Consejos para lidiar con la dependencia emocional de tu pareja
Las relaciones son un mundo. Y también lo son sus problemas. Porque cada experiencia personal es diferente, al igual que la manera de expresarnos. Sin embargo, al final de cuentas, todas tienen un punto en común: el apego. Entre 1907 y 1920, el psicoanalista John Bowlby publicó su teoría, en la que aseguró que cada persona se relaciona con un otro a partir de los vínculos emocionales que crea durante la infancia. A estos, los llamó apego y los clasificó en tres: seguro, ansioso y evitativo.
Durante mucho tiempo, se pensó que las necesidades de apego estaban únicamente suscritas a los primeros años de vida y que a medida que crecíamos, alcanzábamos la autorregulación emocional. Por lo tanto, no necesitábamos de terceros para calmarnos. Sin embargo, con el paso de los años, diferentes psicoanalistas constataron que la dependencia emocional es una característica propia de los vínculos desde que nacemos hasta que morimos. Y que, de hecho, lo sano es establecer lazos dependientes.
Así lo asegura la psicóloga de la Universidad Diego Portales Soledad Grunert, terapeuta de parejas con diplomado en sexualidad. "Todos somos seres dependientes, no obstante, cuando crecemos la naturaleza de la dependencia va cambiando. Durante la infancia es vertical, ya que los niños necesitan una jerarquía respecto a sus cuidadores. Y cuando son adultos se sostiene pero se transforma en una horizontal. Es decir, que hay una dependencia mutua. Yo me puedo autorregular, pero también necesito de un otro, de la misma manera como me necesita a mí", dice.
En esos casos, todo va bien. El problema surge cuando la regulación de las emociones tiene un desequilibrio y esa relación que debería ser a la par, termina mutando a una en la que uno necesita más del otro. "Cuando en la adultez la dependencia no es horizontal, se siguen realizando patrones verticales en las que una persona, al relacionarse, depende absolutamente de su pareja para sentirse seguro. Ese tipo de persona tiene un apego inseguro y se dice que un 20% de la población lo padece. Son aquellos que necesitan que el otro le confirme su compromiso todo el tiempo, esté disponible siempre y atienda a sus demandas", explica Soledad.
Sin embargo, la experta aclara que no hay un grado absoluto de consciencia y que se trata de una respuesta al temor a ser abandonados. "Su reacción surge de una herida temprana. Habitualmente, se trata de personas que sufrieron algún tipo de abandono, entonces están en constante alerta y necesitan recibir señales que alivien su miedo. Por eso quienes se emparejan con ellos suelen terminar sobrepasados, ya que sienten que no pueden satisfacer todas las necesidades de su pareja y se ahogan con tanta demanda", dice.
Para la psicóloga con magíster en Terapia sexual y terapia de pareja de la Universidad de Barcelona, Teresa Muse, este tipo de apego se relaciona también por otras razones. "Si bien se expresa mucho en quienes tienen un miedo excesivo a la perdida, también tiene que ver con una relación ambivalente con los padres, sin abandono literal necesariamente. O también cuando hay una sobreprotección que te impide desarrollar tus propias habilidades de autorregulación. Por eso, el apego seguro se establece cuando los papás están presentes, sin embargo, también incentivan un grado de independencia. Porque, en el mundo ideal, debería haber un equilibrio entre la autonomía y la dependencia", aclara.
Lo paradójico es que, en la mayoría de los casos, quienes cuentan con un apego ansioso se acercan a los evitativos. "Tienden a establecer vínculos con personas no disponibles emocionalmente porque, al tener una herida, internalizan una serie de creencias limitantes o un guión asociado a pensar que no son valiosos. Ponen el foco en perseguir el afecto porque aprendieron que así funcionaba el amor y buscan compulsivamente la aprobación.
Además, como tienen una autoestima súper dañada, sienten que lo 'difícil' los valida más. Piensan que si un evitativo logra fijarse en ellos, significa que son valiosos", explica Soledad. Teresa concuerda con esto y agrega: "Esto también se conoce como el efecto Tom y Jerry. Es decir, hay un personaje que persigue mucho y el otro que se arranca. Estos dos polos siempre se han atraído porque se complementan y son el caso más típico en las terapias de pareja. El ansioso necesita depender de alguien y el evitativo tiende a la separación y la distancia".
No obstante, esto no es sinónimo de fracaso. Y es que aunque el tipo de apego se configura a partir de la historia vincular temprana, no se trata de algo estático. Una persona puede oscilar entre diferentes apegos, sin embargo, siempre hay una mayor tendencia a un solo tipo. "En la medida que uno sana sus heridas del pasado, va estableciendo relaciones sanas. Pero si esto no pasa, van a tender a sabotearlas porque cuando sienten que el otro no responde a sus necesidades, se defienden como pueden. Y esto lo hacen a través de la manipulación, la crítica y los celos. Tiene que ver con su instinto primitivo", explica Soledad.
Las claves para trabajarlo
Les pedimos a ambas terapeutas que compartieran una serie de ejercicios para aquellas parejas que se sienten identificadas con este tipo de dinámica.
Para el ansioso
Aprender a desarrollar elementos de autorregulación: para no tener que recurrir todo el tiempo al otro y agobiarlo, debe ser capaz de construir un equilibrio en el que su pareja sea igual de primordial para calmarse como lo es uno mismo. Que ambos se contengan de la misma manera. Cuidar y ser cuidado.
Fortalecer la autoestima y dejar de personalizar todo: en estas relaciones es muy común que cualquier conducta del otro, aunque sea muy cotidiana como no contestar el teléfono porque está ocupado, se tome como algo personal. Esto lo interpretan como una señal de abandono, entonces activan sus defensas.
Expresar sus necesidades y traducirlas a palabras: por lo general, el ansioso tiende a protestar y enojarse. La idea es tratar de descubrir qué necesidad está cubriendo esa queja.
Para la pareja
Saber cuál es su límite: esto no se trata de que la pareja tiene que ceder, ni excusar todas las acciones del otro. Es importante que aclare y distinga qué cosas puede tolerar y cuáles no.
Aprender el recurso de la corregulación: cuando estamos en un vínculo amoroso no existe nadie más regulador que la pareja. Esto no significa hacerse cargo del otro, pero sí debe haber un equilibrio para calmar. Que el otro sepa que puede contar con uno sin la necesidad de hostigarlo.
Asumir un rol: las relaciones son de más de una persona. Por lo mismo, hay que tomar un papel en éstas y ser más activos que pasivos. Es importante trabajar la conexión emocional, conocer las historias de cada uno y crear una dinámica con la que se sientan cómodos.
Cómo diferenciarlo de una relación tóxica
"Es importante aclarar que estas relaciones sí pueden ser dañinas, pero que no todas las personas que son tóxicas lo hacen por ansiedad. Hay una combinación en el estilo de apego y en la personalidad que se puede tener. Sin embargo, si hay personas que tienden a no respetar los límites, lo más probable es que no haya consciencia del otro y se sea impulsivo. De hecho, la impulsividad es la falta de límites, tanto para golpear a alguien como para manipular. Es sentir que el otro no existe como ser individual", explica Teresa. Y agrega: "La clave está en saber que en una relación tóxica hay alguien que es pasado a llevar y que en relación sana hay una consciencia de límites. Para detectar esto, quienes se enfrenten a un ansioso con tendencia a fusionarse con la pareja, tienen que tener súper claras sus propias necesidades y saber cuándo se están vulnerando".
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.