En Koh Ta Kiev no hay electricidad, agua corriente, y mucho menos internet. Entre playas de arena blanca, agua cristalina, y una selva impenetrable, la isla del sur de Camboya invita a volver a lo básico; justamente lo que buscaba Sònia Busquets (42). Era 1 de enero de 2019, y la española partía un nuevo camino; el camino de su sanación. “Sabía que podía curarme del vitíligo. Sabía que con mi mente tenía el poder de repigmentarme”.
La primera mancha le apareció en el párpado de su ojo izquierdo. Sònia Busquets (42) tenía tan solo seis años, pero recuerda a la perfección cuando le diagnosticaron la enfermedad que marcaría su vida para siempre: “Tienes vitíligo”, le dijeron. “No tiene cura. Tu cuerpo se irá despigmentando”. Y así fue.
De ahí en adelante, su principal objetivo fue ocultar las manchas blancas que, poco a poco, invadían su cuerpo. “Toda mi vida se centró en – básicamente – ocultar quién era”, dice. Y así, el maquillaje, los pantalones, y las poleras manga larga se convirtieron en esenciales de su día a día. “Es una enfermedad que no duele físicamente, pero te daña el alma”.
Reprogramar tu mente
Sònia se auto describe como una persona curiosa. Quizás eso explica por qué se adentró en el mundo del autoconocimiento tan joven. “Después de mucho estudio, llegué al mensaje de la física cuántica, y me di cuenta del poder ilimitado que tenemos como seres humanos”, dice. “Entendí que todo viene de nuestros pensamientos y que tenemos el poder de crear nuestra realidad. Si éramos tan poderosos como leía, ¿por qué no iba a poder repigmentarme?”.
Creyendo firmemente en que su cuerpo tenía la capacidad de sanar, Sònia tomó la decisión de iniciar un proceso de auto sanación en el que el poder de la mente sería su principal aliado. ¿Qué tenía que hacer? En palabras simples; reprogramar su mente. “Aceptar que vivimos bajo un modelo de creencias preestablecidas te brinda la posibilidad de tomar conciencia de ellas, para romperlas y adentrarte en un mundo de posibilidades infinitas”.
Según explica, nuestro cerebro tiene una parte consciente y otra inconsciente. “La parte inconsciente está gobernando nuestro día a día”, dice. Esta posee las creencias que, durante los primeros años de vida, aprendimos de nuestra familia, amigos, cultura o religión. “Esa información se instala en nuestro cerebro como si fuésemos un computador, y muchas veces nos impiden lograr nuestros objetivos”, explica. “A mí, por ejemplo, siempre me dijeron que el vitíligo no tenía cura, así que eso es lo que yo creía, y mi cuerpo me hacía caso. Tuve que reprogramar mis creencias para empezar a curarme”.
El primer paso fue armar maletas y, junto a su pareja, emprender rumbo al Sudeste Asiático. “Quería aislarme de la sociedad”, recuerda. Los primeros diez días de viaje durmieron en Koh Ta Kiev, una isla totalmente alejada de la civilización. Sònia dejó de usar maquillaje, se dio baños de sol, caminó descalza por la playa, disfrutó de la naturaleza, pero lo más importante, se repitió a si misma – día y noche – que su cuerpo era capaz de repigmentarse.
“No había espejos, así que no me podía ver, pero cuando salimos de la isla tomamos un bus y pasamos al baño de una gasolinera. Cuando me miré, me di cuenta de que tenía puntitos muy chiquititos repigmentados en algunas de mis manchas. En ese momento no lo podía creer, estaba funcionando”. Después de tres meses de viaje, Sònia volvió a su rutina y la repigmentación de su cuerpo siguió dando frutos hasta el día de hoy.
El proceso, según dice, no ocurre por arte de magia; las “visualizaciones” son clave. “Cuando uno programa nuestro subconsciente a base de repeticiones, y es capaz de sentir realmente que aquello que quiero lograr ya está aquí, se comienzan a crear nuevas neuronas cerebrales”, dice. Por eso, la española cierra los ojos todos los días y repite: “Tengo un cuerpo completamente pigmentado”, “Mis melanocitos están trabajando perfectamente”.
Además de las visualizaciones, Sònia enfatiza en la importancia de la luz solar, el deporte, y seguir una dieta lo más natural posible. “El proceso de sanación es holístico. No podemos limitarnos solamente a una visión. Hay millones de personas y millones de historias diferentes”.
El poder de las emociones
Otro de los elementos fundamentales de su proceso, según cuenta, fue curar heridas emocionales del pasado. “La medicina germánica dice que un 80% de las enfermedades son causadas por choques emocionales”, dice. “En mi caso fue la separación de mis padres, pero podría ser que te despidan del trabajo, o la muerte de un ser querido. Frente a eventos inesperados el cuerpo busca una manera de protegerse”.
“Durante muchos años entendí el vitíligo como un enemigo en mi cuerpo y y lo vivía desde el victimismo, pero en verdad el vitíligo, como muchas otras enfermedades, al final nos viene a dar es un mensaje. Esta enfermedad me avisó que algo en mí no estaba funcionando bien, y es mi responsabilidad y trabajo poder volver a tener mi cuerpo completamente pigmentado”.
Inspirada por su propia historia, Sònia comenzó a acompañar a personas que padecen de vitiligio para que logren logren curarse al igual que ella. “Pasé de esconder mi cuerpo por vergüenza a exponerme en Instagram (@soniabusquets_coachinvocativa), pero sentí que tenía que hacerlo”, dice. “Ha sido súper bonito ver testimonios de personas que han tenido resultados impresionantes”.
Sònia sueña con seguir compartiendo su historia y ampliar sus atenciones a todos quienes lo deseen. “Quiero que el mensaje esté abierto a todo el mundo”, dice. “Quiero que todos sepan que, si de verdad lo queremos, somos capaces de crear nuestra propia realidad”.