“Oye ¿es esta frase edadista?”, así le gusta que le pregunten a Ashton Applewhite (68) cuando alguien busca su consejo sobre el lenguaje que describe a los adultos mayores. Ella es una de las activistas en contra del edadismo –ageism– más reconocidas de Estados Unidos y cree que preguntarse sobre el envejecimiento es tan importante como preguntarse: “¿Es esta frase sexista” o “¿es esta frase racista?”.
Su misión, según asegura, es desmitificar todo lo que la cultura nos ha hecho creer sobre la vejez. La OMS define el edadismo como “cualquier tipo de discriminación o estereotipo hacia la edad de una persona” y lo cierto es que Ashton se dio cuenta de esto en la mitad de su vida, cuando a los 55 años pasó por una peluquería y decidió teñirse el pelo gris. “No platinado a lo Kim Kardashian”, escribió The Guardian en una entrevista, “sino desafiantemente gris estándar”. Y es que ella quería comprobar algo que aprendió después de casi 20 años de divorcio: había que romper con la creencia de que la mujer solo encontraba su valor completo siendo joven, bella y, sobre todo, fértil.
“Empecé a sentir miedo por el paso del tiempo y lo que sería de mi vida y eso me llevó a investigar online, como lo hago con todo lo que me da susto al principio. Descubrí que dos tercios de los divorcios en Estados Unidos son iniciados por las mujeres, mientras que yo asumía, como muchos, que estos comenzaban en su mayoría por la decisión de hombres que querían intercambiar a sus esposas envejecidas por otras más jóvenes y fértiles, algo absolutamente fuera de la realidad”, cuenta, agregando que esto “la llevó a obsesionarse con descubrir por qué tantas personas creían algo que no era de hecho cierto”.
Así fue como se convirtió en escritora, activista del orgullo de la edad y feminista, lanzando su último libro This Chair Rocks a principios del año pasado. En él, narra el camino que recorrió para explicar el origen de la necesidad de negar la edad a medida que se va envejeciendo y cómo los estereotipos de juventud van permeando nuestros cerebros y cuerpos en todos los aspectos de la vida. Todos sus estudios para terminar con la discriminación edadista la han llevado a ser reconocida por la American Society of Aging y el New York Times como una experta en el tema y una de las 100 mujeres del ranking de la revista Salt que están comprometidas con el cambio social compasivo.
Es que desde hace casi una década, Ashton Applewhite se propuso demostrarle al mundo porque hay que dejar de creer que los viejos son una carga para la sociedad y a aceptar el envejecimiento como un proceso natural y empoderado.
Hemos estado escondiendo bajo la alfombra el proceso más natural de la vida
“Cuando mi hermana mayor quedó viuda, su situación fue muy distinta a la que experimentó mi padre al quedar viudo. A ella, una vez soltera, nadie la invitaba a comer, mientras que mi papá de 74 años recibía millones de invitaciones a todas partes. Me dolió ver cómo la sociedad comenzó a apartarla y pensé que todo tenía que ver con que la edad tiene una forma de vincularse con las mujeres a través de una sola cosa: eres útil mientras eres fértil y emparejada. Fue lo mismo que sentí yo cuando me divorcié, a los 39. En el camino para descubrir por qué el retrato de las mujeres mayores y solteras era tan terrible, descubrí que todo volvía a la estructura capitalista patriarcal de nuestra sociedad, donde cuando dejas de ser fértil, tratan de venderte cosas que te hacen ver más jóvenes para seguir cumpliendo con el imaginario, y de paso, convencen a todos de que eso es lo correcto.
Investigando, descubrí que la razón para seguir creyendo en este imaginario está en que los sistemas de poder lucran con nuestro miedo. Nos aterra que aparezcan arrugas y corremos a compramos cremas o cosas que quizás, no necesitamos. Y del otro lado, alguien está creando una ganancia de eso. Están haciendo que consideremos que el “envejecimiento” es un problema médico al cual hay que encontrarle una cura y como un problema social al que hay que encontrarle solución, cuando en realidad es un proceso natural que no podremos detener con consumo y dinero.
Ahí aparece el dogma con el que te llenan la cabeza en los Estados Unidos. Se llama “envejecimiento positivo” o “envejecimiento exitoso”, donde, sobre todo a las mujeres, comienzan a tratar de esconder las características que vas ganando con los años bajo la alfombra, reemplazándolas por actitudes “que te rejuvenezcan”. Sinceramente, el avance del tiempo no es algo que puedas invisibilizar, pues envejecer es algo que hacemos desde el minuto en que nacemos. Poner la carga en el individuo con frases como “si comes esto a tu edad vas a estar bien” o “si te echas esta crema te verás más joven en tres semanas”, solo provoca que vivamos en una fantasía imposible que tarde o temprano, terminará”.
El miedo a la muerte es legítimo, el miedo a envejecer es una trampa
“Es importante reconocer que somos mortales. En la cultura mexicana se ha romantizado la muerte de una buena manera, porque cambian el miedo a morir a la confrontación de ese momento. Así es como inevitablemente, el momento se vuelve menos aterrador y dejamos de simbolizarlo como un fantasma con capa negra y un gancho que viene a buscarnos. La verdad es que esa no es la manera en que las personas de 80 o 90 años vive el tema de la muerte, y haberla mitificado nos llevó a algo peor: no querer pensar en el camino que nos llevará a ella, o sea, temerle también a envejecer mientras aún nos queda vida.
Morir es un evento lógico que pasa solo al final de nuestras vidas y confundirlo con el envejecimiento es nuestra forma de evitar recordar que existe. Pero está comprobado que las personas que tienen una actitud basada en los hechos más que en los miedos pueden sanar más rápido sus heridas o incapacidades y hasta fortalecer sus músculos y memoria. En los datos reales está la clave, y no en la mentira tramposa de que envejecer es lo mismo que morir, lo que ocupa un lugar tan grande en nuestras mentes que no deja espacio para meter nada más. Si conoces los hechos y no los invisibilizas, puedes tomar acción para enfrentarlos con mayores posibilidades de tener éxito.
No podremos avanzar a menos de que cambiemos la mirada de la vejez y liberemos el temor, porque lo que viene con él es un camino de discriminaciones con consecuencias que afectarán directamente a la autoestima de los mayores, traspasará la culpa de nuestros fracasos a nuestra edad y provocará que las neuronas crean que porque no tomamos el impulso de hacer las cosas, nuestro cuerpo no está capacitado para hacerlas”.
No existe casi nada que los adultos mayores no puedan hacer
“Excepto algunos deportes extremos, casi nada está restringido realmente por la edad. Pero creemos que mientras más vieja es la persona, menos influencia tienen sus años en sus capacidades sociales, académicas, políticas, laborales y relacionales. Ese prejuicio edadista, aunque no debiera, se presenta en todas estas áreas de la forma más sutil. Por ejemplo, en las páginas de citas online, donde lo primero que te preguntan es tu edad, y estás obligado a poner la foto donde parezcas más joven. Hay que pensar en qué cambia nuestra percepción de los demás cuando metemos ese sesgo.
Y aunque a veces, la pérdida de la capacidad cognitiva es inevitable, pero la física y motora no necesariamente lo es. Si el prototipo de “hombre ideal” está basado en su fuerza física y en el poder que tiene con su trabajo, el intercambio de actividades a lo largo de los años que podrían involucrar más de una pérdida, será psicológicamente mucho más difícil. Eso hace que las mujeres tengan una ventaja: el factor más importante a la hora de enfrentar el envejecimiento de forma real y no idealista es la red de contactos que construyes en sociedad y que te incluirá, algo en lo que las mujeres son mejores a medida que envejecen. La razón es que el trabajo es el principal recurso para estar en la sociedad de los hombres y a medida que envejecen el trabajo va desapareciendo, y con él, sus redes.
Por eso oprimirse a un sistema que afecta tu autoestima y capacidad de iniciar nuevas relaciones es tan cuestionable si, al final, no te quedará ni salario, ni amistades, ni actividades. La solución parte por no pensar que otro que tenga una edad avanzada no puede hacer las cosas, porque al envejecer se pueden buscar los temas que a uno realmente le gusta hacer. A veces es la lectura o la música puede ser cualquier actividad que te haga encontrarte con otro que, teniendo una edad distinta y una realidad distinta, enriquezca tu vida, mientras tú también enriqueces la suya”.
Nuestros círculos deben dejar de girar en torno a la edad
“El primer acto de combate contra la discriminación es revisar nuestro interior y ver cómo estamos discriminándonos a nosotros mismos si somos mayores y a quienes también tienen una edad avanzada. Si el miedo apaga nuestros procesos racionales, también lo hará con nuestra empatía, por eso al combatirlo con la apertura a escuchar las historias de personas que están enfrentando los mismos obstáculos en su vida podremos entender dónde se originan los límites y prejuicios para todos adultos mayores.
Hay que estar atentos a ese origen de mensajes discriminatorios y a lo qué buscan también. En ese camino, hay que juntar todas las fuerzas de las personas que también quieran liberarse de este estereotipo, lo que hace indispensable conversar estas cosas con distintos grupos etarios para que la sociedad cambie de raíz.
Por ejemplo, todos dicen que el Covid está haciendo que el “edadismo” empeore, pero, en realidad, está exponiendo lo que ha estado ahí durante todo este tiempo y nos hemos rehusado a mirar. Ahora tenemos una ventana para que la gente que nunca ha sido discriminada antes por envejecer, pueda ver cómo esta estructura acaba con las personas antes de tiempo. Mientras más personas se unan a la cruzada, se vean diferente a ti y tengan otra cantidad y calidad de experiencias, mejor”.