El 1 de diciembre la académica experta en perspectiva de género y ex vicepresidenta de WIM Chile, Carla Rojas Neculhual, recibió un galardón en la categoría “Unsung Heroes” (Héroes Desconocidos) de la Conferencia Internacional Mines and Money en Londres, Inglaterra. Se trata de un reconocimiento al impacto en la transformación de la industria minera; un evento internacional que reúne a los inversores, empresas y profesionales del sector minero desde hace 20 años. El premio de Carla fue por su trayectoria: en los últimos 12 años ha liderado tres estudios a nivel nacional en la industria, con más de 10 mil personas encuestadas y cientos de entrevistas a mujeres del sector. Pero ella lo que valora, es que en un espacio tan masculinizado, como es la minería, se haya premiado a una mujer, que además ha desarrollado su carrera justamente con el objetivo de acortar las brechas de género en la industria.
Y es que, según su último estudio Mujer y Minería 2022: Barreras y desafíos para la incorporación y desarrollo de la mujer en la industria minera, todavía un 69% de las trabajadoras afirma que existen prácticas de discriminación de género, mientras que un 41% refiere haber observado discriminación por género. Y en materia de acoso sexual, el 32% de las trabajadoras refiere haber vivenciado bromas en doble sentido, silbidos y piropos, seguido por un 31% que señala haber recibido comentarios sobre su cuerpo.
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Fue en 2010, cuando Carla –quien había trabajado en Transantiago durante dos años– recibió un llamado para una postulación para el cargo de psicóloga ocupacional en una empresa contratista minera. La razón por la que quedó seleccionada, según le dijeron, fue por su experiencia en el manejo de espacios masculinizados. Así que desde el primer día la enviaron inmediatamente a faena.
Una de las primeras situaciones que le tocó vivir fue que al llegar le hicieron sacar de una especie de tómbola, una bolita. A ella le tocó la de color naranjo y todos los que estaban ahí se rieron. No lo entendió bien y luego le dijeron que era para hacer un test de drogas; que a quienes les tocaba ese color, tenían que hacerlo. El problema es que es un test de orina y no hay un lugar muy privado para tomar el examen. Así que las burlas –luego entendió Carla– tenían cierta connotación sexual.
Esta fue una de las primeras situaciones irregulares que comenzó a ver en faena, así que decidió estudiar el acoso sexual, laboral y maltrato en ese rubro. “Como trabajaba para una empresa contratista, tuve que visitar casi todas las faenas y algo que me llamó la atención, cuando compartía habitación con otras mujeres, es que toman muchos medicamentos: para dormir, para la ansiedad, etc”. De hecho Carla también comenzó con cierta sintomatología y se dio cuenta de que de lunes a jueves tenía que fingir ser otra persona, y que eso le estaba trayendo consecuencias en su salud mental. “En ese tiempo aún los trabajadores cuchareaban en el casino cuando entraba una mujer, igual que en la cárcel”, cuenta.
Su tesis de magíster, Incorporación de la mujer en la minería: el impacto de una cultura masculina, donde investigó sobre el daño en la salud mental de las mujeres en la industria minera fue su primer trabajo al respecto. Pero no fue fácil porque nadie, ni las mujeres, estaba muy dispuesto a hablar. “Yo misma viví una situación de violencia que denuncié. Y cuando lo hice, mis vuelos comenzaron a salir en horarios más difíciles, me tocaban peores turnos, etc. Al final recibí un castigo por denunciar y ahí entendí por qué las mujeres no lo hacen”, cuenta.
¿Qué descubriste en ese trabajo de investigación?
Fue una investigación cuantitativa. Lo hice a propósito así, con una ecuación estructural, porque sabía que en la industria minera piensan en números. Si sólo hacía entrevistas, sabía que iban a decir que esto era una cuestión “esotérica”. Usé KPI (conocido también como indicador clave de rendimiento o medidor de desempeño) y junté la teoría de enfoque de género, y los primeros resultados fueron que las mujeres en minería se validan de distintas maneras: haciéndose un amigo con poder o teniendo un padrino en la faena; haciéndose la “super mina” o maculinizándose; sobreexigiéndose, es decir trabajando en sus descansos; o también llevando el rol privado a la faena.
¿Cómo es eso?
Por ejemplo, si son jefas se comportan como mamás, si son subordinadas como hijas, y en el caso de los pares, como la señora. Propuse esta teoría pensando en que las mujeres se iban a ubicar en un solo rol, pero todas las mujeres señalaron tener todos esos roles, es decir, dependiendo de la situación, se ubican en uno. Y esto obviamente significa un desgaste mental tremendo, porque tienen que fingir ser alguien de lunes a viernes. Y a esto se le suman las situaciones de acoso sexual y discriminación. Ahí entendí la necesidad de tanto medicamento.
¿Qué otro tipo de discriminaciones viste?
Bromas y desvalidación del trabajo de las mujeres. Recuerdo que una vez capacité a cerca de 700 trabajadores en faena y evité una huelga y un gerente me felicitó y después me dijo que lo había logrado “por mi escote”. Había trabajado a tope, con un equipo de psicólogos, entregué un informe profesional y el tipo me dijo eso. Es decir, para él mis competencias técnicas no eran relevantes.
¿Una cultura machista arraigada?
Eso escuché muchas veces cuando pasaban estas cosas: así es la cultura. Pero no me parece que esa sea una justificación, eso se puede cambiar. Antes de meterme a este rubro yo era experta en transformación cultural y sabía que la industria minera había cambiado en otros aspectos, por ejemplo, antes se decía que el cobre chileno iba con sangre, por los indicadores de accidentabilidad. Cuando desde fuera empezaron a aparecer alertas que ponían en riesgo la exportación si es que no se solucionaba ese problema, se transformó una cultura y esa transformación fue rápida. Es decir, tomó años, pero hubo planes de acción, se contrataron prevencionistas de riesgo, se establecieron las medidas mínimas de control de daños y hoy Chile puede liderar la industria minera con el tema de seguridad. Entonces cuando me dicen que en la industria las cosas son así, refiriéndose a una cultura machista, yo les digo que las cosas pueden cambiar, y tienen un ejemplo reciente de cambio. Si el enfoque de género es cultural y se ha educado así, también se puede reeducar y sobre todo tomar conciencia de la importancia de hacerlo.
¿Cuánto ha aumentado la participación femenina en minería?
Cuando partí, hace poco más de diez años, había un 6%, ahora vamos en un 12%. Y si bien la cifra es baja, va creciendo y hoy hay un compromiso de contratar a cinco mil mujeres al año. Han ido aumentando también las mujeres en cargos de poder y técnicos. Pero todavía falta mucho porque de las 32 mil mujeres que trabajan hoy en minería, unas 5 mil trabajan en labores de apoyo y ese número va disminuyendo en los cargos más técnicos.
¿Es porque hay pocas que estudian carreras mineras?
En uno de los estudios que hice vi que en los últimos años se titularon 62 mil mujeres de carreras mineras, y ellas no están representadas en la industria. Mi pega es ir rompiendo mitos, como por ejemplo ese: que las mujeres nunca han estado en la industria minera. Eso no es así, siempre han estado, pero invisibilizadas. Encontré un Censo de 1920 en el que aparecían 88 mujeres mineras, no ayudantes ni que trabajaran en la chopería. Entonces la mujer siempre ha estado, el problema es que siempre ha existido una cultura muy masculinizada y machista que hace que a las mujeres les cueste más ingresar. De hecho, está comprobado que las mujeres se demoran al menos dos años en encontrar trabajo en minería una vez que se titulan, a diferencia de los hombres que suelen encontrar el primer año. Y también está lo que llamo efecto de “puerta giratoria” en las mujeres. Por ejemplo, a veces te piden tomar cuatro litros de agua porque vas a un lugar con una gran altura geográfica, pero en el camino no hay baños. Los hombres lo resuelven fácilmente, pero las mujeres no, y todo ese tipo de “micromachismos” o discriminaciones indirectas, hacen que muchas veces las mujeres abandonen la carrera. Es como que me invites a tu casa, pero me trates mal, llegues tarde, me dejes afuera, quizás no quiera ir de nuevo.
Hoy nadie dice ‘tú no puedes trabajar en minería porque eres mujer’. Eso es políticamente incorrecto porque están todas las empresas trabajando en inclusión, pero sí existen un montón de situaciones propias de la cultura que nos siguen dejando fuera. Y el cambio no puede seguir siendo que nos capaciten a nosotras para entrar a esa cultura, nosotras sabemos lo que necesitamos; en la industria minera se debe capacitar a los hombres en nuevas masculinidades. Eso es lo que hay que cambiar para realmente equiparar la cancha.