El abuso emocional es un tipo de maltrato que deja huellas profundas en las personas y quienes han estado o conocido a un abusador o abusadora emocional reconocen el profundo daño que pueden provocar en la vida y lo difícil que es sanar. Andrea Sarmiento, académica de la Escuela de Psicología de la Universidad de Las Américas (sede Viña del Mar) señala que “el abuso emocional es un proceso contínuo en el que un individuo sistemáticamente disminuye a la otra persona, y las ideas, los sentimientos, las percepciones y las características de la personalidad de la víctima son constantemente descalificados. Esto con recurrencia provoca el control de la víctima”.
La mejor táctica de estos individuos es ganarse la confianza del otro con su entrega y encanto, sin embargo, cuando lo logran, comienzan a ejercer su poder. Esto puede suceder en todo tipo de vínculos, como por ejemplo padre-hijos, jefe-empleados, maestro-alumno, entre amigos, parejas, con personas mayores, hacia personas de distintas etnias o clases sociales.
Como consecuencia del abuso emocional continuo y sistemático, la víctima sufre un deterioro significativo de su autoestima y su estado anímico se verá seriamente afectado. Las secuelas de este tipo de violencia son inseguridad, desolación y soledad, entre otras emociones. “Al ser la víctima anulada por su maltratador, este puede ejercer todo su poder. Es frecuente la experimentación de sentimientos de culpa e indefensión, acompañados por niveles elevados de estrés crónico y ansiedad. También el consumo de sustancias o incluso la adicción como forma de huida de la realidad pueden ser otras secuelas psicológicas de los malos tratos, al igual que el aislamiento social y el distanciamiento de redes de apoyo”, explica la especialista.
Para que un niño se transforme en un maltratador emocional al crecer, su historia de infancia y adolescencia debió haber estado marcada por experiencias de violencia y situaciones traumáticas. Puede ser común que haya vivido en un ambiente de mucha violencia física o verbal y haya sufrido directamente miedo, abandono, control excesivo o maltrato físico.
Por lo mismo, Sarmiento señala que la tarea de los padres es terminante en la formación de los hijos para que en un futuro sean mujeres y hombres sanos mentalmente. “Es necesario estar constantemente revisando nuestras competencias parentales, que son las capacidades prácticas que se tienen para cuidar, proteger y educar a los hijos, y asegurarles un desarrollo suficientemente sano”.
Educar en las emociones
“Un día nos convertimos en padres y, aunque creíamos que estábamos más o menos preparados para el desafío, se abre ante nuestros ojos una aventura muchísimo mayor de la que imaginábamos”, dice Melina Furman, máster en educación de Columbia University y autora del libro Guía para criar hijos curiosos. Ella, al igual que muchas otras madres, se ha hecho algunas preguntas vitales para enfrentar el desafío de criar personas nobles: ¿qué hacer, cómo hacer y cómo no hacer para educarlos?
Andrea Sarmiento quien sostiene que “debiésemos estar muy atentos a no repetir patrones de crianza donde el abuso emocional estuvo presente y, de ser necesario, buscar ayuda profesional. Ser capaces de reconocer ciertas pautas de relación que no contribuyen al desarrollo de un estilo de apego seguro y a un adecuado desarrollo socioemocional en los niños”.
Los padres, según la especialista, son los primeros que deben comprender lo que implica ayudar a los hijos a desarrollar su capacidad de respetarse a sí mismos, a los demás y al mundo que les rodea. Una tarea que hay que realizar antes de que los hijos lleguen a etapas más complicadas de crecimiento. “Es fundamental encontrar vías para que comprendan el significado y el valor del respeto. Desde muy temprano los niños son capaces de replicar actitudes y comportamientos de sus padres o cuidadores, por eso el respeto es una de las actitudes más importantes que hay que transmitir a los hijos”, agrega.
Y no solo hay que inculcar el respeto, sino que también enseñarles cuáles son los límites que existen en la vida. Así lo expresan las psicólogas del centro Impúlsate, María José Portales y Trinidad Trinidad Schönherr, quienes señalan que: “Esto se tiene que inculcar dentro de la familia desde edades tempranas, concretas, apropiadas para la edad y con consecuencias claras. Debemos procurar que nuestros niños comprendan que los límites más que coartarnos, nos protegen e indican lo que está permitido y lo que no en cada espacio de la sociedad”.
En este proceso de aprendizaje como padres es fundamental replantearse los modelos de enseñanza heredados y conocer las nuevas necesidades infantiles. Darse el tiempo para descubrir qué necesitan emocionalmente los hijos y guiarlos entendiendo quiénes son.
Al respecto, la sicóloga Varinia Signorelli sostiene que “hay quienes siguen ignorando a los niños cuando se portan mal, educando con premios y castigos, asustándolos en forma de bromas. Tantas prácticas que nos muestran que no sabemos nada de sus necesidades y que los dañan poco a poco emocionalmente. Por supuesto que no deberíamos castigarlos ni física ni emocionalmente, ni insultarlos, ni ridiculizarlos. El tratar bien a otros se aprende con la experiencia de haber sido tratados bien. Para eso necesito presenciar de mis cuidadores, constancia en los vínculos y predictibilidad”.
El autocontrol es otro de los elementos que es importante inculcar en los niños desde que son pequeños. Si aprenden a modular sus emociones y conductas podrán en la adultez tener comportamientos adecuados para las diferentes situaciones de la vida.
Sarmiento explica que es sumamente importante que la familia acompañe a sus hijos en el tránsito de la regulación externa, que necesitan en los primeros años, a la autorregulación. “En los primeros cinco años de vida el niño aprende a confiar, que es la capacidad de creer en el otro, confiar en la bondad de los adultos que lo rodean, certeza de que lo aman y lo protegen. Por tanto, es fundamental que los padres y adultos significativos cultiven este vínculo para fomentar que el niño aprenda a confiar. Cuando el niño confía, se siente amado y seguro podrá empezar a ser más independiente y autónomo, a tomar sus propias decisiones y a ser reflexivo”.
Al respeto, la autorregulación y la consciencia de límites las especialistas suman otra habilidad: la empatía. Esta, según Sarmiento, se aprende y practica. “Si un niño siente que una es empática con él, seguramente tenderá a imitar eso. Practicar esta virtud ayuda que esta respuesta surja de manera natural frente a las diferentes circunstancias que viva”.