Amor libre y hedonismo: Cómo pensamos nuevos modelos de pareja
En la charla El post-amor, el filósofo argentino Dario Sztajnszrajber plantea que esta es la época en la que estamos pensando la crisis de una forma tradicional de amor, marcada principalmente por la monogamia y el matrimonio, pero que en esa articulación, lo que estamos cuestionando realmente apunta a estructuras más complejas. Porque de nada sirve salir de la monogamia hacia otro esquema normativo. “¿Qué significaría salir de la monogamia para entrar a la poligamia o a la anarquía vincular?”, pregunta. “Tal vez el post, de lo que se trata, más que de salir de un lugar para entrar a otro, es entender que en el amor hay que estar permanentemente saliendo. Es simplemente salir de lugares para que no se totalicen o se vuelvan absolutos e incuestionables”.
Porque para Dario Z, el problema que empieza a evidenciarse con la monogamia no es tanto la posibilidad de un acuerdo en el modo de vincularse con un otro, sino que la incapacidad de tener un amor más allá de todo tipo de acuerdo. “Si el amor es lo que traspasa y excede la norma, entonces ningún otro formato puede ser mejor o peor que la monogamia. ¿Hay otra estructura normativa que represente mejor al amor? ¿El poliamor? ¿La pareja abierta? Uno podría discutir que se acercan más, pero de nuevo caemos en la estructura. Hasta cuando nos hace ruido el amor tradicional no logramos pensarlo si no es en relación a una norma. Y eso tiene que ver con que estamos tan convencidos de que sin amor no hay propósito o que sin amor algo nos falta. Cuando uno podría pensarlo al revés: les falta a los que no pueden estar solos y por lo tanto necesitan creer la ilusión de que otro va colmar esa carencia infinita”.
Como en toda crisis, la modulación del proceso no es inmediata y ciertamente no está libre de contradicciones. No es fácil despojarse del peso cultural, pero pensarnos en términos postmonogámicos, como plantea él, tiene que ver con cambiar el esquema; ya no se trata de cuestionar una estructura desde otra mejor, sino que de cuestionar la idea en sí de estructura.
Entendiendo que aun no somos del todo capaces de romper con ellas, y que el amor no se puede tratar en términos absolutos, ¿qué rol le hemos atribuido al amor libre en la actualidad? ¿Viene a sustituir la idea de amor tradicional que queremos derribar? ¿Qué tan libre es si de base hay un hedonismo o una libertad individual centrada en un beneficio personal? ¿Implica un mayor desequilibrio entre los involucrados en la relación? Y si es así, ¿quién se hace cargo de ese desequilibrio?
Hace unas semanas la organización Ilusión Viril, dedicada a informar y sensibilizar respecto a la violencia de género y los efectos nocivos de la masculinidad tóxica, argumentó en una publicación en Instagram titulada El falso amor libre, que el neoliberalismo había distorsionado lo que entendemos por libertad. “En el occidente se ha instalado la idea de que es más libre aquel que hace lo que quiere y no responde por sus actos. Es decir una libertad individual centrada en el propio beneficio. Pero esa es solo una forma de pensar el amor y los cuerpos, como si se tratara de bienes de consumo desechables”.
Algo parecido plantea Bauman en su libro Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, en el que argumenta que en sociedades de capitalismo avanzado los vínculos afectivos estables se convierten en una hipoteca y el resto de las personas en mercancías que satisfacen necesidades personales. “El hasta que la muerte nos separe deviene en un plazo inasumible en una sociedad marcada por el eterno presente y el usar y desechar de la cultura de consumo”. ¿Pero es esto el amor libre?
El psicólogo y fundador de Ilusión Viril, Pedro Uribe, sugiere que el amor libre tiene que ver con un ejercicio de transparencia y honestidad que debiese darse primero con uno mismo. Porque para poder tener relativamente claro lo que se quiere ir construyendo con otro u otros, primero hay que saberlo en función de las necesidades emocionales propias. “La libertad en el amor tiene que ver con un acto de espontaneidad, pero sobre todo ser genuino y honesto con uno mismo porque esa es la base a partir de la cual vamos a poder contarle a otra persona lo que sea que queramos. Esa libertad tiene que ser consensuada y ahí el pensamiento igualitario nos propone entender que la otra persona es un sujeto igual que uno, que tiene sus derechos, libertades, temores y heridas. Por lo mismo es importante que uno pueda plantearse e ir viendo lo que va pasando, porque también el amor es un devenir. De aquí a dos semanas podemos cambiar de opinión. Lo importante es no volver a encerrarlo en un formato”. Para el especialista, tendemos a asumir que la libertad es equivalente al beneficio personal individual, pero sí existen el compromiso y la responsabilidad en la libertad.
Y es que efectivamente, como explica la psicóloga de la Universidad de Chile y miembro de la Unidad de Terapia de Parejas Relacional del ICHTF, Patricia González Estay, es mucho lo que se ha hablado de las nuevas formas de relacionarse, pero es poco lo que se han podido estudiar desde la psicología. O en ese ejercicio de estudio, al menos, todavía hay muchos sesgos generacionales que tienden a patologizar. “Se cuestiona la propiedad privada y lo heteronormativo o monogámico como únicas formas de relacionarse, pero habría que ver cuántos de ahí se lo cuestionan desde el sentido más ideológico de la no pertenencia o no propiedad y cuántos en cambio están perpetuando la misma lógica neoliberal del consumo, de desechar cuando ya no nos sirve”.
El amor libre, según explica la especialista, es un concepto amplio que va desde las relaciones abiertas, al poliamor, a las amistades con ventaja y las relaciones centradas únicamente en la sexualidad y libres de compromiso afectivo, pero lo que tienen en común es un distanciamiento con el amor romántico tradicional. “Lo que no resultó de la experiencia de amor romántico es la idea de que son dos y para toda la vida, además del hecho de que la pareja tiene que cumplir todas las necesidades sexuales, afectivas y de contención. Pero ahí hay una trampa porque no se puede esperar todo eso de otra persona. Eso nunca va poder ser. Ahí entonces es cuando empieza la frustración, porque si esperamos que en la pareja esté todo, nunca vamos a estar satisfechos. Y quizás es eso lo que deberíamos cuestionar; esa necesidad de que la pareja cumpla con todas nuestras expectativas”, explica.
La psicoterapeuta y escritora belga, Esther Perel, habla de que el deseo sexual en la pareja está relacionado de manera directamente inversa con la cantidad de amor que se va dando. Es decir, mientras más amor, conocimiento e intimidad emocional existe con alguien, menos deseo hay. “Uno desea lo que no tiene, lo que es atractivo desde el no conocerlo mucho. Me pregunto entonces cuánto de la terceridad -incluir a un tercero, que marca una distancia entre la pareja estable- no es entonces alguien que alimenta el deseo. Ahí está la búsqueda del placer”, explica González. “Creo que sí se puede dar una búsqueda de amor libre que no sea desde lo individual o puramente hedonista, pero también creo que muchas veces se busca un estímulo al deseo y también me pregunto, como dicen algunos especialistas, cuántas mujeres –que tradicionalmente son las que se han adaptado más–, se están traicionando a sí mismas o jugando a ser más masculinas en ese encuentro”, reflexiona.
El psicólogo clínico, terapeuta de parejas y director del Centro Ceppas, Antonio Godoy, explica que se asumen muchas cosas en el amor libre. “Según lo que he observado, lo libre es un poco ingenuo de plantear. Sí creo que es viable mantener una relación en la que haya mucha pasión y poco afecto o en la que no sea tan importante comunicar. Hay muchas parejas que funcionan así incluso sin decirse libres. En la medida que los involucrados estén claros con eso, puede funcionar. Esas parejas se desarman fácilmente cuando ven que van a perder ciertas libertades”, explica. “El problema está en que cuando uno mantiene relaciones sexuales con cierta frecuencia durante tres o más meses con una persona en particular, se genera un apego biológico inevitable. El apego, entonces, siempre va entrar en una relación cotidiana, sea de la forma que sea. Porque se trata de una revolución hormonal relacionada a una persona en particular, entonces generalmente uno de los dos se va apegar y va querer un poco más, es parte de la naturaleza humana”. En ese sentido, según el especialista, para que las relaciones libres sean realmente viables, tendrían que ser acotadas o con varias personas.
Lo que pasa muchas veces, según Godoy, es que los involucrados no tienen cómo adelantarse a lo que va o no ocurrir. La falta de equilibrio, que es propia de toda relación y que puede ir mutando, no es necesariamente falta de honestidad respecto a lo que uno quiere o no. “Probablemente honestamente ambos pueden estar de acuerdo con tener una relación más cargada hacia lo individual y hedonista, y pueden honestamente decirle al otro que eso es lo que quieren. Lo que pasa es que hay cierta ingenuidad, porque ninguno puede predecir lo que va pasar. De verdad que uno nunca sabe cuando parte”.
Francisca Burgos, psicóloga y magister en sexualidad y afectividad plantea que el discurso actual tiene que ver con generar más vínculos, pero nadie asume realmente lo que implica un vínculo. “Lo que he visto mucho en parejas heterosexuales es que cuando se plantea la idea de abrir la relación, las mujeres lidian mejor con los celos; los asumen como un tema de ellas y se responsabilizan, además de informarse más al respecto. En cambio los hombres responsabilizan a la mujer de sus propios celos, se amurran, dicen que no están enojados pero lo están. Ellas hacen el trabajo y ellos la responsabilizan a ella del propio”.
Como explica Godoy, aunque nos sintamos contrarios a la cultura, no hemos logrado identificar del todo cómo vincularnos de otras formas. “Se puede aspirar a una relación libre, claro que sí, pero es muy fuerte la influencia cultural que nos marca. Y la cultura nos empuja, aunque queramos irnos hacia el lado opuesto, hacia la monogamia y hacia una relación más estable que llegue supuestamente a algún lado. Para derribar eso, hay que hacer un trabajo grande”.
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