Camila Vallejo: "Feliz habría protestado pechugas al aire"
Han pasado 7 años desde que saltó al primer plano como dirigente de la FECh, cargo que no quería y que la sumió en una vorágine que incluyó convertirse en personaje nacional y mundial, masculinizarse, blindarse, embarazarse y ser electa diputada. Ahora, con 30, confiesa que se ha quitado la coraza, admira a las dirigentes feministas y quisiera dejar ese internado machista que es el Parlamento.
En su antebrazo derecho tiene tatuadas 'Las tres edades de la mujer', la obra de Klimt, su pintor favorito, que se hizo hace 4 años como tributo a su hija Adela Sarmiento. En el izquierdo, tan lindo como el derecho, "muchas y bellas rosas", dice, recordando lo que le dolió hacérselas. Y otro tatuaje pequeño. Se levanta el pelo para mostrárnoslo y estira el cuello largo de piel alba y lisa, en un gesto impensado en 2011, cuando tenía 23 años y se convertía en la bella, adusta y comunista presidenta de la FECh en el peak del movimiento estudiantil.
Camila Vallejo ahora tiene 30, es diputada reelecta por el distrito 12 de Santiago hasta el año 2022. Sigue siendo comunista y luce relajada y simpática. "He crecido, he aprendido mucho en estos años. No tengo miedo a plantearme las cosas, a ser lo que soy y mostrarme como soy, sin la coraza que me construí en 2011, cuando me vi obligada a convertirme en presidenta de la FECh".
¿No querías serlo?
Me vi presionada. Me daba miedo asumir esa tarea. Pavor, en realidad. Pero fueron las compañeras las que empezaron a proponer mi nombre cada vez con más fuerza, y en ese tipo de movimientos se decide todo de manera colectiva; así es que fue imposible negarme. Sabiendo que por ser mujer tendría una lupa encima, me empeñé en que no se me utilizara, no se me frivolizara. Que los medios me entrevistaran para preguntarme si me peinaba así o asá o si tenía pololo no era algo que yo podía aceptar.
Su innegable belleza contribuyó a que todos quisieran saber más de ella, pero Camila se cerró como ostra. "El movimiento estudiantil, sin duda, era muy masculinizado. En la dirigencia casi no había presencia femenina y estaba históricamente conducida por hombres. Fui la segunda mujer en dirigir la FECh; antes de mí había logrado serlo Marisol Prado, una compañera comunista. Después vinieron muchas otras. El machismo estaba muy presente en todos los movimientos de izquierda, y cambiar eso no era algo que entonces estuviera en las demandas del movimiento estudiantil, sí en mi discurso y en el de las compañeras. Cuando gané la presidencia de la Federación algunos decían que había sido "gracias al voto hormonal".
¡Qué ofensivo! Que habías ganado por 'rica', ¿eso era?
Eso: una estupidez. Siempre el cuestionamiento a la capacidad de las mujeres. Nunca se ha sabido que a un dirigente lo cuestionaran por guapo.
Probablemente son todos feos…
No, no es eso. Ha habido varios bien minos -dice, riéndose con ganas.
Como muchas, se masculinizó para ejercer el liderazgo. "Me pasó eso. Me construí una coraza y la usé por mucho tiempo. Cuando una mujer se muestra firme, inevitablemente la consideran amargada, fría, calculadora, fome. Y si se humaniza o se quiebra, como me sucedió después, cuando en el Congreso exploté por las muertes de niños en el Sename, la reacción unánime fue "la política es sin llorar". Esa vez tenía la sensibilidad a flor de piel: acababa de tener a mi hija Adela y había estado recién en Palestina, donde vi los sufrimientos horribles que padecían los niños, por eso no me aguanté y lloré. Y fueron implacables, porque el Congreso es un ambiente muy masculinizado, donde a las mujeres nos critican por A o por B o por C. Por eso, ahora, cuando veo el movimiento de las estudiantes, las académicas, las funcionarias, me emociono. Admiro el coraje, la valentía con que han salido a las calles a tomarse los espacios e incluso a corretear a los hombres encapuchados que han buscado opacar su protesta".
FEMINISMO REVOLUCIONARIO
"No sé si pintarme la boca roja es parte de mi liberación, pero quizás tenga que ver con que ahora entiendo y asumo lo que soy", nos dice en un pasillo del ex Congreso Nacional, donde conversamos y le proponemos comparar el movimiento de los pingüinos de 2011 con la ola feminista actual.
Viste una blusa estampada con un profundo escote en V, de mangas apretadas que se ensanchan a la altura del codo, calzas de cuerina y botines de taco bajo. Está maquillada sutilmente, pero la boca, de un rojo violento, denso y opaco, destaca en su cara de piel y facciones perfectas, compitiendo con el azul de sus grandes ojos. Es una Blancanieves moderna, más madura y más mujer.
Parte diciendo: "Me encanta la fuerza propia que tiene esta ola feminista, y la intensidad y solidaridad de sus vocerías. Me habría gustado que en mi época de dirigente hubiese habido esta conciencia de género, que esto hubiera pasado antes. Si bien el movimiento feminista tiene 80 años en Chile y muchos más en otros países, estamos en un momento crucial a nivel mundial. Es la hora del 'basta ya', las mujeres no somos cosas.
¿Cómo ves que se suman los hombres a esta ola?
La mayoría está confundido. A un hombre heterosexual machista esto le asusta y tiende a reaccionar con miedo, a la defensiva. Pero creo que también hay una parte de ellos que están siendo aliados del movimiento y se están cuestionando su historia, sus prácticas, sus decires, su masculinidad. Es tan errado asociar la masculinidad a la fuerza del macho. También es viril y heroico respetar a la mujer, luchar por detener la violencia de género. Es sexi ver a un hombre cuestionarse cómo ha ejercido su masculinidad hasta ahora. No necesitamos hombres que empiecen a analizar con tono paternalista lo que nos pasa ni que se pongan a interpretar nuestras demandas y a darnos consejos.
Le paraste el carro a Giorgio Jackson por interpretar cómo te sentías frente a cómo quedó el proyecto sobre la gratuidad. Y le tiraste encima un anglicismo bien femenista: mansplaining, que en español lo traducen como la 'machoexplicación'.
Jajajá, el mansplaining. Eso nos pasa mucho. Pero es bonito cuando los hombres reconocen su error; él me pidió disculpas. Lo importante es que los hombres repiensen su masculinidad, porque así vamos a poder convivir de una manera mucho más sana.
La diputada cree en sancionar los piropos ofensivos. "Me gustan la amabilidad y la simpatía. Bienvenidos sean una palabra y un gesto simpático, pero los supuestos halagos de connotacion sexual son inaceptables. 'Quiero chuparte hasta no sé dónde…' no es algo que uno quiera oír en la calle. Ese tipo de vejaciones las viven las mujeres a diario. Pero en el Parlamento, en comisiones de puros hombres, parecen temas insignificantes que no les interesa poner en tabla. Y si lo hacen, se ponen creativos para trabarlos y no avanzar".
Camila se ríe cuando le hago notar que varias de las dirigentes actuales se llaman Amanda, y que son -tal como eran los pingüinos- muy voluntaristas en sus demandas. "Que saquen a Varela", exigen, pidiendo la cabeza del ministro de Educación.
¿De qué sirve eso?
Este es un movimiento feminista, a mi juicio, revolucionario. Busca un cambio de sociedad, de paradigma cultural, político, legislativo, de todo orden. Yo entiendo que cuando el movimiento feminista trata de interlocutar, no quiera hacerlo con alguien que reproduce las prácticas y los discursos machistas, pero las demandas van mucho más allá de eso. Quieren una educación no sexista y acabar con el acoso, y los instrumentos que están utilizando para ello me parecen todos legítimos.
SEXO SIN CONSENTIMIENTO = VIOLACIÓN
Sobre la Agenda Mujer, a cuya presentación en La Moneda asistió con su amiga Karol Cariola, sostiene que es "simplemente una reacción. Hubiera sido muy poco inteligente que en este contexto de manifestaciones femeninas tan masivas el Gobierno no hubiera hecho nada. Pero lo que pudo ser una buena noticia, empieza a ser motivo de preocupación. La propuesta para combatir la discriminación de las isapres hacia las mujeres parece una instrumentalización de las demandas feministas para perpetuar un modelo desigual, que permite a los grupos económicos seguir haciendo negocio con la salud de las personas".
Tal como me llamaba la atención que se demandara educación superior gratuita para todos y que los dirigentes nunca dijeran nada sobre los casi 78 mil niños y jóvenes que están excluidos del sistema escolar, ahora echo de menos que no se mencione a las mujeres en situación de calle, a las discapacitadas, a las inactivas, a las más vulnerables. ¿Qué piensas de eso?
No hay que poner a pelear las reivindicaciones por mayor justicia. El movimiento feminista lucha por la igualdad integral. No es feminista un movimiento que pide solo más mujeres en un directorio si en ese directorio se sigue explotando a las trabajadoras.
Cuando le preguntamos qué impresión le causa Isabel Plá, la ministra de la Mujer y la Equidad de Género, sin saltar de entusiasmo, le concede que "ha mostrado muy buena disposición a revisar el proyecto que presentamos con Karol Cariola sobre que las relaciones sexuales sin consentimiento son violación, tema que fue frivolizado y ridiculizado por las voces machistas y conservadoras de siempre".
DEMOCRACIA EN LA CALLE, EN LA CASA Y EN LA CAMA
Es la hija del medio de Mariela Dowling, dueña de casa, y del actor y microempresario en calefacción Reinaldo Vallejo. Su hermana mayor es periodista y Joaquín, el menor, de casi 20 años, vive con ella y estudia ingeniería en sonido. Sus padres son militantes del PC desde siempre. "Ellos nunca intentaron influir políticamente en mí, pero me educaron en los valores de la solidaridad y de la justicia social. Me hicieron tener conciencia de que había gente en Chile que estaba sufriendo y siendo excluida de los beneficios del crecimiento, y que esa exclusión no era casual. Yo no milité mientras estuve en el colegio. Fue recién cuando entré a la Chile que tomé conciencia de lo que sucedía en la universidad pública más importante del país. Conocí la realidad de los alumnos endeudados, y me metí de lleno en la lucha por una educación superior gratuita y de calidad para todos".
Su única rebelión anterior había sido contra "los estereotipos que imponía ser niña. Tuve una etapa en que vestía con ropa de niño y pedía juguetes de hombre", cuenta. Admira a su mamá "por haber defendido siempre que ser dueña de casa era un tremendo trabajo. 'Esta es una pega, la más importante, compleja y agotadora', sostenía. Es la sociedad la que nos enseña a decir 'mi mamá no trabaja; es dueña de casa', lo que es muy injusto. Tampoco se nos enseña a conocer la historia de grandes chilenas pioneras de la lucha por la igualdad, desde Gabriela Mistral hasta Julieta Kirkwood, pasando por Elena Caffarena y tantas otras".
¿Desde cuándo eres feminista?
Empecé a entender el feminismo en la dirigencia estudiantil, por las discriminaciones que una enfrenta al ser mujer en la política, por lo que me tocaba vivir con la prensa. Después conocí la OCAC, Organización Contra el Acoso Sexual Callejero, y empecé a abrir la mirada frente a los distintos tipos de violencia de género y a entender mi propia historia. Es increíble cómo el feminismo te abre los ojos a los distintos tipos de desigualdad y discriminación que se viven en Chile. Hoy soy feminista por las mismas razones que soy comunista, porque creo y quiero la igualdad y emancipación de todas y de todos. Julieta Kirwood fue superimportante. De ella es la frase "democracia en la calle, en la casa y en la cama", que alude a conceptos como el respeto mutuo, la sana convivencia, el que las mujeres no somos cosas, que no estamos siempre a disposición.
Reconoce el apoyo que le dio siempre Mireya Baltra, la histórica militante comunista que partió como suplementera y llegó a ministra del Trabajo de Salvador Allende, y que "hoy está guardadita, porque está casi ciega". Destaca a Gladys Marín, "quien instaló dentro de Partido Comunista la discusión sobre la diversidad sexual y la necesidad de abandonar el machismo y la homofobia. Su amistad con Lemebel es prueba de esa convicción. Hoy nosotros tenemos compañeros trans y homosexuales, incluso en cargos y concejalías importantes. Y eso es gracias a la Gladys".
Aunque le quedan años en la Cámara de Diputados, a ratos, dice, le encantaría ejercer la geografía, profesión que estudió, "porque complementa muy bien la parte científica y el humanismo. Solo alcancé a hacer la práctica. Mi único trabajo asalariado anterior al actual fue el de garzona. Luego vino la vorágine de la dirigencia estudiantil y de la campaña política, el quedar embarazada y ser madre, y ahora estoy en esta especie de claustro que es el Congreso. Me gustaría parar en algún momento. No de luchar, pero quisiera hacerlo desde una trinchera distinta a la del Parlamento. Me queda hasta el 2022, pero estoy explorando qué haré después. El Congreso es como un internado, a ratos muy violentador. Cuesta vivir expuesta al micromachismo a diario. A ratos estoy chata, aunque tengo días y días. La política es muy vertiginosa. Tienes un lunes terrible y el martes es pleno de cosas positivas. Y debes desarrollar tentáculos, porque no basta con dos manos para todo lo que debes hacer. Por suerte, estoy más madura. He aprendido a crearme espacios. A darme respiros -dice, entre suspiros.
Cuenta que su pareja, el músico Abel Zicavo, vocalista del grupo Moral Distraída, es su refugio, y que aunque ha pensado en tener más hijos, prefiere ir "piano, piano". También la conforta sentir que ha logrado cosas importantes: "Se me acercan mujeres que agradecen lo que hemos hecho en términos de gratuidad. Sabemos que no es suficiente y eso a veces es frustrante, pero cuando una madre te agradece por lo mucho que ha impactado la gratuidad en la vida de su familia, todo vale la pena".
De estar hoy en la dirigencia del movimiento feminista, ¿habrías protestado con las pechugas al aire?
Claro que sí, feliz -responde, sacando pecho-. Esas imágenes de tetas grandes, chicas, paradas, caídas, claras, oscuras, que Chile ha mostrado al mundo, son hermosas. Y el mensaje es claro: "Estas son mis pechugas, esas que tú buscabas en páginas porno para masturbarte y que ahora que yo decido mostrarlas, desexualizadas, a ti te escandalizan y te parecen inapropiadas".
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