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Hace tres años, cuando aún estudiaba Literatura en la Universidad Alberto Hurtado, Constanza Gutiérrez trabajaba en la editorial Hueders: repartía libros en bicicleta y cobraba facturas. Pasaba mucho tiempo en la calle y, en una de esas vueltas, le pasaron un folleto que decía que el terrier es la única raza de perros chilena. "Un perro de patas cortas y muy aguerrido", dice y se larga a reír, mientras explica el título de su segundo libro, que es una edición conjunta de Hueders con Montacerdos.
Terriers tiene siete cuentos y muchos niños y adolescentes: una que acompaña a su madre a La Tirana y observa cómo ella coquetea con un desconocido; otro que visita a su abuela en Chiloé y sufre por un amor homosexual; y un tercero que traba amistad con un niño que pertenece a las familias gitanas que invaden su pueblo. Son personajes que, pese a sus cortos años, tienen una mirada lúcida y desprejuiciada. Y también divertida.
Constanza nació en Castro. Fue a un colegio que pertenecía a una comunidad llamada Cahuala. Terminó su enseñanza media en Temuco y se vino a Santiago a estudiar Literatura. Asegura que a los ocho años ya sabía que sería escritora.
¿Cómo eras tú de niña?
Me gustaba mucho leer. Era como los chicos de los cuentos: trataba de hacerme la graciosa a menudo. De ser divertida. También veía mucha tele.
¿Tienes más hermanos?
Uno mayor que yo siete años. Él escribía. Creo se me ocurrió por ahí. Él dejó de escribir ficción porque estudió Periodismo y se dedica a eso.
Naciste en Chiloé. ¿Cómo fue esa vida?
Viví en Castro hasta los 15. Mi vida fue más curiosa que la de cualquier castrense. En esos años fue el boom pesquero, entonces en mi colegio la gente que iba no era chilota; era de Santiago. Además era un colegio distinto, relajado, de una comunidad llamada Cahuala; mis papás no eran parte de esa comunidad, pero nos mandaban ahí porque tenía buenos profesores.
¿Cómo fue tu experiencia escolar?
Me echaron de ese colegio y me fui a un colegio para echados en Temuco; usé lo que vi ahí para escribir Incompetentes, mi primer libro, aunque en mi colegio no hubo tomas.
¿Por qué te echaron? ¿Por mala conducta o por notas?
Por las dos (risas). Creo que no me entendieron en el periodo rebelde adolescente; tuve problemas ahí. Lo que no me gusta del colegio es que te juntan por edad y hay gente que va más rápido y otra, más lento. Ahora pienso que podría haber entrado después a la universidad, habría sido más responsable, porque iba lento. Como en tercer año, recién me di cuenta, "estoy acá, tengo que estar más presente, tengo que vivir esto y no estar con la cabeza en la Luna".
¿Eres distraída?
Sí, mucho (risas).
¿A qué edad empezaste a escribir?
A los ocho. Escribía cuentos y poemas. Y estaba muy metida. Desde muy chica tenía pensado publicar. No sé por qué. Quizás porque había visto a mi hermano escribir. Y había visto que al final de Papelucho decía que era un libro tomado de un diario de vida real encontrado en un basurero. Entonces pensaba: "yo, niña, también puedo escribir un libro y me lo podrían publicar". De ahí para adelante escribí siempre. Creo que es lo más constante en lo que he sido.
¿Qué cosas escribiste en tu infancia?
Imitaba cosas: Papelucho, después Las Crónicas de Narnia. Un tiempo traté de escribir cuentos chistosos: era lo que más me interesaba en la adolescencia. Después me puse más sufrida. He pasado por distintas etapas.
¿A tu alrededor todos sabían que querías ser escritora?
Todos. Le agradezco harto a la gente que le diera importancia a eso. Encuentro que fueron todos muy amables (risas).
¿Tus papás qué decían?
En mi casa son muy valorados los libros y leer es algo importante. Mis papás estaban orgullosos de que escribiera. Mi mamá es asistente social. Mi papá ha hecho muchas cosas, estudió pedagogía en Castellano; pero no ejerció. Cuando yo era niña, él trabajaba como cajero en un banco.
¿Participabas en concursos literarios?
Algunos en el colegio, pero no con mucha suerte. Gané el Bolaño a los 21 con un cuento que había escrito a los 20: Arizona, que es parte de Terriers. Y antes había sacado una mención honrosa en un concurso chico. Pero tampoco mandaba tanto ni estaba tan pendiente. Es que soy lenta para escribir. Por mucho que haya sido constante, pueden pasar cuatro meses en que no escribo nada. Hasta que se me ocurre algo.
¿Tienes algún proyecto literario en mente?
No. Quiero esperar a leer más cosas y que cambie mi cabeza. No tengo apuro.