El pasado 22 y 23 de marzo serían fechas muy especiales para miles de fans de la música pop en Paraguay. El Festival Asunciónico traía a artistas como Miley Cyrus, Foo Fighters y Machine Gun Kelly. Otra de las estrellas más esperadas era Doja Cat. Sin embargo, ninguno de ellos llegó al escenario ya que, debido a fuertes temporales e inundaciones, el evento fue cancelado. Pero Doja Cat vivió mucho más que la cancelación de su concierto en ese país.

La cultura de la cancelación o cancel culture como es más conocida en el mundo de las redes sociales, es una forma de ostracismo digital. Se trata de una práctica que busca dar cuenta de contenido potencialmente ofensivo que haya sido publicado en internet para que su autor se vea forzado a hacerse responsable o sea socialmente sancionado por sus propios seguidores. Daniel Halpern, Ph.D en Comunicaciones y especialista en Tecnologías de la Información, explica que se trata de un acuerdo masivo entre usuarios de las redes sociales —como Youtube, TikTok y Twitter en las que se da con mayor frecuencia este fenómeno—. “A través de este acuerdo deciden de alguna u otra forma sancionar públicamente a una persona ya sea manifestándose online pero también puede ser offline”, comenta.

Y eso precisamente fue lo que ocurrió con la cantante estadounidense. Luego de la suspensión de su show en Asunción, Doja Cat recibió algunos tweets de sus seguidores reclamando su falta de consideración con los fans que la esperaban y preguntando dónde había quedado la humildad que la caracterizó en los inicios de su carrera. La cantante respondió con insultos. La discusión escaló entre ella y múltiples usuarios de la red social hasta el punto que la artista prometió retirarse de la música y cambió su nombre en Twitter a “I quit”.

La diferencia con otros tipos de denuncias sociales digitales como las funas a través de redes, es que en el caso de la cancelación no se da cuenta de un delito ni de una agresión, sino más bien de una transgresión de ciertos cánones y valores que representan al grupo al que pertenece la figura pública. “Se trata de una persona quien, acorde a los cánones éticos morales de este grupo no es apropiada para la sociedad, para los valores que la sociedad hoy día debería representar”, explica Daniel Halpern. Agrega que muchas cancelaciones tienen su origen en una discrepancia cultural como también política- ideológica y que lo importante es que “de acuerdo con los valores representados por este grupo de personas creen que no son acorde a la forma de pensar que debería tener hoy día esa figura. Y ellos deciden tomar parte en el asunto y esto es lo que se conoce como cancelar o prohibir el acceso”, explica.

Además, otra de las características que distingue a la cultura de la cancelación es que tiene una repercusión inmediata y diferente a una funa. Y es que se trata de un llamado a derrocar de su posición de privilegio a ese personaje que no actuó de acuerdo con lo que se esperaba de él o ella. Según un estudio conducido por PEW Research Center en 2020 cancel culture “es un movimiento que remueve el estatus de celebridad de una persona […] a raíz de un comportamiento ofensivo o de una transgresión”. En otras palabras, opera como una especie de boicot profesional en contra de quien ha sido cancelado. Y Doja Cat es también un ejemplo de esto. En 2020 luego de que comenzaran a circular imágenes en las que se daba cuenta de la participación de la cantante en chat rooms racistas, el llamado a la cancelación fue la respuesta inmediata. El hashtag #DojaisOverParty se convirtió en trending topic. El estudio de PEW explica que cancelar a una figura pública en redes sociales “también puede ser utilizado como una forma de humillación pública en plataformas digitales”. El problema es que en menos de 24 horas el trending topic se convirtió en #WeAreSorryDoja cuando se desmintió la información y se supo que las imágenes eran falsas.

Y es que la cultura de la cancelación puede ser un arma de doble filo. Si bien por una parte permite hacer que personajes públicos se hagan responsables de sus actos y sus dichos, por otra, le da muy poco espacio al error. “Empieza el juicio inmediato. Entonces una de las problemáticas más grandes es que como hoy día todo queda grabado, todo quedó online. A las personas les cuesta mucho más perdonar pero la sociedad también se basa en el perdón, en la capacidad de que alguien diga la verdad. Yo dije esto pero me equivoqué. Me vieron haciendo esto y todos nos equivocamos y cometemos errores”. Halpern explica que esta conducta a nivel social es problemática porque inhibe la participación y la expresión de las personas. “Al primer error se trata de romperlo en las redes sociales, destruir al otro y ahora estoy esperando que esto pase y ni siquiera quieren escuchar otra visión ni otra versión”, comenta. “Y eso no es una sociedad sana cuando mi motivación es destruir a la otra persona. Si se actúa como jauría de forma inmediata, sin reflexión y destruyendo al otro, las personas van a estar aterradas de participar porque van a sentir que por cada cosa, por cada error los pueden destruir”.

Además, el especialista en Tecnologías de la Comunicación agrega que otro de los grandes riesgos de la cultura de la cancelación puede ser una forma de silenciar cualquier opinión que no nos parezca apropiada. En una era en la que miles de personas disponen de una plataforma para hablarle a la multitud, usar la cancelación como herramienta para censurar discursos que no se ajusten a nuestro paradigma aprovechando la fuerza de la masividad y la protección y anonimato que nos entrega estar tras una pantalla, puede ser tentador.

Daniel Halpern confirma que precisamente este tipo de fenómenos conllevan el riesgo de generar poca tolerancia hacia el que piensa distinto. “Si alguien no piensa como yo creo que debiese ser, como son mis valores, lo cancelo en vez de entrar y discutir o conversar”, comenta. Según la publicación de PEW, un 60% de los encuestados creen que la cancelación es una herramienta que fomenta la responsabilidad en las figuras públicas versus un 40% de las personas que creen que se presta como un potencial castigo injustificado para las opiniones disidentes.

Para muchos puede parecer que la reacción de Doja Cat tras el incidente de Paraguay fue exagerada y su promesa de dejar la música extrema. Pero quizás esta controversia fue la gota que rebalsó un vaso que ya estaba repleto. La cantante tiene un amplio historial con incidentes de cancelaciones en redes en su corta carrera. Por dichos homofóbicos, canciones con letras alusivas a racismo, participación en chats con Incels entre otros. Pero así como ha sido cancelada, ha sido perdonada. Y es que aun cuando quizás no sea el caso de Doja Cat —al menos no todavía—, tras la cancelación hay lecciones por aprender y posibilidades de redimirse. Según el estudio de PEW ser cancelado “puede ser un momento de aprendizaje que permita a las personas aprender de sus errores para hacerlo mejor en el futuro”.