Cumplió dos años como presentadora de noticias de CNN Chile. Todos los días llega de las primeras al canal con su iPad en la mano y al menos un café de grano en el cuerpo. A las seis de la mañana está al aire.
Carola Fuentes (40) informa y, entre notas y comerciales, tuitea. Tiene más de 20 mil seguidores, sigue a 400 y, en las últimas semanas, ha dejado de manifiesto que no se pierde los entretelones de WikiLeaks. Mantiene intacta la melena castaña llena de rulos que lucía en 1992, cuando hizo su práctica en prensa de Canal 13, sin saber que luego se transformaría en pieza clave del programa de reportajes Contacto, primero como investigadora y luego como editora. Esos rulos le confieren un cierto aire inocente que contrasta con sus argumentos racionales y los feroces reportajes que ha liderado, como el del hallazgo de Paul Schaefer en Argentina y el que develó la existencia de la red de pedofilia Paidos. Investigaciones periodísticas que están en la memoria colectiva, que impactaron en las policías y la justicia, y con las que se ganó un lugar en el periodismo chileno.
En octubre pasado exhibió en CNN su más reciente investigación, Minas de oro, desechos de muerte, un registro de una hora sobre un peligro medioambiental poco conocido: el de los relaves mineros, suertes de piscinas de material acuoso compuesto por desechos tóxicos como arsénico y cianuro, que resultan del proceso de producción. De acuerdo a los antecedentes del Sernageomin, a lo largo del país hay más de mil, de los cuales la mitad estaría abandonada y, según el reportaje de Fuentes, constituirían un serio riesgo para la salud y seguridad de quienes viven cerca. Estos terrenos movedizos amenazan con contaminar las aguas y el aire con elementos cancerígenos. O desplomarse, como ocurrió tras el terremoto, cuando uno que estaba emplazado en Pencahue (VII Región) aplastó una casa, terminando con la vida de sus cuatro ocupantes.
Antes que Carola Fuentes los denunciara, poco sabíamos de los relaves.
18 meses le tomó darle cuerpo a este proyecto personal y en el camino, dice, se topó con la poca disposición de las autoridades y la negativa de los fondos audiovisuales de la CORFO a los que postuló. Se asoció, entonces, con CNN, que actuó como emisor, Ciper y la Universidad Diego Portales, que financió un tercio del trabajo. "Estaba súper enojada. Los fondos audiovisuales en este país nunca, o muy pocas veces, han financiado investigación periodística. Financian todo tipo de documentales de autor, pero no investigación periodística relevante", alega.
¿Cuáles han sido las consecuencias del reportaje?
Se conformó una comisión investigadora, hoy se habla de un tema que no se trataba y mucha gente ha tomado conciencia. Ungrupo de personas que vive cerca deunrelave en Rinconada de Los Andes y que se dio cuenta del peligro después del reportaje, presentará su caso en la comisión. Entonces, cuando las autoridades aborden el tema, en el Congreso o en el gobierno, muchos estaremos atentos.
A diferencia de lo que sucedía en Contacto, donde alcanzabas ratings de dos dígitos, con este reportaje marcaste menos de un punto.
El rating es una trampa. Puedes hacer investigaciones que no tengan alto rating, pero que tengan alto impacto. El reportaje de los relaves fue de estos últimos. El de Schaefer también: sacó 23 puntos, que en esa época era bajo. Paidos fue de alto impacto y no tuvo la sintonía más alta de la temporada. La más alta la obtuve con un reportaje sobre robos de autos que pasó sin pena ni gloria. El rating nunca me ha interesado.
Tu visibilidad era mayor en el 13, ¿por qué te fuiste a CNN?
Con los años me he puesto más periodista y menos televisiva, y trabajar en un canal sólo de noticias era demasiado tentador. En CNN nunca nadie me ha hablado de rating; la propuesta es hacer un periodismo independiente y útil para la sociedad. Habrá algunos que dirán que soy ingenua, pero ese espíritu está en CNN.
Agatha Christie
¿Siempre quisiste ser periodista?
No. Cuando salí del colegio me fascinaba la publicidad. Pero ninguna universidad la impartía. Y yo tenía buenas notas y estaba la presión familiar. Me metí a la Católica con la idea de sacar la carrera y pasar al mundo de la publicidad. En penúltimo año me comenzó a gustar y a interesar el periodismo, cuando tuve la suerte de trabajar cerca de Lucía Newman, la corresponsal de CNN en Chile. Se iba dos semanas a una misión de Sendero Luminoso, mandaba telegramas desde la selva, me impactaba su rigurosidad.
Cuenta que cuando hizo la práctica en Canal 13 se sorprendió de que en prensa replicaran sin cuestión comunicados que llegaban listos desde empresas e instituciones. Molesta, propuso reportear otros temas.
¿Parada en la hilacha desde el comienzo?
Era más curiosa que crítica y tenía ganas de hacer temas creativos. Para mi primera nota sobre una reforma de la franja marina, tuve que entrevistar al ministro de Bienes Nacionales quien me contó que en Chile no había playas privadas. Yo venía llegando de Playa Blanca, donde sí cobraban. Le conté a mi jefe y me fui a recorrer Los Molles, Pucón, Tunquén… Hicimos una serie de notas en que se mostraba que en muchos lugares se cobraba por acceder a las playas. Fueron notas que agarraron vuelo y notoriedad. Y me gustó.
¿Qué te gustó? ¿Acercarte al poder?, ¿descubrir lo que estaba oculto?
No, no se trataba del poder. Eran señores con una barrera que cobraban 500 pesos por dejarte entrar a la playa. Pero no era justo. Como periodista tenía la herramienta de exponer esa discusión masivamente.
Tomando en cuenta el conjunto de tus reportajes, se pispa un carácter justiciero.
En realidad, más que justiciero, usaría la palabra ayudiciero. Casi siempre mis reportajes tienen como protagonistas a personas con las que me siento conmovida. Justicia es una palabra grande para lo que yo hago.
Me contaste que desde niña eres una lectora voraz.
Siempre he leído mucho. Cuando tenía 11 años partí a la casa de un tío en Maitencillo que tenía la colección de Agatha Christie. Me leí todo e inventé un juego: apostaba en qué página se descubría al asesino. También me fascinaban los libros de Hitchcock. Era aficionada a los desafíos intelectuales… Puede haber sido una suerte de inicio de la metodología de la investigación.
Volviendo al periodismo, ¿cuál crees que es hoy su función?
Informar. Las personas mejores informadas toman mejores determinaciones. La información, para mí, tiene un valor supremo.
Durante el lanzamiento del libro de Ciper, la periodista Mónica González comentaba que era más fácil hacer periodismo en dictadura…
Si yo hubiese trabajado en dictadura no sé si estaría viva. Ella, en todo caso, se refería a la solidaridad, a la motivación y vocación del periodista. Yo discrepo: hoy en Chile hay un periodismo mucho más entretenido y comprometido del que había cuando salí de la universidad, y mejora día a día. Y muchos ciudadanos informan a través las redes sociales. Cada vez sabemos más.
¿Es posible la independencia cuando los medios son financiados por el retail, las farmacias, etc?
Es una relación compleja que no puede desconocerse, pero nunca he tenido un problema de ese tipo. De verdad.
¿Cuáles son las investigaciones que debiesen estar haciéndose?
Hay muchos problemas por conflictos de interés; asuntos entre las autoridades y la empresa privada, los legisladores y las empresas a las que ellos están vinculados. Se podría investigar cuáles son las asociaciones de los parlamentarios y cómo votan –a favor y en contra– en los proyectos que tienen que ver con esos intereses. La minería es un tremendo tema: su desarrollo, uso de aguas, enfermedades laborales y tecnología. Me gustaría ver un reportaje sobre las inundaciones, con un catastro de las que han ocurrido en los últimos días… Venezuela, Colombia, Albania…
Colonia Dignidad
En tus reportajes sueles escarbar en la basura. ¿Por qué?
Es curioso: se me ha presentado la oportunidad de hacer reportajes del lado positivo de la vida, que me parecen bonitos y artísticos, pero si frente a eso me pones una investigación sobre un tema que va a servir para algo, opto por esto. Es complejo trabajar en el lado oscuro. Uno de los motivos por los que en Contacto pedí dejar de hacer reportajes y ser editora fue que necesitaba un descanso. En mi corazón ya no cabían más entrevistas tristes, después del tercer reportaje sobre Colonia Dignidad. Los testimonios de los colonos que escuché respecto de lo que les hicieron cuando chicos fueron demasiado. Necesitaba una terapia o hacer otra cosa.
Debe ser fuerte indagar en el lado más perverso del ser humano. ¿Tienes una visión muy nefasta de las personas?
Soy terriblemente optimista. Casi todos los reportajes que he hecho me han enfrentado a cosas tristes y dolorosas, pero terminaban con algo positivo. Con Schaefer fueron trece meses durante los cuales el tema no se me salía de la cabeza y estaba aterrorizada de que nos descubriera, de que estuviésemos tras una pista falsa, que metiéramos las patas y se nos arrancara. Pero tenía presente que el objetivo era que no hubiese impunidad y para eso había que detenerlo. Una vez que eso ocurrió, me llamó la atención que gente que no tenía nada que ver con Colonia Dignidad agradecía su detención.
Has sido bien crítica respecto de la precariedad con que viven hoy algunos colonos.
Sí, es que es una historia muy fuerte y el tema de fondo es quién debe ayudarlos: el Estado chileno o el alemán. ¿Tienen o no rehabilitación? ¿Qué quieren ellos? El tema sicológico y emocional es muy delicado.
¿Sigues vinculada a ellos?
No.
¿Por qué no has seguido esa historia?
No tengo ninguna vocación o talento político, ni social ni organizacional, ni de liderazgo para involucrarme en temas que más bien son causas. Puedo hacer una investigación, dar a conocer un tema y luego lo dejo allí, en el escenario público. Quienes sí tienen las aptitudes lo pueden tomar como causa.
Cuando te metes en temas como Colonia Dignidad y Paidos, ¿no sientes miedo por tu seguridad y la de tu familia?
No. Una vez sentí miedo. Íbamos con un equipo de Contacto persiguiendo a una banda de ladrones de auto en una van del canal y cruzamos Irarrázaval a 140 kilómetros por hora, con luz roja, detrás de la policía. Ahí me asusté. Pero no es algo que me agobie.
El caso WikiLeaks
Hablemos de tu tema favorito del momento: WikiLeaks.
Acabo de tuitear algo que representa mi pensamiento: qué hubiese pasado si en 1973 hubiésemos conocido los cables que estaba emitiendo la embajada de Estados Unidos en Santiago. Si hay cosas que están pasando, que afectan a la vida diaria de todos, y que encima son secretas, quiero saber.
El embajador de Estados Unidos en México argumenta que para realizar cualquier actividad con otros –bancaria, legal, periodística, financiera, médica, educativa o diplomática– se requiere confidencialidad. "Las personas necesitan compartir información, evaluar situaciones…", dice.
En NewYork Times hicieron un experimento, esto no tiene nada que ver con WikiLeaks, y pusieron webcams en las reuniones de pauta. Es decir, cuando los periodistas estaban discutiendo los temas de pauta todos podían ver eso. Y qué pasó: después de dos semanas ninguno se atrevía a decir garabatos, a especular, estaban súper acartonados. Y se concluyó que el experimento no propiciaba la creatividad, ni la discusión. Efectivamente, tú y yo tenemos derecho a reírnos, burlarnos, equivocarnos en nuestro espacio privado. Pero tú y yo somos personas privadas. En un embajador, un secretario de estado, un ministro, un mandatario… sus actos son públicos.
¿Quieres decir que el acto de filtrar esa información queda blanqueado, por decirlo así, en la medida que el contenido de esa información sea socialmente relevante?
Aquí no se ha filtrado el diario de vida de la hija del secretario de Estado. Se filtraron asuntos de Estado. Lo mismo que hizo la prensa norteamericana con los papeles del Pentágono, con los documentos de Guantánamo y, en Chile, con la venta de los aviones Fach. El argumento de WikiLeaks es que Estados Unidos tiene una doble cara. Por un lado pregona la democracia y por el otro lado conspira. Esto está comenzando y todo indica que comenzaremos a conocer documentos cada vez más delicados.
Pero dos hombres públicos podrán juntarse a hablar privadamente, ¿o a tu juicio todo lo que hablen es público?
Cuando un embajador se junta con otro embajador es por pega. La transparencia es la base de la democracia. Los abusos de poder siempre han ocurrido como consecuencia de la desinformación de los abusados. Sí, defiendo tajantemente la transparencia.
¿Y no se cae en el peligro de una paranoia en un mundo en que todo se graba, todo se vigila?
El que nada hace nada teme. ¡Qué hay que ocultar si son funcionarios de Estado! ¿O ha funcionado tan bien la diplomacia hasta ahora? Gente ha muerto en Irak y en Afganistán por culpa de la diplomacia. Yo creo que estamos viviendo un momento súper fuerte de la historia humana. Todos estamos interconectados. Y esto puede pasar hoy con WikiLeaks y mañana con toda la información que tienen las farmacias sobre sus clientes. Es decir, si todos sabemos lo mismo, deja de haber una posición de poder por sobre mí.
¿Cómo abordarías un reportaje sobre WikiLeaks?
Haría un documental o película a lo Stieg Larsson, el autor de Millenium. Me imagino a su protagonista, Lisbeth Salander, juntándose con Julian Assange en los Balcanes, en un pueblo perdido…