Álvaro Escobar se ha convertido en un hombre con una actividad imparable, del que se diría que tiene el don de la ubicuidad. En un solo día puede animar Rojo en TVN, el matinal de radio Bío-Bío, hacer las tareas con su hija Aurora, de 10 años, estudiar periodismo en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y protagonizar la obra de teatro Todas esas cosas maravillosas. "Todo lo que hago tiene que tener un sentido. Por eso nunca he hecho comerciales", dice muerto de frío en los gélidos pasillos de TVN. Sueña con un tazón de chocolate caliente, pero solo le traen un vaso de té. Austeridad ante todo. A falta de su dosis de chocolate enciende un cigarro de tabaco hecho por él mismo en el baño de su camarín.
Has vivido un proceso de reinvención y de cambios profesionales. De abogado a galán de teleseries, de diputado a animador de Rojo. ¿Queda algo del actor o el político?
Me cuesta distinguir entre esos roles, no me puedo dividir en diferentes planos. Hasta hace un tiempo no sabía qué poner en los papeles cuando salía del país. Desde que me titulé de abogado, pongo abogado, pero no he ejercido nunca. En todo lo que hago es difícil operarme de algo. En el programa de radio me siento a mis anchas y en Rojo les cumplimos los sueños a 24 jóvenes talentos. No son los jóvenes los únicos que buscan un sueño, hay padres, abuelos y familias completas detrás alentando y que ponen el corazón para que sus hijos prosperen. El proyecto Rojo me parece noble y sé lo importante que es este programa para el canal. Me hace sentido. El mismo sentido que me hizo dejar de protagonizar teleseries para hacer nuevos formatos como la serie policial Brigada Escorpión o Justicia para todos, que promocionaba la Reforma Procesal Penal que iba a llegar en 2005. El mismo sentido social tuvo dedicarme a la política o montar la obra de teatro Todas esas cosas maravillosas, sobre la depresión y el suicidio, para hablar de un tema que en este país no se habla, pero donde el 20% de la población reconoce tener depresión.
Pero ¿cuál es tu verdadera vocación? ¿Actor, político, abogado, comunicador?
Mi verdadera vocación es de servicio. Puesto en papel suena muy siútico, pero esa es mi vocación. Yo estoy conversando aquí contigo porque para el canal es importante aparecer en medios de comunicación, si no fuera por eso nosotros probablemente no estaríamos conversando. Encuentro que hablar sobre mí en una revista no tiene ninguna gracia.
¿Por qué estás estudiando periodismo?
Mi afán no es ser periodista, es ser profesor de lenguaje y comunicación de educación básica en un colegio. Para ser profesor de lenguaje y comunicación necesito una licenciatura en literatura, de periodista o comunicación social. Tengo 51 años y me gustaría dedicar los últimos veinte años de mi vida a ser profe, ser un viejo útil. Me paso la película que puedo ser una influencia positiva en un proceso de formación de jóvenes o niños. Me dediqué al teatro porque en el retorno a la democracia no había espacio en la política para las nuevas generaciones que habíamos sido dirigentes estudiantiles en los 80 como yo. Me había preparado como abogado para dedicarme a la política, como no había espacio busqué otro lugar para ser útil a la sociedad.
Después de ser diputado por Maipú entre 2006 y 2010 ¿te duele el desprestigio de la clase política chilena?
Duele. Duele porque no viví el proceso de desprestigio de la clase política desde la gradería o vociferando en redes sociales. Me propuse contribuir a que eso no ocurriera y eso fue sincero, genuino, auténtico, fue un acto esperanzador y de inocencia, pero de los que se necesitan. En 2005 creía que la política se podría hacer de otra manera. Mi período en la Cámara de Diputados se caracterizó por un sello: probidad, transparencia y calidad de la política. Esa fue mi agenda legislativa. Hay 75 iniciativas de ley que presenté como autor contra la corrupción, el tráfico de influencias y el financiamiento ilegal de la política.
¿Entiendes que la gente esté decepcionada de la clase política?
Totalmente, si yo mismo me dediqué a la política decepcionado. Quería cambiar lo que había. Entiendo y comprendo ese sentimiento, pero ahora es necesario que tomen parte. La crítica tiene que ser implacable de parte de la ciudadanía, pero eso debe reflejarse en comportamientos. Por lo menos que la gente que critica hoy en redes sociales vaya a votar. Soy partidario del voto obligatorio. Hay derechos que también son obligaciones.
¿Queda algún político que admires?
Voy a nombrar dos. Tucapel Jiménez y Alfonso de Urresti, diputado y senador. Con el Tuca compartimos amistad y oficina por cuatro años en el Congreso. Poncho es mi compañero de escuela, de la vida. No hay lugar en mí para admirar y no me lo puedo permitir. Voy a decir algo que no había dicho. No podía establecer un vínculo de amistad con ninguna de las personas con las que compartí un trabajo en común que era legislar. Durante los cuatro años que me dediqué a la política almorcé prácticamente todos los días solo en mi oficina porque el tenor de mis iniciativas legales afectaba el interés de parlamentarios en ejercicio y era muy común que se lo tomaran personalmente. De mí decían: 'Él no es para estas cosas, no ve que es actor, es sensible, se debe haber desilusionado'.
¿Estás de acuerdo con la rebaja de sueldos para los parlamentarios?
Sin duda. En mi época cada vez que se discutía el reajuste del sueldo de los funcionarios públicos presentábamos con Tucapel indicaciones para que se excluyera a los parlamentarios. Los cuatro años. En esa época no había redes sociales y todo pasaba colado.
Es decir, se aumentaban el sueldo ellos mismos.
Sí. Esto era antes que surgiera el poder ciudadano y las redes sociales. El Parlamento rechazó una agenda de probidad y calidad de la política presentada por la presidenta Bachelet. Mi período como diputado terminó con mi apoyo a la campaña presidencial más insólita, inédita hasta ese momento, la de Marco Enríquez-Ominami. Esa campaña fue una manera de levantar una alternativa y de opinar sobre una necesidad de renovar la política y quienes se dedican a ella para que no tuviéramos que vivir esta vergüenza que viviríamos algunos años después.
¿La pareja gay formada por competidores del programa Rojo es una señal de un Chile más tolerante y abierto?
Andrei y Hernán. Es algo muy bonito lo que pasa en este programa. Nada de lo que ocurre en público dentro del programa es distinto de lo que ocurre en privado. Todo es tal como es. Me acuerdo que entrevisté a un exintegrante de Rojo en el programa Más vale tarde, y me contaba que en esa época estaban angustiados. Su tema era que por fin once años después iba a poder decir su opción. Antes era un infierno. Hoy felizmente puede vivir sin dificultad. Suscribo todas las causas de matrimonio igualitario, adopción homoparental y de identidad de género.
¿Y el movimiento feminista que está revolucionando Chile?
Es necesario y clave. Desde que mi hija tiene un año le leo cuentos cambiándoles el género y las asignaciones de roles a los personajes. Los reyes y los príncipes también tienen muchos hijos. Mi tesis como abogado en los 90 era sobre la despenalización del adulterio en el caso de la mujer, porque el marido solo cometía amancebamiento. La agenda feminista le va a hacer muy bien a este país.
¿Te has descubierto en conductas machistas? ¿Hay autocrítica?
Mi adolescencia fue especialmente difícil porque no me reconocía en lo que los hombres de mi curso hacían. Jugaba a la pelota y no tenía vida social con mis compañeros, pero tampoco era una vida social que me interesara porque había prácticas aberrantes entre los adolescentes de mi época que para mí eran especialmente chocantes. Menos mal que yo tomaba la Intercomunal 7A para ir al Sauzal y entrenar con la Chile. Uno mismo se cuestionaba si ser hombre era eso. Venía de pasar mi infancia en Estados Unidos, donde había igualdad entre hombres y mujeres. Nací allá. Mi padre es economista y en 1965 se fue a trabajar al Fondo de Monetario Internacional en Washington. En el colegio había equipos de fútbol de mujeres. Después en Chile, la asignación de roles en las teleseries en que participé me producían pudor. Mi idea de acotar mi participación en teleseries viene de ahí. Me chocaban esos estereotipos de género y de roles.
Para el Día del Padre te emocionaste en pantalla en Rojo con el reencuentro entre los concursantes de provincia y sus padres.
Era para llorar a gritos. Mi hija también estaba en el público. La mejor noticia que recibí hoy es que mi hija amaneció mejor de la guata, porque se pasó todo el fin de semana en camita. Presenté la Ley Amor de Papá para tuición compartida y cuidado personal y directo de los padres. En el fondo, que los padres también fueran madres. Mi hija vive con su mamá, pero no hay día en que no la vea. Así fue hasta que empecé a hacer Rojo. Pasamos juntos los fines de semana y los últimos diez días de cada mes. Pasa quince días con la mamá y quince conmigo. Pero mi hija me dio la bendición. Me dijo: 'Nos vamos a ver menos, papá, pero a mí me gusta. Todo el mundo está hablando de Rojo, papá, mis compañeras y hasta mi profesor de escalada me hablan de Rojo. Es su programa favorito', y mi hija, que antes no veía tele abierta, ahora cuando grande quiere animar Rojo.