La desilusión después de darse cuenta de que esa persona, de la que pensaste que te habías enamorado, no era como te lo imaginabas, suele ser muy dura. El ciclo funciona así: la conocemos, nos enamoramos y fantaseamos con lo que podríamos ser juntos. ¿El problema? En ocasiones le terminamos atribuyendo a esta persona que recién estamos conociendo características irreales, fundamentadas en la idea que construimos en base a lo que deseábamos que esa persona fuera, es decir, la idealizamos. Y, según las especialistas, esa incapacidad de ver al otro u otra con sus luces y sombras, no nos permite crear un vínculo honesto y sano.
El peligro de aquello, explica Maite Baez, psicóloga clínica especialista en terapia de parejas, es que de la misma manera en que le atribuimos a esta persona cualidades que no tiene, justificamos aquellas actitudes o características negativas que nuestra intuición nos avisa que no nos convienen. La razón, asegura, muchas veces tiene que ver con la presión de los mandatos sociales.
Mandatos sociales internalizados
Formar una familia, tener una primera relación sentimental seria antes de cierta edad, casarse y “ser felices para siempre” son ejemplos de algunos mandatos que aún rigen en la actualidad para las mujeres, que los viven de forma inconsciente. Las motivan a concretar relaciones de manera cegada, como si todas esas banderas rojas que ven, no fueran tan graves.
“El gran peligro es que dejas de validar y visibilizar tus propias necesidades afectivas. Cuando estos constructos operan, muy probablemente vas a pasar por alto lo que te está diciendo tu intuición. Vas a minimizar e incluso validar conductas y actitudes que te hacen mal de esta persona con las que te estás vinculando. Y es que, en el fondo, lo que queremos es que esta relación se concrete a toda costa”, dice la psicóloga Baez (@maitebaez_psicologa).
Fantasías de la escuela Disney, como el “y vivieron juntos o felices para siempre” tiene implicancias reales y concretas en nuestro deseo de que la relación funcione a toda costa. Ignorar señales de alerta y justificarlas, explica Carolina Ulloa (@terapiafamiliaryparejas), psicóloga clínica especialista en terapia familiar y de parejas, puede conllevar a que no respetemos nuestros propios limites y, por tanto, a que toleremos más de lo que quisiéramos.
“Esto es pan para hoy y hambre para mañana, porque quizás evitaste un conflicto hoy, pero probablemente se repita, porque tu pareja no sabe que te molesta o hiere con algunos actos y dichos y le restas la oportunidad de que trabaje en estos aspectos y que puedan, en conjunto, mejorar su relación”, dice Ulloa.
Ciega por amor
Algunas de las actitudes, que muchas veces traspasan nuestros límites y no respetan nuestras necesidades, se suelen camuflar en estos mismos constructos sociales, agrega la terapeuta de parejas, Maite Baez. “Aceptas en silencio cosas que te dañan pensando en lo que la sociedad dice que debiera ser una relación. De que no hay que pedirle tanto al otro, de que no hay que pedir compromiso, reciprocidad emocional o exclusividad en la relación o en la sexualidad. Pasas por alto la falta de compromiso, disfrazándola de una pseudo independencia y autonomía, cuando en realidad, no hay un compromiso emocional ni disponibilidad a trabajar juntos por la relación”, dice.
Cuestiones que para Sofía (20) antes eran instransables, se volvieron aceptables cuando empezó a salir en citas para conocer a su futuro primer “pololo serio”. “Ya tengo 20 años. Mis amigos me cuentan de sus experiencias y siento que me estoy quedando atrás. He estado tratando de conseguir una pareja rápido, por la presión social. He llegado a pensar que hay algo raro en mí porque no me he encontrado con alguien “ideal”. Tengo una personalidad tranquila, me gusta leer, soy más de casa y no soy mucho de carretear. Cosas que a los de mi edad, convencionalmente, no les atrae. Para agradarles, cambio ciertas cosas de mi, diciendo que soy más prendida o que salgo de carrete, que no es así. Por eso mismo, me doy cuenta de que los tiendo a idealizar, a justificar muchas cosas que no me agradan.
Hace poco, por ejemplo, me di cuenta de lo mucho que estaba idealizando a la persona que recién estaba conociendo. Me contó que en su última relación, había sido bastante celoso con su pareja. Que no quería nada serio y que absolutamente nadie de la Universidad podía saber de lo nuestro. Me di cuenta que además tenía una tendencia obsesiva a hacer deporte y que por eso no tenía suficiente tiempo para comprometerse. Era consciente de esto, lo veía, pero lo justificaba para intentar que me guste esta persona que ahora veo muy claramente que no era para mi”, cuenta.
La ciencia detrás del amor que nos tiene ciegas
Helen Fischer, antropóloga que lleva décadas estudiando el amor romántico, explica que la adicción al amor es tan real como cualquier otra adicción en términos de sus patrones de conducta y mecanismos cerebrales. “Ante todo, el amante está concentrado en su droga preferida, el objeto de amor. Piensa obsesivamente en él o ella y experimenta una intensa motivación para ganarse a la novia, no muy diferente del adicto a sustancias obsesionado con la droga. Los amantes apasionados distorsionan la realidad, cambian sus prioridades y hábitos diarios para adaptarse al amado, experimentan cambios de personalidad y, a veces, hacen cosas inapropiadas o arriesgadas para impresionar a esa persona especial”, asegura.
El cóctel hormonal de endorfinas, oxcitocina y serotonina que liberamos cuando nos enamoramos, hace que ser racionales (y por ende, elegir y poner límites correctamente) se nos complique, dice la psicóloga Carolina Ulloa. “Nuestro juicio esta nublado por nuestro cerebro locamente enamorado. La dopamina comienza a hacer lo suyo cuando estamos en presencia de esta persona, haciéndonos sentir plenos y felices en su compañía que, aunque no sea la ideal, lo aceptamos porque nos hace sentir bien”, dice.
Si queremos construir y mantener una relación que realmente nos acomode, no todo está perdido, concluye Ulloa. “Poder llegar a conocer realmente a esta persona es clave, ya que si creemos conocernos y negamos esos aspectos que no encajan con mis expectativas, no podremos profundizar en el vínculo y madurarlo para que perdure en el tiempo. Aunque (alerta de spoiler), esto es una tarea que siempre continúa, porque los seres humanos somos seres en constante cambio y esa persona de la que te enamoraste hace años, puede ser muy distinta a la que es ahora y ese es el trabajo de todas las parejas, estar en constante reconocimiento, sin confiarse”, cierra.