Carolina Mouat, mediadora de lectura: “Un libro puede cambiar la vida de una persona”
Cuando Carolina Mouat, Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica, egresó de la universidad, se encontró por primera vez con el dilema de qué leer. “Venía con un ritmo de mucha lectura, pero en ese momento ya no hubo más alguien que me dijera qué libro tocaba. Yo quería seguir leyendo pero entraba a una librería y a veces me resultaba abrumador. No sabía qué escoger”, cuenta. Esto hasta que por coincidencia, vio una película que –según describe– fue el germen de lo que vendría: Conociendo a Jane Austen, de Robin Swicord. “Se trata de un grupo de personas que se reúnen cada mes en un café a comentar una novela de Austen. Y me gustó mucho la idea de compartir lecturas. Pensé que eso podría resolver la dificultad que se me estaba presentando al momento de buscar nuevos libros”.
Esto ocurrió en 2014. Terminando la película, Carolina preguntó en su cuenta de Facebook si alguien se animaba a ser parte de un club de lectura. Le respondieron 20 personas, y así nació Sobremesa, talleres de lectura (@sobremesa_talleres). “Comenzó como un grupo informal, nos juntábamos a compartir lecturas, pero de a poco vi que había mucho interés y lo comencé a profesionalizar. Hasta que llegó la pandemia y decidí que éste sería mi trabajo”, cuenta.
¿Qué pasó particularmente en la pandemia?
La gente se motivó más, se dio cuenta de que había ganado tiempo al estar trabajando en la casa. De hecho tenía planeado hacer un taller, pero tuve que abrir tres en 2020. Lo que vi fue que las personas al estar todo el día en el mismo espacio tenían la necesidad de hacer algo extraprogramático: algo que los sacara de la casa, pero estando en la casa. Y la literatura permite eso. Recuerdo que en uno de los grupos leímos algo de Sue Hubbell, una historia de no ficción en la que ella contaba cuando se fue al campo para hacer apicultura. En esa sesión mis talleristas me dieron las gracias porque ese libro les permitió sentir la naturaleza estando encerrados.
Dirías que además de compartir una lectura, ¿se comparten otras experiencias?
Pasan muchas cosas, de hecho hoy a mí me cuesta leer sola. Y es que el poner en común una lectura cambia completamente la experiencia. En la socialización te das cuenta de que cada uno lee desde su lugar y ese lugar viene cargado de mil cosas, de su propia experiencia vital, del momento en el que está. Y compartir eso es interesante, esas diversas miradas nutren la lectura.
Vivimos en un contexto de hiperconexión: tenemos a la mano redes sociales, series, películas. ¿Estos espacios son una manera de acercar la lectura a más personas?
Yo me he dado cuenta de que, así como me pasó a mí, hay mucha gente que quiere leer pero que no tiene idea qué. Van a la librería y les recomiendan algo que no les gusta, se frustran y se rinden. Por eso estos espacios en los que se comparten experiencias de lectura sirven para motivarse. Y luego, cuando ya encontraron esa lectura que les gusta, lo que les digo a mis talleristas es que se lo tomen como un momento personal, como si fuese una clase de Yoga u otra cosa. Porque es cierto que cuesta hacerse el tiempo para sentarse a leer, para lograrlo tienen que verlo como un momento personal, y por último salir de la casa durante una hora a leer. Regalarse ese espacio.
¿También les ha permitido generar comunidad en torno a la lectura?
Otra de las razones por las que comencé con estos talleres es que yo también quería tener un espacio de reunión. Y lo vi también en las personas que se inscribieron: volver a reunirse para tener un tema en común. De hecho tengo grupos que están juntos desde la pandemia y a ellos, a estas alturas, ya casi no les importa el libro que toca. Ya se conocen y les interesa más escuchar la opinión del otro respecto al libro. Y es que esto no se trata sólo de analizar un texto, sino que también de lo que ese texto removió en cada uno. Se genera confianza, una comunidad y eso es lo que la gente busca.
En 2018 te ganaste un fondo para hacer un club de lectura para personas mayores en San Francisco de Mostazal. ¿Cómo fue esa experiencia?
Fue hermoso. Hice la difusión puerta a puerta y me encontré con que las personas tenían susto porque lo veían como una tarea, como si les fuese a poner nota. Les tuve que explicar que esto no era una evaluación, sino que solamente compartir la experiencia de leer. Esa primera vez se inscribieron 18 personas, la mayoría mujeres.
El fondo me entregaba los recursos para comprar libros y para las personas mayores lo más sorprendente fue que se los regalara. Eso las entusiasmó y fue muy bonito lo que resultó porque se trata de un grupo etario que está muy abandonado. Después de jubilarse pierden contacto con el exterior y se abocan mucho a los cuidados, sobre todo las mujeres que cuidan a sus maridos o a sus nietos. Muchas de ellas me contaron que no leían un libro hace 30 años.
¿Qué leyeron?
Escogí libros breves y como era una zona rural, que en sus temáticas abordaran el campo. Y eso permitió que conectaran: comenzaron a contar historias de cuando eran niñas y niños e iban con su familia a la acequia u otros relatos como ese. Hubo un trabajo de memoria muy grande, gente que tiene 75 años contó historias de cuando tenía cinco. Volvieron hacia atrás y eso, cognitivamente, también es beneficioso para las personas mayores.
Y en ellos ocurrió también lo de la comunidad. Aunque todos vivían en un mismo pueblo pequeñito, no se conocían. Después del taller algunos se siguieron juntando, y fue muy lindo porque, sobre todo las mujeres, me dijeron que esto les permitió salir de su casa y darse un espacio para ellas y así dejar de sentirse tan solas.
Desde que viste Conociendo a Jane Austen en 2014 han pasado ocho años y te has transformado en mediadora de lectura. ¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje?
Que la lectura puede cambiar la vida de las personas. Ha sido un viaje inesperado. Lograr hacer esto a partir de lo que me apasiona, me hace sentir afortunada. Los libros siempre han sido para mí un lugar de refugio, poder hacer que la literatura se transforme en lo mismo para otras personas ha sido increíble. Siento que estoy evangelizando a través de la literatura porque el conocimiento es autonomía; creo firmemente que la literatura puede salvar a las personas: a una mujer mayor que se siente sola o a una mujer que se siente atrapada o que vive violencia. Y eso, es tremendo.
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