vientre de alquiler podía tener salud, regularización, ropa y la comida que desde que llegamos hace un año, no hemos podido conseguir. Pero que también había un riesgo: no hay Ley que regule el hecho de que te paguen, y creo que nos pueden multar o ir a la cárcel. Además, me han dicho que es muy doloroso y me da mucho miedo hacerlo, pero ya decidí que es algo que trataré de hacer”.
Margarita Bernales es psicóloga de la Escuela de Enfermería de la Universidad Católica y experta en salud migrante y género. Ha presenciado la vulnerabilidad y la soledad a la que se expone una mujer migrante embarazada en nuestro país, y por lo mismo, explica que gestar un hijo que no es tuyo en esas condiciones es más difícil. “La intervención corporal para una madre subrogada es brutal. Se vive una despersonalización del cuerpo en términos de que pasa a ser un instrumento para generar recursos y resguardar a la familia con esa plata, porque cuando una mujer migrante está embarazada, de inmediato pasa al asistente social del consultorio, le dan un RUT provisorio, empieza a tener carnet de identidad, empieza a tener prestaciones de salud, control seguido, tienen canasta GES, y programa Chile Crece Contigo para la protección del menor”, dice.
Sofía está dispuesta a hacerlo por el pago. ”Me escribió una primera chica para que le alquilara el vientre. Dijo que iba a venir a verme desde San Felipe porque la clínica que a ella le gusta está acá en Viña, y al final, me dijo que no porque había encontrado otra mujer que vivía más cerca de ella, y que eso le permitía ver el crecimiento del bebé en gestación. Hace una semana, me dijo que le habían mentido, que había perdido su dinero, y, de nuevo, me preguntó si es que yo estaba dispuesta a colaborar con ella. Pasaron las Fiestas Patrias, y hasta el momento no me ha dicho si va venir, no me llamó, ni nada. Hasta ahí llegó todo”.
En Chile, alquilar el vientre no es legal. “Alquilar el cuerpo vendría a tener la misma validez que vender un riñón, o un dedo, y partiendo de esa base, no hay ningún contrato válido y solemne que garantice que la mujer puede exigir el pago si no le pagan, o que la persona que alquila el vientre podría recibir al hijo si no es de ella o él”, explica Carolina Salas, abogada y Directoria del Centro UC de la Familia.
Sofía cuenta que ha intentado hacer el negocio, pero que no le ha ido bien porque “los clientes encuentran que es muy caro. Al principio, yo cobraba 20 millones de pesos, 25 si es que tenía gemelos y 30 si es que tenía una complicación el parto. Me reclamaron porque decían que además tenían que pagar por la clínica y los abogados, entonces le tuve que bajar a 10 millones de pesos, 15 si era gemelar y 20 si tenía una complicación. Nadie está viendo lo mucho que vale para mí intervenir el cuerpo, o cuidarme si tengo alguna complicación como madre gestante”, cuenta.
En Chile han habido casos de subrogación uterina por altruismo, o sea, que son familia entre las personas involucradas en el proceso: abuelas que gestaron a sus nietos, hermanas o tías que prestan su útero. “La única manera es haciendo una fertilización in vitro, por lo tanto tiene que tener ese tipo de posibilidades en una clínica de fertilidad. De las que yo conozco, no puedo asegurar que ninguna diga abiertamente que lo hace, y en la legalidad, quien nace igual será inscrito como hijo de la madre que lo gestó. Ahí está lo más complicado”, dice la doctora Abril Salinas, Jefa del Programa de Fertilización In Vitro de IDIMI.
Es una de las razones que ha complicado la búsqueda de un vientre de alquiler para Elena González (37), que producto de un cáncer que ha provocado que le tengan que sacar el útero, los ovarios y las trompas, no puede ser mamá. “Como acá en Chile es tan ambigua la Ley, lo único certero que vi es que se podía hacer por altruismo, pero conozco a mi familia, y quizás la mamá gestante quizás después puede querer quedarse con el bebé. Busqué información en otros países donde sí estuviese regulado, pero es carísimo. Sale aproximadamente 60 millones de pesos chilenos”, cuenta. En Chile, uno de los pocos estudios epidemiológicas sobre infertilidad realizado por IDIMI, dice que ésta en mujeres es de un 10,14% a los 12 meses de exposición.
Pero en la legislación, no hay una opción para las mujeres que no pueden ser madres a través de los tratamientos de fertilización. En todas y cada una de las opciones para inscribir a una hija o un hijo en el Registro Civil (con madre, con padre, con matrimonio, siendo un tercero de la familia o un tercero externo), se requiere el comprobante de parto, o sea, que no hay forma legal de reconocer a una hija o un hijo en Chile si no se comprueba que su madre, es quien dio a luz. Carolina Salinas explica que “el Artículo 183 del Código Civil que dice que ‘la madre es la que da a luz al hijo’, por lo que tendrías que conseguirte un certificado de parto falsificado que diga que la madre no fue quien parió”.
Carolina también profundiza en lo más grave de este asunto: “El niño sería una víctima de este contrato, se está soslayando su derecho a la identidad filial. El niño es un sujeto de derecho, no un objeto de derecho, lo que invalida total y rotundamente la posibilidad de vender o comprar a un hijo, porque tiene derechos humanos y necesidades particulares cuando nace: una nacionalidad, una maternidad determinada que responda por sus derechos, y eso no se logra con una figura como la que estamos mirando”.
Mientras, en las redes el negocio sigue insistiendo. “¿Qué va a pasar cuando la mujer dé a ese niño en adopción?”, se pregunta Margarita Bernales. “Si ya se han dado cuenta que lo que más le generó rédito en Chile es haber quedado embarazada. ¿Cuántas veces más va ser capaz de hacerlo por sobrevivir?”. La legislación se hace urgente ante este contexto, donde todas y todos los participantes de este escenario, pueden estar en vulneración de derechos.