–González Videla, González Videla. Aquí Yelcho, cambio.

–Adelante, Yelcho. Pasamos al 1-4, cambio.

–Entendido, cambio.

Cambian a la frecuencia 1-4.

–Solicitamos el reporte del tiempo para los próximos tres días, por favor, cambio.

–Entendido. Manténgase en el 1-4, cambio.

Quien inicia la conversación por radio –principal medio de comunicación en la Antártica–, para requerir un informe meteorológico a la estación Gabriel González Videla es la Dra. Lorena Rebolledo, paleoceanógrafa del Instituto Antártico Chileno (INACH) y del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh). Es también la primera mujer en convertirse en jefa de la Base Yelcho.

Yelcho, que lleva el nombre de la embarcación con la que en 1916 el piloto Luis Pardo rescató al explorador Ernest Shackleton y su tripulación tras naufragar en el mar de Weddel, se ubica en Bahía Sur, Isla Doumer, Península Antártica. La estación científica, durante cada verano, recibe a diversos grupos de investigadores. Muchos de ellos viajan hasta el lugar para estudiar cómo el cambio global está afectando a los ecosistemas marinos y terrestres del continente blanco.

Desde 1964, cada verano, investigadores de diversas disciplinas –oceanografía, ecología, microbiología, ficología, climatología, geología, entre otras– participan en la Expedición Científica Antártica (ECA). Para Lorena, la Antártica es un destino conocido. La primera vez que viajó lo hizo a bordo del rompehielos alemán Polarstern, uno de los más utilizados para realizar investigación polar. En aquella oportunidad, estuvo 50 días en altamar colectando muestras de fitoplancton y testigos de sedimento desde el Cabo de Hornos hasta el Estrecho Bransfield en el Océano Austral. Sin embargo, esta campaña es diferente: pasará prácticamente dos meses en terreno y la mayor parte del tiempo estará en tierra.

Su misión como jefa de base, es resguardar que la carga científica que proviene del continente llegue en óptimas condiciones, coordinar el trabajo de los investigadores, planificar las salidas diarias a terreno con las dos lanchas disponibles y verificar que los científicos cuenten con los respectivos permisos para extraer muestras en la zona. A su vez, debe responder a todas las solicitudes de los investigadores y asegurarse de que tanto el laboratorio seco como el húmedo de la estación estén funcionando. Además de esas labores, por iniciativa propia, organizó un ciclo de charlas. La responsabilidad que carga sobre sus hombros es grande.

Paralelamente a su trabajo como líder de la estación científica, Lorena instaló en Bahía Sur dos mini sensores, anclados a 20 metros de profundidad, que permitirán obtener una serie de tiempo de un año de temperatura y salinidad. La información oceanográfica otorgará antecedentes nuevos sobre la columna de agua. Los instrumentos fueron programados para otorgar datos cada 30 minutos, durante un año. "Estos registros de alta resolución permitirán aportar antecedentes para establecer un área marina protegida en la Península Antártica", explica. "Hacer investigaciones en la Antártica implica estar largos tiempos fuera del hogar y no todas las personas están dispuestas a hacerlo. Sumado a ello, antiguamente existía la convicción de que la ciencia era exclusivamente para hombres. Sin embargo, tanto en Chile como el resto del mundo, poco a poco las mujeres hemos abierto espacios", asegura.

Los espacios a los que se refiere la científica se tornan cruciales para el desarrollo profesional chilenas y extranjeras, considerando que según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), menos del 30% de los investigadores de todo el mundo son mujeres.

–Yelcho, aquí González Videla. El pronóstico del tiempo indica que los próximos tres días estarán nublados, con vientos que no superarán los 5 nudos. Para mañana, se espera nieve por la tarde, cambio.

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Foto: Ricardo Giesecke[/caption]

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Foto: Andrea Navarro[/caption]

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Suena la alarma del despertador. Son las cuatro de la mañana de un gélido día de verano antártico. La bióloga marina y estudiante de posgrado del magíster en oceanografía de la Universidad de Concepción (UdeC), Vania Carrera, se levanta para extraer muestras de agua del Océano Austral y así realizar mediciones de productividad primaria. Esta es la tercera vez que viaja al continente blanco. La primera de ellas lo hizo como observadora científica en la misma campaña en la que participó Lorena a bordo del rompehielos Polarstern.

Dada la alta complejidad logística que implica hacer ciencia en la Antártica, los diversos grupos de investigación suelen pasar semanas e incluso meses allí. Vania estará más de 30 días en las bases Escudero y Yelcho, pero no está sola. La acompañan los también biólogos marinos Paulina Möller y Emilio Alarcón.

El trabajo que realizan no estaba contemplado en la planificación original. Sin embargo, por los avatares propios de los tiempos antárticos, los tres jóvenes llegaron desde la Base Escudero a bordo de la embarcación Karpuj una semana antes de lo estipulado. Mientras esperan a los investigadores seniors que darán las directrices de las siguientes labores científicas, deciden aprovechar las buenas condiciones meteorológicas y salir a terreno.

La faena es arriesgada, a pesar de que parecieran no darse cuenta. El suelo está resbaladizo producto de una llovizna del día anterior. Mientras Emilio, quien viste un chaleco salvavidas, lanza desde una zona rocosa en altura una botella oceanográfica, la joven de 27 años espera las muestras de agua detrás con pequeños frascos para medir oxígeno en sus manos. Una vez que logran sacar las muestras, Vania y Paulina las dejan incubando en frascos a la intemperie durante todo el día, pues necesitan la máxima cantidad de horas de luz para realizar mediciones de producción primaria, conocida comúnmente como fotosíntesis marina.

Tras filtrar otras muestras de agua en los laboratorios de la Base Yelcho, el equipo de jóvenes se acuesta cerca de las 9 de la mañana. "Mediremos cuánto oxígeno están produciendo las microalgas que se encuentran en el agua de los frascos para poder estimar cuánto carbono están incorporando para crecer", explica Vania. "Estos estudios cobran relevancia porque las microalgas son la base de las tramas tróficas, siendo el alimento del krill y otros organismos clave en los ecosistemas marinos antárticos".

A pesar de que la ciencia históricamente ha sido liderada por hombres, de forma paulatina se han abierto caminos que buscan reducir las brechas. Por ejemplo, en Chile, el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación recientemente lanzó la hoja de ruta que guiará la construcción de una Política de Género. En ese contexto, tampoco es casualidad que quienes encabezan las cinco Secretarías Regionales Ministeriales (SEREMI) de esta cartera sean científicas.

Según cifras del Instituto Antártico Chileno (INACh) de 2018, el 43% de los proyectos del Programa Nacional de Ciencia Antártica (PROCIEN) fueron liderados por investigadoras. Vania es parte de ese número gracias a su tesis "Crecimiento de fitoplancton estival en Bahía Maxwell: una aproximación de modelación", que tiene como objetivo estudiar las condiciones abióticas locales (viento, luz, nutrientes, entre otros) que influyen en la dinámica del fitoplancton (las microalgas) en una bahía antártica, y que permiten su crecimiento durante el verano austral. "En el ámbito de la ciencia, existen muchas mujeres a las que admirar y, por lo tanto, las jóvenes debemos tomar la posta y seguir demostrado que no existen diferencias. Tenemos las mismas capacidades".

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Foto: Ricardo Giesecke[/caption]

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Foto: Ricardo Giesecke[/caption]

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Dos estudiantes del programa de doctorado en biología marina de la Universidad Austral de Chile (UACh) aprovechan la ventana de buen tiempo para salir a muestrear algas de nieve. Estos microorganismos generan pigmentos fotoprotectores que les permiten sobrevivir ante las extremas condiciones ambientales del continente blanco, por lo que son capaces de generar floraciones que tiñen la nieve de color rojo y/o verde.

Las investigadoras llevan días esperando una mañana o tarde de sol para ver con mayor facilidad las manchas rojas y verdes. Sin embargo, optan por no esperar más, pues aún tienen que hacer análisis en el laboratorio seco de la estación, los que deben ser finalizados antes de que llegue el buque de la Armada de Chile, Aquiles, que las trasladará desde Bahía Sur a Punta Arenas.

Daniela Soto es bioquímica y Francisca Gálvez, bióloga marina. Ambas tienen 32 años, están comenzando su carrera científica y por primera vez pisan la Base Yelcho, la que será su hogar durante poco más de tres semanas. Antes de preparar sus equipos, le informan a la jefa de la estación que se encontrarán alrededor de tres horas fuera. Tal como lo requiere cualquier salida a terreno, por seguridad llevan una radio con la que notifican cada cierto tiempo que están en buenas condiciones. Cuando comienzan a subir un cerro nevado en búsqueda de floraciones verdes y rojos, Francisca se da cuenta de que le falta un cuadrante, elemento con el que pueden definir áreas de muestreo y medición de datos. Mientras, Francisca se devuelve la estación. Daniela, quien lleva puesto un traje mustang naranjo y carga una mochila repelente al agua que es más grande que ella, la espera en una zona rocosa.

Tras 25 minutos caminando, arriban a un sitio cercano a la costa de Bahía Sur y una colonia de pingüinos papua, desde donde deciden comenzar el muestreo. Ponen el cuadrante y con una pequeña pala van despejando la nieve nueva. "Estamos realizando una caracterización de las comunidades de algas de nieve. La idea es extraer el ADN para determinar qué especies hay. Posteriormente se contrarrestará contrastará el muestreo en terreno con imágenes satelitales", explica Daniela.

El tiempo no acompaña. Tal como fue pronosticado por el meteorólogo de la Base Gabriel González Videla, comienza a nevar copiosamente. Sin embargo, eso no es un impedimento las jóvenes, que solo llevan guantes quirúrgicos en sus manos. "Hemos trabajado en condiciones mucho peores", cuenta Francisca, y recuerda que en los días previos debieron hacer el mismo muestreo en el otro extremo de Bahía Sur, pero con vientos que superaban los 30 nudos. "Las mujeres también podemos pasar frío y trabajar en condiciones extremas. En buen chileno: somos 'aperradas'".

Del total de nueve investigadores que trabajaron en Base Yelcho durante febrero de 2019, cinco fueron mujeres. Daniela y Francisca son parte de ese número. "La academia no está hecha para nosotras. Por ejemplo, en la física clásica y la matemática, las mujeres están muy poco representadas. Sin embargo, en las ciencias biológicas, hemos logrado ocupar espacios que tradicionalmente les pertenecían a los hombres. En ese sentido, desde nuestras respectivas disciplinas, es fundamental seguir contribuyendo a reducir las brechas existentes", concluye Daniela.

Lorena comienza a desarmar parte del laboratorio de la estación científica. Vania guarda los instrumentos oceanográficos en cajas. Daniela y Francisca se aseguran de llevar todas sus muestras.

El Aquiles, el barco de la Armada que llevará de regreso a Punta Arenas a los científicos y logísticos, ha llegado a Bahía Sur. Es hora de cerrar la Base Yelcho.