Para ser bella hay que ver estrellas
Hace unas semanas comencé un tratamiento de depilación láser que había postergado por años. Una de las razones fue la plata, ya que antes eran mucho más caros. Pero el motivo principal era que me daba mucho miedo sentir dolor. Esto porque en una oportunidad, a una de mis mejores amigas la quemaron en uno de estos procedimientos. Yo la acompañé y viví con ella ese trauma. A pesar de eso, me atreví. Cuando estaba en la camilla, sudando frío del nervio, la mujer que me atendía me preguntó si era la primera vez. Le conté de la experiencia de mi amiga y, aunque me aseguró que no me iba a pasar lo mismo, también me advirtió que iba a sentir algo de dolor, como unos pequeños pinchazos. "Es que para ser bella hay que ver estrellas", dijo al concluir su explicación.
Me quedé pensando. ¿Cuántas veces en la vida las mujeres escuchamos esa frase? Recuerdo perfecto cuando era chica y teníamos que salir. Mi abuela, que era la encargada de llevarme al colegio, me sentaba en las mañanas frente al espejo y cepillo en mano y me armaba una cola de caballo perfecta sin que ningún pelo saliera de su lugar. Yo, con los ojos achinados por lo tirante del moño, no me atrevía a quejarme, porque las veces que lo hice, mi nona inmediatamente soltaba esa misma frase. Como si desde pequeñas tuviéramos que entender que una de las obligaciones de ser mujer es verse linda, aunque esto implique un sufrimiento físico.
La idea la vi reforzada durante mi adolescencia y hasta ahora que soy adulta. Cuántas veces para ir a fiestas me puse unos tacos con los que apenas podía caminar, que me dejaban heridas en los pies, solo porque según mis amigas me hacían ver más linda y estilizada. O las veces que me sometí a dietas o masajes dolorosos para adelgazar cuando subía un par de kilos. Sin ir más lejos, para mi matrimonio usé un vestido precioso, con el que me veía realmente estilizada, pero con el que, al mismo tiempo, apenas podía respirar. Para un día en el que tenía que estar feliz y ojalá lo más cómoda posible, porque la idea era pasarlo bien, bailar y compartir con mis amigos hasta que amaneciera, elegí un vestido que me hacía sentir incomoda. Y es que esa frase, 'para ser bella hay que ver estrellas' la tenía tan internalizada –incluso ahora que lo recuerdo, en una de las pruebas de vestuario mi mamá también me la dijo– que ese día primó en mi decisión el cómo me iba a ver antes que el cómo me iba a sentir.
¿Vale la pena todo el sufrimiento? Me pregunto por qué las mujeres tenemos que pasar por esto, cuando los hombres obviamente siempre privilegian su comodidad versus su imagen. La forma de pensar de ellos tiene toda la lógica del mundo, pero tampoco creo que nosotras tengamos la culpa. Si desde niñas escuchamos frases como ésta, que justifican que sintamos dolor o incomodidad para lograr vernos lindas, es normal que repitamos esa conducta. El físico de las mujeres es una de las cuestiones en las que el patriarcado entró con más fuerza. Todo tiene que ver con nuestro cuerpo y su "belleza". Estamos constantemente bombardeadas de mensajes que nos dicen cómo debería ser un cuerpo femenino. Y eso nos ha llevado a relevar el cómo nos vemos ante el cómo nos sentimos.
Por suerte las cosas están cambiando. Tengo dos hijas chicas, de 6 y 4 años. El otro día estábamos en la casa de mi mamá tiradas todas en el living pos almuerzo. En un momento, mi mamá se sacó los zapatos y se quejó por una herida que le habían hecho unos zapatos. Mi hija menor le preguntó qué le había pasado y, entre la respuesta, dijo de nuevo la famosa frase. Me senté rápidamente para tratar de explicarle, pero no fue necesario. "Abuela, por qué tenemos que ver estrellas", le dijo la chica. Y la más grande se metió: "Yo nunca usaría unos zapatos que me aprieten, porque en el colegio me enseñaron que no importa el cuerpo que tengamos, ni lo que usemos, porque todas las mujeres somos bellas". Al escucharlas sentí una leve sensación de alivio.
Paula León (37) es relacionadora pública de una empresa.
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