Cómo el tejido transforma nuestro cerebro
“Una melodía puede evocarnos un lugar especial, un olor traernos recuerdos de infancia, una luz brillante ponernos en alerta. Lo que vemos, oímos y olemos, los sabores que experimentamos, y también lo que tocamos, influye en nuestros pensamientos, sentimientos y reacciones”, dice a modo de introducción en su libro Entretejidos, Jimena López de Lérida, Agrónoma de la Universidad Católica y máster en Libros y Literatura Infantil y Juvenil de la Universidad Autónoma de Barcelona. Y es que, como explica en este texto, tejer tiene beneficios debido a que nuestro cerebro se conecta al mundo a través del cuerpo.
“Los estímulos que percibimos pueden transformar la estructura y el funcionamiento de nuestro cerebro. Esta flexibilidad se conoce como neuroplasticidad: cuando aprendemos algo nuevo se reorganizan y crean conexiones neuronales, mientras que al practicar lo que ya sabemos reforzamos redes neuronales existentes. Aunque pocas veces reparemos en ello, tenemos el poder para modificar nuestro cerebro”, dice. En este proceso, las manos cumplen un papel fundamental. “Son básicas en nuestro día a día y las usamos casi sin interrupciones, en general, de forma automática. Al tocar y sentir distintas temperaturas y texturas, y al utilizarlas en movimientos coordinados, estamos ejercitando el cerebro. Usarlas activa grandes áreas de la corteza somatosensorial, que procesa la información que viene de los sentidos, y de la corteza motora, responsable del movimiento de nuestro cuerpo”, agrega.
Por eso es que lo que sentimos en nuestros dedos cuando tejemos, el movimiento simultáneo de nuestras manos coordinadas con la vista, y la atención que ponemos en la tarea, estimulan nuestro cerebro y lo van transformando. “Tejer es mucho más que un pasatiempo”, declara Jimena. Esta es la razón que la llevó a escribir el libro. “Es común escuchar de quienes tejen afirmaciones sobre lo bien que les hace tejer, cómo los relaja, los desestresa, los entretiene o los hace sentirse útiles. El libro surge de la búsqueda de la evidencia científica que sustenta esas experiencias”.
Por ejemplo plantea que el tejido nos permite anclarnos en el presente. “Actividades manuales sencillas y repetitivas pueden servirnos como ‘anclas cognitivas’ para mantener la atención en el presente y evitar la distracción hacia otras preocupaciones. El cerebro solo puede procesar una cantidad de información limitada en cada momento, por lo que nuestra concentración en una reunión puede aumentar si tenemos un tejido simple entre las manos; de esta manera no tendremos espacio para divagar o pensar en tareas pendientes”.
También nos permite olvidarnos de nosotros mismos. Al enfrentar un desafío creativo podemos sumergirnos tanto en éste que olvidemos nuestros problemas y hasta perdamos la noción del tiempo. “Al terminar, quizás nos demos cuenta que nos duele el cuello o la espalda, o nos soprendamos de haber olvidado ese malestar crónico. Cuando dedicamos toda la atención en una tarea, no queda espacio en nuestro sistema nervioso para percibir qué pasa con nuestro cuerpo. El psicólogo Mihály Csíkszentmihályi denominó ‘flujo’ a este estado de compromiso profundo en que los estímulos externos parecen no afectarnos. Es un estado en el que nos sentimos plenos y felices”, explica.
A todo eso corresponde la primera parte del libro, cuenta Jimena. Sin embargo, al indagar en los beneficios del tejido se fue dando cuenta de que su mirada no podía restringirse a lo individual. “Tejer, aunque puede realizarse en solitario, es muchas veces una actividad que reúne, lo que potencia sus beneficios. Al tejer junto a otros creamos cercanía, aprendemos de ellos (de tejido y de sus experiencias de vida), creamos comunidad, nos sentimos parte de algo mayor. Algunos grupos se juntan a tejer para apoyar causas, para expresarse usando lanas o bien como terapia. Por otra parte, las creaciones en lana son una forma de expresión cultural, que trasciende a los individuos”.
Por todo esto su invitación es a conocer el mundo que hay detrás de esta práctica. “Tomar un par de palillos o un croché puede mejorar nuestra concentración, liberarnos del estrés y aumentar la autoestima. Tejer tiene el poder de transformar nuestro cerebro y también de generar cambios en nuestra sociedad”, concluye.
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