Cómo criar un niño inteligente y feliz
La neurosiquiatra infantil Amanda Céspedes acaba de lanzar un libro llamado Esos Locos Bajitos (Ediciones B), donde remarca la importancia que tiene la primera infancia, de los 0 a los 6 años, para el resto de la vida. En esa etapa, en que se establecen redes neuronales imborrables, si los padres cumplen bien su rol, el desarrollo emocional, social y cognitivo del niño fluirá fácilmente después. En ello es esencial, asegura, jugar y reírse.
Paula Digital, Especial Felicidad.
Neuropsiquiatra infantil de larga trayectoria, Amanda Céspedes (68) es todo un referente a la hora de hablar del desarrollo emocional y afectivo de los niños. Directora del Instituto de Neurociencias Aplicadas a la Educación y la Salud Mental del Niño y académica de posgrado en diversas universidades chilenas, ha publicado una decena de libros sobre este tema, los más conocidos: Educar las emociones, educar para la vida; Niños con pataletas, adolescentes desafiantes o Déficit atencional en niños y adolescentes. Recientemente acaba de editar su último libro, Esos locos bajitos, donde la voz de un niño relata en primera persona cómo funciona su mente entre los 0 y 6 años. Porque luego de casi 30 años trabajando en la aplicación del conocimiento neurocientífico al desarrollo infantil, la educación, la salud y la felicidad humana, Amanda Céspedes se dio cuenta de que el sistema que rodea al niño en una primera etapa de vida es muy precario emocionalmente. "Mi último libro pone el énfasis en el primer segmento, que es una etapa fundacional para las demás que vienen. Cuando tu haces bien las cosas los primeros seis años de vida, de los siete en adelante todo fluye. Cuando lo haces mal, las marcas pueden ser indelebles", afirma la neuropsiquiatra.
En tu último libro afirmas que de los 0 a los 6 años es una edad fundacional y que lo que sucede en esta edad es vital para lo que viene después ¿Por qué?
Porque a esa edad se establecen las primeras redes neuronales que son imborrables y que sirven de plataforma para todos los aprendizajes que van a venir más adelante: cognitivo o intelectuales, como también emocionales. De manera que si el niño pasa de los 6 años en adelante con carencias en esos ámbitos, posteriormente va a ser necesario desarrollarlas, pero es mucho más difícil, porque el niño va a estar en otras tareas. ¿Cómo incrementamos vocabulario si además se le está exigiendo que aprenda a leer, a sumar o a restar? Si se hicieron mal las cosas en la primera etapa se perdió el momento preciso en que el niño está abierto ávidamente a aprender.
¿Qué pronóstico tiene un niño que en su infancia no recibe amor y ternura, emociones para las que está predispuesto?
Es un pronóstico negativo desde el punto de vista de su desarrollo social-emocional. Va a crecer receloso, desconfiado, sin fe en que los demás lo pueden querer. Entonces, va a estar constantemente pidiendo demostraciones de afecto. Son niños ariscos, hostiles o niños demandantes en extremo.
"Para mí el juego es crucial junto a la risa, el buen humor y la alegría. Todo eso es un impulso a la inteligencia. Los niños que juegan mucho son extraordinariamente inteligentes, creativos, buscan soluciones, saben compartir y perder. Un niño que no juega lo suficiente no sabe perder".
Señalas que en la primera infancia los niños tienen que aprender a autorregular sus emociones ¿Eso es un proceso espontáneo o dirigido?
Es un proceso dirigido y es muy bonito. Los primeros 18 meses de la vida el niño es regulado por las personas que lo acompañan vincularmente, especialmente la mamá, que es el pilar más importante en el vinculo primario. Entonces es ella quien lo autorregula, quien está siempre presente y atenta a sus necesidades. Ella aprende el lenguaje del niño: lo no verbal lo decodifica con una gran habilidad, por lo tanto, va ajustando sus conductas a las necesidades del niño. Todo esto en un clima de mucha presencia afectiva. Pero después de los 18 o 24 meses, la mamá no va a estar siempre presente y el niño va a explorar más el mundo, por lo tanto, tiene que aprender a regular las emociones por sí solo: el miedo, la frustración, el enojo o la pena. Sin embargo, a esta edad aún sigue siendo muy potente la presencia del adulto, la figura del apego. Entonces, cuando no logra regular sus emociones, necesita esa figura de apego. La expresión de que no lo logró, es la pataleta, ahí el niño está gritando "traté, traté, pero no lo logré", y el adulto en vez de aparecer en escena gritándole o retándolo, lo que tiene que hacer es escucharlo.
¿Esa es la reacción correcta ante la pataleta de un niño?
Primero, hay que esperar que se le pase la rabieta. ¿Cómo se logra eso? Lo tomas en brazo, juegas con él, lo distraes y lo escuchas, tratando de decodificar lo que quiere decir. El niño a esa edad no puede decir "me siento de tal manera", entonces el adulto tiene que interpretar las conductas del niño. Las estrategias para esta autorregulación son precarias y consisten en el uso de un objeto transicional, que puede ser el tuto, el chupete, el dedo en la boca o un peluche. También aquí funciona muy bien la fantasía, la imaginación: contarle una historia. Cuando haces esto el niño se olvidó de su pena o enojo porque se sintió reconfortado.
¿No es que ellos quieran manipular con el llanto?
No. Ese es un error garrafal. No hacerle caso a un niño es hacerle sentir muy ignorado y por lo tanto va a buscar otras estrategias peores todavía.
Y qué pasa con los niños más introvertidos ¿qué recomendaciones le puedes dar a los papás?
Ese es un tema tremendo, porque el niño que es introvertido da la falsa imagen de ser un niño muy bien adaptado, que está siempre contento, y la verdad es que muchas veces ahí hay un problema de sobre adaptación. Es decir, está atrapado en su timidez, en su temor, en su ansiedad. Y ahí lo que hay que hacer es tener mayor sensibilidad a los requerimientos del niño. Me encanta cuando me encuentro con mamás que tienen una sensibilidad especial para captar, por ejemplo, que el niño no quiere entrar a mi oficina solo cuando viene a evaluación, y se queda en un rincón. Ahí uno ve las diversas reacciones: una mamá impaciente que lo reta y le dice "ya estás manipulando" o "no te voy a comprar el helado a la salida". Y otra mamá que le dice "¿vamos los dos?, yo te acompaño". Ahí el niño se da cuenta que no hay nada que temer.
PADRES DESORIENTADOS
¿Cuál es la idea que los niños chicos tienen de sus padres a esa edad?
Los ven como héroes planetarios. No hay nadie mejor que los papás, nadie más hermoso, más inteligente, más protector. Y eso es así porque hay una idealización por una necesidad afectiva, que si no la tienen se sienten desamparados. Es como la primera etapa de una relación amorosa donde uno idealiza a la pareja y todo funciona bien. Eso dura hasta los seis años. De los 7 a los 12, los padres pasan a ser héroes domésticos: es decir héroes de la familia, pero para el niño, a esa edad, afuera hay gente mucho mejor. Ya a los 13 años miran tal como somos: con nuestros defectos. Entonces qué maravilla saber que tienes los primeros seis años para poder influir sin tener que tomar ninguna posición extrema. Porque si eres perfecto, el niño te va a creer y solo debes actuar desde la sabiduría.
¿Los padres de hoy están muy confundidos en la crianza?
Están divididos en tres bandos: adultos muy autoritarios, que quieren volver al pasado y recuperar esa autoridad impuesta; padres muy permisivos, que se las dan de compinches de los hijos y les hablan con garabatos y en tercer lugar, un bando que va en aumento, que son los padres desorientados. ¿Cómo se reconocen? Porque afirman con gran tristeza que "nadie nos ha enseñado a ser padres" o "he probado todas las estrategias y todo fracasa con este niño". Entonces yo les digo que no es el niño sino que ellos que no tienen claridad y oscilan entre un polo permisivo a uno autoritario.
Y ¿cuál sería el ideal de padre?
El ideal de padre es el que ejerce la autoridad, pero no es autoritario. El padre con autoridad es consistente, fija normas y límites con suavidad, en un rol educador. Es el que le explica al niño, según su edad, por qué razón es necesaria una determinada norma. Por ejemplo: "te vas acostar temprano porque los niños que lo hacen crecen más y tienen más poderes". Y el niño cree eso. O "hay que lavarse las manos porque hay unos bichitos, que si tratas de verlos no vas a poder, pero son muy molestosos". Así el niño va aceptando y entendiendo las normas.
En tu libro afirmas que el juego tiene directa relación con un niño inteligente. ¿Por qué?
El juego es esencial porque es un sistema funcional cerebral que está puesto en el cerebro para estimular en la corteza del cerebro, lo cognitivo. Entonces, mientras más activas ese motor, mejor funciona la corteza. Los niños que juegan mucho son extraordinariamente inteligentes, creativos y libres. Son niños que buscan soluciones, alternativas, son flexibles. Saben compartir y saben perder. Un niño que no juega lo suficiente no sabe perder. Para mí el juego es crucial junto a la risa, el buen humor y la alegría. Todo eso es un impulso a la inteligencia.
"El ideal de padre es el que ejerce la autoridad, pero no es autoritario. Un padre con autoridad es consistente, fija normas y límites con suavidad, en un rol educador. Le explica al niño, según su edad, por qué razón es necesaria tal norma".
Hoy ya no se juega como antes, la gente vive cada vez más en departamentos. ¿Qué impacto tiene eso en los niños?
Es un impacto enorme. Lo que pierde un niño prisionero de las pantallas, encerrado en un departamento y que no tiene contacto con la naturaleza, es la imaginación. Ese niño después tiene que dibujar algo en el colegio y no sabe cómo hacerlo. Lo segundo, es que pierde la libertad de pensamiento. El niño se rige por reglas que le enseñaron otros, pero él no tiene libertad de pensamiento para buscar sus propias alternativas, porque claro, si tu juegas todo el día en una pantalla probablemente las soluciones están ahí mismo y las descubres casi al azar. En cambio, construyendo una casa de pájaros, donde recoges los elementos de la naturaleza, es un proceso mucho más creativo. Los niños eran mucho más inteligentes cuando tenían que construir sus juguetes.
Y el amor, ¿cuán importante es el desarrollo del cerebro de un niño entre los 0 y 6 años?
El amor es clave por varias razones. La primera es porque no logras la habilidad de autorregulación sin amor, eso es clave. Y eso es una de las cosas que más intento transmitir. Es imposible desarrollar en el niño una adecuada capacidad de autorregulación de la frustración, del miedo, de la rabia o de la pena si no es a través del amor. Entonces, el amor es clave porque es educativo, no es puro regaloneo. Un niño muy amado es un niño empático, sociable, generoso, desprendido, es el que le da un pedazo de su colación a su compañero. Y por otro lado, el amor es un poderoso estímulo del desarrollo intelectual. Porque no hay nada más generoso que jugar, reírse y disfrutar en un entorno amoroso. Y lo tercero, es que el amor produce situaciones muy estimulantes en lo intelectual: leer un cuento, hacer un dibujo a medias con un adulto, todo eso es muy amoroso. Sin duda, el eje central en el desarrollo del ser humano es el amor.
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