Paula 1235. Sábado 23 de septiembre de 2017.

Fue durante unas vacaciones con sus hijas a Disney World, justo en el parque Epcot –que recrea una ciudad futurista–, cuando a Carmen Barahona (35) algo le hizo click en su cabeza: organizar En Órbita, el primer festival que reuniera lo más selecto de la escena retrofuturista en Chile. ¿Su objetivo? Inyectar nuevos aires a la oferta musical criolla y desmarcarse del pop y los eventos masivos que agotan entradas y atiborran recintos.

Guiada por sus propios gustos musicales, que incluyen la sicodelia, el garage rock, el krautrock y la música experimental, la suya era una arriesgada apuesta de nicho. Tanto, que ni siquiera consiguió auspicios y que logró montar a punta de préstamos y créditos que aún paga, aún cuando el éxito fue rotundo: a su primera versión, el año pasado, llegaron más de 5 mil espectadores. Una experiencia que este año pretende replicar en tres escenarios desplegados en el Planetario de la Universidad de Santiago, donde el 16 de diciembre se darán cita una decena de artistas, entre cuyos platos fuertes están el norteamericano Lee Ranaldo –cofundador de Sonic Youth– y el japonés Damo Suzuki, ambos referentes indiscutidos de la música experimental. La previa del festival contará, además, con la cantautora nortemaericana Laurie Anderson –viuda de Lou Reed– quien se presenta este 21 de octubre en el Caupolicán.

Miembro de IMI Chile –Asociación Gremial de la Industria Musical Independiente Chilena–, Barahona dejó a medias la carrera de Diseño de Vestuario para meterse de lleno en la industria de la música, donde trabajó como asistente y productora hasta fundar, en 2009, Doll Music, agencia de representación y booking de artistas nacionales como The Ganjas, Dj Bitman, Los Mirlos entre otros, además de internacionales, como los brasileños Os Mutantes, padres de la sicodelia latina.

Hoy, es invitada a los festivales más importantes, como el Primavera Sound, en Barcelona, donde viaja para descubrir bandas y sellos. Y a fin de mes emprende rumbo a Corea a conocer la nueva camada de artistas asiáticos.

¿Qué es lo más difícil de montar un evento de esta envergadura?

El financiamiento. Por un lado, los fondos consursables del Estado están muy orientados al folclor, a la música originaria y clásica y sus funcionarios están poco actualizados con las tendencias, les falta cultura general con lo que está dando que hablar.  Y el sector privado prefiere invertir en eventos cuyo éxito está comprobado, como el Lollapalooza. Y algo grave: los chilenos quieren las cosas gratis.

¿Estamos mal acostumbrados?

El público nacional no está acotumbrado a pagar un ticket por una banda poco conocida, menos si es nacional. El tema de las listas VIP es casi una exigencia y eso perjudica a los eventos pequeños. Quiero concientizar a la gente para que sepa que el arte tiene que ser un bien remunerado. Abogados me han dicho: "ya po, invítame gratis". Ahí yo les digo: "hazme un contrato gratis". Y me dicen: "no es lo mismo". "¿Y por qué no?", me pregunto. ¡Es exactamente lo mismo!

Levantas este festival sola, asumiendo deudas y mucho estrés. ¿Vale la pena esta apuesta?

Obvio que sería más rentable traer  a un ídolo pop, pero ese no es el sentido. Quiero que el festival sea un cruce cultural entre artistas nacionales y locales, donde se hagan conexiones para que pasen cosas nuevas, ese es el aporte. Quiero que el proyecto sea sustentable, pero que siga siendo de nicho porque estoy segura que hay una audiencia que lo agradece. El día que eso tenga que cambiar en virtud de ganar plata, prefiero cerrarlo y que no se haga más.