Pareciera que en la sociedad de hoy, cumplir 50 años fuera una especie de tope. Un techo que se nos impone a las mujeres, no solo por los conocidos estereotipos relacionados a la edad y género; sino también por algunos eventos biológicos que suceden en ese período, como el climaterio.

Aunque su evento central es la menopausia, es decir, el cese de la menstruación, el climaterio es un largo período que comprende desde 5 hasta 10 años y que se caracteriza por una disminución gradual en la producción de hormonas sexuales como estrógenos y progesterona.

Estos cambios en el organismo generan una serie de transformaciones, que van desde los conocidos bochornos, hasta otros síntomas como fluctuaciones en el estado de ánimo, ansiedad, dificultad para concentrarse, cansancio y/o dolor de cabeza. Un torbellino que puede generar desconcierto en un primer momento, pero también afectar diversas áreas de la vida, una de ellas: la sexualidad.

“Desde un punto de vista social, la sexualidad de las mujeres históricamente se ha asociado exclusivamente a la capacidad reproductiva. Por ende, en una sociedad machista, cuando llega la menopausia, se asume que ellas dejan de tener una vida sexual”, dice Daniela Ribbeck (@dani.ginecologa), médica ginecóloga y parte del directorio de Ginecólogas Chile.

Pero, ¿qué nos pasa físicamente con la menopausia? ¿Cómo ésta afecta la calidad en la vida sexual? Con el climaterio, comienza a descender la producción de estrógenos, hormona esencial en la salud reproductiva y cuya falta genera una serie de síntomas a nivel sistémico, aunque también en la parte genital, como sequedad vaginal, dificultad para la lubricación, adelgazamiento de la mucosa vulvar y vaginal, y debilidad de la musculatura del piso pélvico.

Esos cambios biológicos pueden dar pie a molestias durante las relaciones sexuales, dice Ribbeck, como dolor, ardor y/o picazón. “Obviamente esto genera pérdida del placer y del deseo sexual”, puntualiza. Sin embargo, en la medida que estos problemas alcanzan una solución desde el punto de vista médico, muchas empiezan a aprovechar esta etapa como un período de autodescubrimiento y goce.

Según un artículo publicado en la revista académica Atención Primaria, si bien el grado de lubricación y nivel de excitación disminuye con la edad, el deseo sexual y satisfacción con la intimidad aumenta a medida que pasa el tiempo. “Hay mujeres que viven este período como una etapa de libertad sexual, al perder el miedo a un embarazo no deseado. Pero no es igual para todas. Es por eso que es importante reconocer que, como todo momento de cambio, es normal que nuestros gustos y preferencias se modifiquen, así como también las prácticas sexuales que disfrutamos”, sostiene Ribbeck.

Para poder aprovechar este período, dice la psicóloga clínica Susana Rojas de la Fundación Míranos, es importante que, como sociedad, dejemos de estigmatizar la menopausia. Y es que los significados sociales negativos que aluden a esta etapa, dice la experta; se pueden transformar en otra mochila para las mujeres, impidiéndoles disfrutar de manera plena. “Afectan, incluso, más que la menopausia misma. Por los mitos que hay y la vergüenza que generan, muchas mujeres no se atreven a consultar a los especialistas cuando están con estas dificultades, cargando con el estigma de que el placer y el disfrute se cohartan en esta etapa. Es impresionante cómo cambia la vida sexual de las mujeres a medida que aumenta la edad”, dice.

En ese aspecto, la psicóloga dice que, con la baja en la producción de hormonas sexuales, algunas pueden sentir mayores niveles de ansiedad y depresión, provocándose alteraciones en el ánimo que, sumado a los cambios físicos, pueden tener impacto en la líbido. Sin embargo, eso no debería ser limitante si se toman acciones para mejorar el bienestar. “Muchos cambios en la sexualidad se viven como una pérdida cuando en realidad no todos lo son. Cuando hay falta de lubricación o baja en el umbral de excitación y orgasmo, muchas mujeres dicen no, es que cuando estás vieja eso ya no pasa. Pero en realidad sí ocurre, pero solo que ahora se necesita de más tiempo y tomar ciertas medidas para disfrutar”, dice y agrega: “Uno de los principales mitos es que no se puede hacer nada para mejorar la vida sexual y que, como esto se trata de un proceso natural, se tienen que aguantar todos estos cambios”.

Afortunadamente, hoy sabemos que esto no es así. La médico ginecóloga, Daniela Ribbeck sugiere que, primero que todo, en esta etapa -como en todas aquellas que representan un cambio- las mujeres requieren de educación y acompañamiento. En esa línea, sostiene que para mejorar la vida sexual del período, es clave cuidar la salud vulvovaginal: evitar el exceso de higiene, mantener hidratada la piel de la vulva y la mucosa vaginal y usar lubricantes, en base a agua, para los encuentros sexuales. Sin embargo, puntualiza que, de no ser suficientes, se puede probar con los de silicona además de evaluar la alternativa de comenzar una terapia hormonal, que puede ser sistémica o local.

Además, entrega otras consideraciones de estilo de vida, como dejar de fumar ya que el tabaco se ha asociado a mayor prevalencia de dolor sexual, sequedad vulvar y síndrome genitourinario. “También ayuda el realizar ejercicio periódico y fortalecer el piso pélvico porque, quienes lo realizan, suelen relacionarse mejor con su cuerpo, algo clave para aumentar el deseo sexual. Tener una alimentación variada, aumentando el consumo de productos que vienen de plantas también es beneficioso ya que estos permiten una mejor salud intestinal, lo que va de la mano de la salud vulvar”, dice.

Por su parte, la psicóloga Susana Rojas agrega que, para poder tener encuentros sexuales más placenteros en pareja, es clave tener una comunicación sin tapujos. “Es algo fundamental y básico en la vida sexual, pero especialmente en el proceso de envejecimiento. Esa comunicación tiene que ver con cuán consciente soy de mis cambios, y cómo se los informo a mi pareja para que entre ambos podamos tomar medidas que no interfieran en el disfrute. Si no se hace esto, se pueden generar molestias que no solo se circunscriben a lo que pasa en el ámbito sexual, sino que se traducen en distancias, sentimientos de culpa y otros síntomas que, en última instancia, afectan la salud mental de las personas”.

Finalmente, Ribbeck apunta a un último elemento, que muchas veces, puede pasar inadvertido: el descanso. “Tener ese tiempo es esencial, así como también el espacio para realizar actividades en solitario o sociales placenteras. Acá, es fundamental cambiar el rol que le da la sociedad y la familia a la mujer. Si mantenemos la sobrecarga doméstica y no remunerada, difícilmente se va a tener tiempo para trabajar en la salud mental”, concluye.