Aprender a amarse después de ser mamá
“Fui mama a los 24 años y me hubiese encantado tener un manual o una serie de Netflix que me advirtiera todo lo que estaba por venir. Y es que aún dejando de lado los mil cambios emocionales, también tuve que aceptar los mil cambios físicos, una parte que nadie me contó.
Siempre fui talla 38 porque hacía mucho deporte: futbol, natación, tenis y atletismo. Pero después de ser mamá – por indicaciones médicas - no pude hacer más actividad física. Cada vez que amamantaba me quería comer el mundo y no me pude sentar bien en tres meses. Ni hablar de la sexualidad, era en lo que menos quería pensar.
Pasé de la talla 38 a la 46. Me veía en un cuerpo cuerpo extraño, ajeno a mí. Me sentía cansada, frustrada y enojada. No lograba acostumbrarme y no me sentía feliz con esa nueva yo. “Solo es parte del proceso”, me repetía a mi misma, en intentos desesperados para tranquilizarme.
Y aunque unos años después logré bajar de peso, con la llegada de mi segundo hijo mi cuerpo volvió a cambiar. Esa vez, sin embargo, no hubo tiempo de pensar en eso. La estética quedó a un lado y me empecé a enfocar en los paseos y panoramas con mis niños, esos que nos hacían tan felices. No hice ningún tipo de dieta, sólo estuve dedicada a ellos y a su bienestar.
Tuve como un cambio de “switch”. Ya no me interesaba verme espectacular, solo quería estar sana para poder seguir corriendo con mis dos pequeños de la mano, para poder seguir nadando y haciendo esas largas caminatas por las playas. Quería tener salud para poder seguir trabajando y estudiando.
Empecé a entender que ese era mi nuevo cuerpo, un cuerpo creador de vida. Un cuerpo que se enamora, sonríe, baila. Un cuerpo que me acompaña todos los días y que me permite tomar a mis hijos en brazos. Un cuerpo que me permite pasar los inviernos sana y que nunca se enferma. Aprendí a amarlo y a disfrutar de esta nueva etapa, porque la vida es así.
Algunas mujeres tienen una genética maravillosa, y quedan exactamente igual que antes, y otras sufren las consecuencias; estrías en el abdomen y flacidez en los pechos.
El aprender a amar mi cuerpo después de la maternidad fue un camino largo. Es duro voler a mirarse en el espejo y sonreír con lo que observas.
Pero no hay nada más hermoso que sentirse linda aunque sea despertando, que disfrutar de ese trozo de chocolate mientras vemos una película, de sentir el aroma del café y la suavidad de las manos de nuestros niños. Porque solo nos queda disfrutar de este viaje llamado vida, y esa es la gran tarea; seguir amándonos cada día tal cual somos”.
Claudia tiene 45 años, y es bibliotecaria escolar y orfebre.
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