Buen dormir de madres y padres: Factor clave en la crianza
Uno de los aspectos conocidos al momento de convertirse en padres y madres, es que las horas de sueño disminuyen notablemente, tanto en su cantidad como en su calidad. Los primeros meses de vida, los bebés no siguen patrones de sueño regulares ya que es necesario que se despierten cada tres horas, aproximadamente, para alimentarse. En este ámbito, las mujeres que dan a pecho son las que especialmente sufren despertares nocturnos, fragmentación de sueño y con ello, fatiga.
Un estudio realizado en España, calculó que padres y madres se ven privados de entre 400 a 700 horas de sueño el primer año de vida de un hijo, y subestimar este cansancio, puede tener consecuencias tanto en la salud de los adultos como en el disfrute de esta etapa de crianza, por lo tanto, es importante no normalizar la privación de sueño.
La falta de sueño puede significar en la salud agotamiento, falta de energía y malhumor, entre otras cosas. Además, ciertas investigaciones han demostrado que la falta de sueño podría tener un impacto en la consolidación de la memoria, la cual consiste en que los aprendizajes de corto plazo pasen a formar parte de los recuerdos de largo plazo. Esto ocurre en la zona cerebral llamada hipocampo y sucede durante nuestras horas de sueño.
“El sueño tiene funciones biológicas importantísimas para reponernos, para que al día siguiente podamos seguir funcionando. Y desde ahí surge la necesidad de estar descansadas y descansados para tener energía para contener y sostener todos los procesos de desarrollo de las niñas y niños. Desde ese punto de vista, que un papá o mamá este descansado, ayuda a que podamos estar con mayor energía y disposición para sostener las pataletas, el cambio de pañal y un montón de cosas para las que necesitamos estar tranquilos”, explica la psicóloga clínica experta en sueño materno infantil, Pamela Labatut.
De acuerdo a esta especialista, la mujer viene durmiendo mal desde el embarazo, donde por temas hormonales baja su calidad de sueño, a lo que se suman también despertares y posibles desvelamientos. Durante el puerperio, pasan por un ajuste hormonal ya que en los primeros meses las madres se aclimatan a este nuevo bebé y están agotadas físicamente, y por todo esto es que hay una necesidad de contención hacia ella. Según explica Pamela, la forma en la que la puérpera interpreta su propio sueño o el sueño de sus hijos tiene que ver con su estado emocional, de cuán acompañada o sostenida ella se siente en el puerperio. Es una interpretación muy subjetiva, asegura.
“Con la llegada del bebé, el sueño no mejora. El estar durmiendo mal podría generar mayor propensión a depresión, o la depresión podría provocar un mal dormir, ambas son posibles. Pero lo que se sabe es que cuando una mujer se siente apoyada y sostenida, aunque el bebé se despierte diez veces, si tiene a alguien a su lado y se siente acompañada, va tener una mejor calidad de sueño”, explica.
Pamela agrega que en este contexto resulta fundamental la co-parentalidad, tanto nocturna como diurna, ya que culturalmente se espera que las madres sean las que tengan mayor disponibilidad para el bebé, lo cual se torna un circulo vicioso en cuanto sus tareas. “Por ejemplo, puede conducir a que sean ellas las que quieran dar leche, no por obligación, sino porque se cree que otra persona no lo podrá hacer. Cuando no tiene que ver con el pecho si no que con no estar habituado a hacer dormir a esa persona. Si el padre fuera constante en hacerlo dormir no habría problemas. La idea es que siempre haya un trabajo en equipo, que se puedan turnar, que cada familia vaya encontrando su ritmo y que los padres sean más protagonistas en esto”.
Por otro lado, cuando los bebés tienen pocos meses y aún están lactando, la especialista recomienda que duerman cerca de ellos, ya sea en la misma habitación o en una continua, para cuando los padres tengan que levantarse a atender las necesidades del bebé, no tengan que despertar por completo e interrumpir su sueño. Cuando el ciclo circadiano del adulto se corta, genera una sensación al día siguiente de no descanso, es por esto que en la medida que se mantenga cerca al bebé se pueden cumplir sus necesidades sin interrumpir el sueño por completo con tanta movilidad. Además, según comenta Pamela, se ha visto científicamente que las madres que duermen cerca de sus hijos, sincronizan su ciclo de sueño con el del bebé, y suele ocurrir que la madre justo pase por una fase de sueño ligero cuando la guagua se despierta.
Se ha observado también en investigaciones a mujeres puérperas, que durante los primeros dos días, las que daban pecho dormían 2,5 horas más que las que no lo hacían. “En la leche hay melatonina y triptófano, que son dos componentes que ayudan a dormir. El triptófano ayuda a la producción de la serotonina que es la hormona del bienestar, por lo tanto, está súper vinculado con que las mujeres que lactan o que están produciendo oxitocina, estén de mejor genio o humor”.
En cuanto a las niñas y niños más grandes, Pamela describe un escenario que está ocurriendo mucho en pandemia y es que se están cambiando más que antes a la cama de los padres. Para la psicóloga, el colecho es algo muy habitual pero podría afectar la intimidad de los padres o su descanso. Desde el punto de vista psicológico, los expertos consideran que los padres que duermen con sus hijas e hijos, más que protegerlos del miedo que puedan estar sintiendo, causan un efecto contrario limitando su crecimiento físico y su independencia. En relación a esto, Pamela asegura que hay que mantener un equilibrio entre las necesidades de los menores y la de los padres.
¿Cómo se puede lograr esto? Según explica, a las niñas y niños mayores de tres años se les puede decir que esta noche pueden quedarse, sin embargo, los otros días deberá permanecer en su cama. En cambio, a los más pequeños que les puede costar más, la especialista recomienda que el sueño sea inducido en la cama de los padres pero que sepan que después serán cambiados a su pieza. “Así se mantiene un equilibrio en el cual se vuelven más seguros, puesto que con todo esto que esta pasando se sienten inseguros. Que busquen la cama de los padres es un síntoma de aquello”, explica.
Por último, es importante destacar que los malos hábitos de los padres también están incluidos en su privación de sueño. Durante la pandemia el tiempo en pantalla ha aumentado considerablemente, y su uso en hora nocturna puede generar problemas para conciliar el sueño o generar hábitos saludables respecto a este. Para Pamela, en estricto rigor, no hay un porcentaje muy alto de niños con trastornos de sueño, pues hay quienes despiertan la cantidad normal, lo cual es natural hasta cierta edad. Pero, según comenta, hay muchos padres con trastornos de sueño que se deben más por sus malos hábitos, que por reales problemas de sueños de sus niños.
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