Ciclo menstrual y aplicaciones, otra forma de control

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¿Qué se te antoja? ¿Cómo te sientes hoy? ¿Cómo está tu piel? ¿Qué tipo de sexo tuviste?

Estas son solo cuatro de las cientos de preguntas que algunas aplicaciones de fertilidad le presentan de manera rutinaria a sus usuarias. Las respuestas, entregadas por la misma aplicación y dispuestas de una manera amigable –solo hay que hacer click en la que más nos identifique– varían: dulce, salado, carbohidratos o chocolate pueden ser las opciones de la primera. Feliz, sensible, triste o con síndrome pre menstrual, pueden ser las opciones de la segunda.

Esta dinámica da cuenta de una lógica similar a la de redes sociales, y en este caso, plataformas dedicadas exclusivamente a indagar en el aspecto más íntimo de la vida de las mujeres. Porque estas aplicaciones –dentro de las cuales se encuentran Clue, Glow Cycle, Ovia Health y Fertility Friend– son parte de la cada vez más valorizada industria del Femtech –término utilizado para referirse a las tecnologías enfocadas a la salud de la mujer–, que entre 2015 y 2018 ha recibido, según la consultora Frost and Sullivan, más de $1.000 millones de dólares en inversión, de los cuales $304.5 millones fueron invertidos solamente en el 2018.

Y es que las startups del rubro de la salud reproductiva y sexual femenina parecieran ser el próximo gran negocio, y se estima que al 2025 la industria que las engloba tendrá un valor de $50.000 millones de dólares. Independiente del servicio adicional que entreguen –varias se plantean como eventuales predictores de enfermedades–, estas aplicaciones cumplen con ser auxiliares en el proceso de planificación familiar, pero son muchas las que han recurrido a ellas como métodos anticonceptivos alternativos.

La finalidad puede ser distinta, pero en cualquier caso, para que funcionen de manera eficiente y puedan sernos de utilidad, necesitan que introduzcamos nuestros datos de manera permanente, al menos durante los primeros tres meses de uso y así poder predecir nuestro próximo ciclo y periodo fértil. Y por eso todas, en mayor o menor medida, van a ser receptoras y almacenadoras de nuestra información personal.

En un mundo en el que todavía cuesta pedir tampones sin que nos de vergüenza, estas aplicaciones podrían implicar un aumento –en el ya tardío– conocimiento de nuestros propios cuerpos, pero ¿qué significa, realmente, que nuestra información más íntima y personal esté circulando en la web y por qué nos debería importar?

La columnista de The Guardian y especialista en branding, Arwa Mahdawi, plantea que nuestros ovarios han sido digitalizados y las corporaciones están cada vez más conscientes de que los cuerpos femeninos son templos de información con los que se puede lucrar. Y es que, a la larga lista de vigilancias ciudadanas propias de esta era de híper conectividad, hemos sumado otra: la vigilancia menstrual.

Para Marco Zaror, ingeniero comercial de la Universidad de Chile, ex docente de la misma institución y especialista en inteligencia artificial y big data, la lógica que hay detrás de estas aplicaciones es la misma que está detrás de cualquiera: la finalidad de micro-segmentarnos, aunque de manera anónima, como consumidores. La diferencia radica en que, en un mundo en el que se le da mucha importancia al embarazo y a la planificación familiar, una aplicación que busca ayudar en eso está automáticamente en una posición de ventaja.

"Cuando una familia está buscando quedar embarazada, con lo delicado y complejo que eso puede ser, es muy fácil entregar cualquier tipo de información con tal de recibir ayuda para cumplir esa meta", explica. "En este sentido, los acuerdos de privacidad pasan a un segundo plano. Independiente de que existan aplicaciones en las que se especifica que no se van a comercializar los datos entregados y puede que así sea, saben que tienen eso a su favor".

Hay una segunda diferencia, según explica Zaror, que es aún más compleja. En el mundo del marketing la mujer históricamente ha constituido un segmento estereotipado y de escasa diversificación. Si de los hombres existen ya hace tiempo varias categorías –y por ende más oportunidades de negocios–, con las mujeres no pasaba lo mismo.

"La primera segmentación en el marketing, hace 30 años, fue entre hombres y mujeres. La siguiente separación fue con respecto al hombre; se empezó a segmentarlo y surgieron categorías como el papá deportista, el papá jardinero, el papá DIY. La mujer, sin embargo, mantuvo para el marketing un rol más genérico. Se abrieron posibilidades de negocios para el hombre, pero no así para las mujeres que, pese a lo distintas que son entre sí, recibían el mismo producto por parte de la marca. Recién hace 10 años se empezó a entender que se podían aprovechar estas diferencias y que, en consecuencia, habrían millones de maneras de convencerlas. Para el marketing eso es muy importante: cuanta más información exista respecto a la mujer, para poder micro-segmentarla, mejor. Si tengo entonces información de mujeres que están en proceso de embarazo, imagínate la cantidad de negocios que pagarían por tener acceso a esa información", explica.

Y es que ahí el embarazo –y las decisiones en general– juega un rol fundamental para el marketing. "Nos movemos en torno a rutinas marcadas, la mayoría inconscientes. No me refiero solamente a qué comer, si no más bien qué camino tomar al trabajo y con qué mano tomar el cepillo de dientes. Un sinfín de decisiones inconscientes que también tienen un espacio en nuestra manera de consumir. Conocer esos ciclos y romperlos –para así hacernos consumir otros productos– siempre ha sido el sueño del marketing. En este sentido, el embarazo implica una serie de cambios en nuestras rutinas y hábitos que podrían serle de suma relevancia a las empresas", explica Zaror.

En junio de 2019 el medio británico The Guardian realizó una investigación llamada How your period app is making other people rich (Cómo tu aplicación de ciclo menstrual está enriqueciendo a otro) en la que plantearon que el aumento en el uso de aplicaciones que rastrean la fertilidad le abría la posibilidad a las grandes compañías de tener acceso a todo un mundo de información –desde la regularidad de los ciclos menstruales de las usuarias, a los cambios de humor, horas de sueño, frecuencia sexual, preferencias gastronómicas y más– que podían usar a su favor.

Durante semanas, la productora audiovisual del medio, Leah Green, interactuó con dos aplicaciones de fertilidad de manera simultánea y habló con mujeres que también las usaban. Su estudio dio cuenta de que existe un profundo desconocimiento respecto a estas aplicaciones y que frente a la pregunta "¿dónde termina toda la información que entregamos?", ninguna de las usuarias sabía del todo bien. En la investigación, la docente de Marketing y psicóloga social Kristina Durante, explicó que hay etapas de nuestros ciclos menstruales en las que somos más receptivas y propensas a asociar ciertos productos a conceptos y necesidades que creemos tener. Y que eso es lo que se está aprendiendo a explotar desde el marketing.

Asimismo, la fundadora de Coding Rights –organización que busca exponer las inequidades en el mundo tecnológico–, Joana Varon, explicó que aunque existan aplicaciones que no compartan la información de las usuarias, hay cuatro maneras en las que esos datos puede ser de utilidad para terceros. La primera y más evidente es la de venderle la información directamente a otras empresas, con fines publicitarios.

Sabemos que Facebook e Instagram funcionan con ese modelo de negocios, pero no muchas aplicaciones femeninas lo hacen así. La segunda es que la información puede ser compartida con terceros –la aplicación Clue plantea en su acuerdo de privacidad: "Solo enviamos información personal con los propósitos limitados indicados en nuestra política de privacidad y solo trabajamos con servicios de terceros que hemos seleccionado cuidadosamente"–. Otra manera es que la información pueda ser compartida con instituciones por motivos de investigación y, por último, puede ser recopilada en pos de crear diferentes perfiles de consumidores, que implicaría una venta indirecta de información mediante "aggregated data", datos entregados de manera anónima y como parte de un grupo o tendencia de usuarias.

En este sentido, la mayoría de las aplicaciones europeas y estadounidenses que desde el 2018 se rigen por la General Data Protection Regulation, regulación que busca modernizar las leyes que protegen la información personal de los usuarios, tienen que volver anónimos sus datos. Como explica Zaror: "Lo que todos intentan hacer es identificar los gustos de una persona o lo que quiere hacer en un futuro. Estas aplicaciones son modelos de predicciones en los que, mientras más información se tenga, mejor va funcionar. Los datos, una vez que se interactúa con la aplicación, se van a un servidor. La pregunta, entonces, es: ¿se deben o no usar? Las farmacias no se debieron haber coludido, pero igual lo hicieron. En internet, si haces algo, no hay vuelta atrás. Todo es información que queda ahí y aunque una aplicación no divulgue la información privada, la posibilidad de que esa información sea robada es un riesgo latente".

Como explica Manuela Battaglini, CEO y co fundadora de la consultora Transparent Internet, en su artículo My Days, la aplicación que comercializa con los datos de fertilidad de 5 millones de mujeres: "Al meterse a estas aplicaciones, es inevitable darse cuenta de que están rastreando mucho más que nuestros ciclos menstruales. Están destinadas a sacarle todo el jugo posible a sus usuarias. El problema, como siempre, es la opacidad. Qué datos procesan, qué información predicen, qué perfil hacen de mí y qué consecuencias tienen en mi vida privada".

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