Ana María Gallardo y su cruzada por visibilizar el duelo por imagen corporal
Cuando entendemos que pese a todos los esfuerzos que realicemos, nuestro cuerpo no calzará con aquellas expectativas que teníamos respecto de la forma, tamaño, talla o aspecto de un “cuerpo ideal”, se produce un duelo por imagen corporal. Uno que, como cualquier duelo, es subjetivo, y por tanto muchas veces no validado por el entorno. Así lo vivió en carne propia esta psicóloga y activista del Body Positive, que acaba de publicar un e-book donde desarrolla este concepto que trabaja a diario también en su consulta y divulga por redes sociales. “Es que cuando logramos darnos cuenta de que nuestro valor no pasa por nuestra apariencia física, podemos vivir más libres. Y esa es su batalla”, dice.
Cuando Ana María Gallardo estaba por cumplir 23 años se enteró de una noticia que cambiaría su vida (y su cuerpo) para siempre: estaba embarazada. Y de mellizos.
En ese momento estudiaba psicología y trabajaba como ayudante en la universidad, y luego del nacimiento de sus hijos, a esa carga mental y laboral se sumó además la crianza. Pero ninguna de esas tareas le atormentaban tanto como los 13 kilos “de más” que le quedaron después de parir.
Sin todavía entenderlo, ni menos procesarlo, vivió un duelo de imagen corporal que hoy, 16 años después, es su tema de estudio y el título de un e-book que acaba de publicar.
¿Qué es el duelo por la imagen corporal?
Primero es necesario entender el concepto de imagen corporal, que en psicología se refiere a la representación que tienen las personas acerca de su propio cuerpo. En palabras simples, es cómo nos vemos o cómo percibimos nuestro cuerpo. Y es importante entenderlo porque existe una diferencia entre duelo corporal y duelo de imagen corporal. El primero es el proceso de adaptación que se vive frente a un cambio corporal que puede ser muy abrupto o muy fuerte. El ejemplo más claro que se me viene a la mente es cuando a una mujer le hacen una mastectomía, o cuando tiene un accidente y a raíz de eso se le realiza una amputación. Es un concepto que está enfocado en una pérdida muy visible. Sin embargo, en el duelo por imagen corporal no siempre pierdes algo físico, se relaciona más con la percepción social de esa pérdida.
¿Podrías dar un ejemplo?
Una persona que siempre tuvo un cuerpo grande, que pasa haciendo deporte y dietas, que se supone tiene un estilo de vida “saludable” y en algún momento se da cuenta de que su cuerpo no cambia. Ahí hay un duelo por imagen corporal que surge desde la frustración por no lograr tener un cuerpo que desearía o que se imagina que es el ideal. Entonces, el duelo por imagen corporal lo podemos vivir cuando nuestro cuerpo cambia su forma, talla o tamaño por distintos motivos (subida de peso, embarazos, enfermedades, envejecimiento, entre otros), pero también cuando entendemos que pese a todos los esfuerzos que realicemos, nuestro cuerpo no calzará con aquellas expectativas que teníamos respecto de la forma, tamaño, talla o aspecto.
¿Por qué si en ambos casos puede haber un cambio físico, enfatizas tanto en esa diferencia?
Porque el duelo por imagen personal entra en una zona gris si hablamos de validación. Un duelo siempre ocurre luego de una pérdida subjetiva. Y esto último es importante subrayarlo porque ayuda a la validación. Nadie pone en duda el sufrimiento cuando pierdes un ser querido, pero, por ejemplo, en el caso de una mascota, no todo el mundo lo valida. Bueno, con el cuerpo puede ocurrir lo mismo. Si tuviste un accidente y perdiste una pierna, o si tuviste un cáncer y te hicieron una mastectomía, todo el mundo entiende ese sufrimiento, porque es algo visible que has perdido. Pero en el duelo por imagen corporal no siempre encuentras en el otro validación. Frases como Le estás poniendo mucho color, o en el caso de un embarazo Tienes un hijo precioso, agradece eso en vez de preocuparte por los kilos, son recurrentes, entonces esa mujer cree que no es válido lo que está sintiendo y no lo afronta. Ese positivismo tóxico de repente hace que la persona no pueda validar lo que siente, ni profundizar en eso.
Hablando de positivismo tóxico… ¿Cómo logras que una persona entre en ese proceso de aceptación de su cuerpo sin caer en ese positivismo?
Lo primero es la validación de las emociones. Entender qué le está pasando y por qué pasa; si le dan rabia los comentarios de las otras personas; o le frustra no encontrar ropa en las tiendas. Y desde ahí comenzar a poner límites. Y en paralelo trabajo con la deconstrucción del concepto de mujer, pero esto tiene que ser acompañado por una validación de sus emociones, porque si no, es como decirle a una persona que está deprimida que intente no estarlo. Acá es lo mismo, no podemos decirle a una mujer que intente que no le moleste su imagen corporal porque vivimos en una sociedad que lo está reforzando constantemente.
Es un trabajo largo y caro. Por eso es que con un enfoque de justicia social, yo prefiero, además de mi trabajo en consulta, hacer activismo en redes sociales. Así promovemos una mejor imagen corporal y prevenimos el desarrollo de cuadros psicopatológicos.
Hay quienes critican ese activismo —que se adscribe al movimiento Body Positive— porque dicen que obliga a las mujeres a quererse y aceptarse sin considerar el contexto. ¿Qué piensas de eso?
Pienso que el amor propio puede ser un concepto tóxico. Cuando se pone el ejemplo del Body Positive como un hashtag, bajo mensajes como Ama tu cuerpo porque es perfecto, se pierde un poco el foco. Creo que existen activistas del Body Positive e influencers del Body Positive. Son cosas distintas. Es cierto que circula mucha información en redes sociales y eso puede generar presión a la mujer. Por eso hay que hacer un trabajo serio.
En el e-book hay datos bien interesantes como que 6 de cada 10 niñas no se atreve a explorar intereses o expresarse a causa de dificultades con su imagen corporal; o que el 43% de las mujeres entrevistadas en un estudio señala que no se atreve a ocupar roles de liderazgo por su apariencia física. Entonces esto nos permite entender por qué esto es un tema importante para nosotras desde un enfoque de género, no es innato en nosotras, no es inherente por ser mujer, sino que es un proceso de socialización. A las mujeres mayormente se nos socializa con esta idea de que nuestro valor pasa por nuestra apariencia física.
Existe mucho temor en reconocer que tenemos estas experiencias complejas con nuestros cuerpos y más encima se nos hace creer que es una responsabilidad individual. Estos cánones de belleza y presión por la imagen corporal pueden ser un factor de riesgo para nuestra salud mental. Por eso parte de mi activismo es visibilizar; pero también dar herramientas y cuestionar.
¿Fue tu propio duelo de imagen corporal por el embarazo de tus mellizos el que te llevó a ser activista?
En parte sí. Recuerdo que una mañana estaba tomando desayuno, mis hijos tenían 4 años. Uno de ellos se acostó en mi guatita y le dije: Mira lo gordita que está la mamá. Me respondió: Me encanta porque tu guatita es suavecita y esponjocita como una nube. Ese es uno de los hitos que me llevó al activismo porque pensé cómo esos ojos que no vienen teñidos por la cultura me muestran un amor tan incondicional hacia mi cuerpo, versus lo que hago yo, que lo paso criticando constantemente.
En ese momento, después de parir, nadie me ayudó a transitar ese duelo. Por eso ahora trabajo con mujeres, porque cuando logramos darnos cuenta de que nuestro valor no pasa por nuestra apariencia física, podemos vivir más libres.
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