Corresponsabilidad parental: “El no pago de la pensión es un problema, criar sola es otro”
Hace dos años, Evelyn Nazar (43) se separó del padre de sus dos hijos de 8 y 13 años. Cuenta que en un principio él estuvo más presente, pero que con el paso del tiempo las cosas cambiaron. “Como quería evitar tener problemas y desacuerdos, le pedí que hiciéramos una mediación para establecer un régimen de pago y de visitas. La mediadora determinó que él podía verlos un día a la semana y llevárselos fin de semana por medio, que eso es lo mínimo que puede tener. Él tampoco pidió verlos más”, dice.
En cuanto a lo económico, el acuerdo era que él iba a pagar un monto mensual y que cuando surgieran gastos extra, los iban a dividir entre los dos. “Desde entonces han pasado casi dos años y si bien él paga lo que acordamos mensualmente, tiene que haber una muy buena comunicación para que esos gastos extra efectivamente se compartan. Es un tema complejo que al menos a mí, no me ha resultado”, cuenta. Pero más allá de lo económico –que reconoce no ha sido fácil– dice que lo que más le ha costado ha sido hacerse cargo sola emocionalmente de la crianza de sus hijos”.
“Quizás no suena bien que lo diga, pero uno se transforma en una súper mujer que tiene que cumplir con todo, porque además se trata de nuestros hijos y uno los ama tanto, que no queremos que tengan carencias de ningún tipo”, dice y confiesa que lo que más le llama la atención es que esta situación esté tan normalizada. “Sé que hay muchos papás que cumplen con lo establecido y mucho más, pero es normal que la justicia determine que está bien que un padre se haga cargo de sus hijos solo cuatro veces al mes. Y eso me parece un abuso”, recalca.
No es la única mujer que piensa lo mismo. La abogada Camila Ostornol, directora de la comisión de Familias, Infancia y Adolescencia de Abofem, dice que es evidente que hay un desequilibrio. “Si uno revisa las sentencias respecto de las visitas, lo que en general se ve es la aplicación de modelos predefinidos que reproducen estereotipos de género. Por ejemplo, establecen que el hijo o hija aloje sólo un día a la semana y fin de semana por medio con quien no tiene el cuidado personal, que en la mayoría de los casos es el hombre, siendo la madre quien debe asumir en la práctica, el cuidado y crianza”.
Camila explica que el problema está en que la Ley norma a través del principio de corresponsabilidad que padre y madre, independiente de si viven juntos o separados, deben participar de forma activa, equitativa y permanente en la crianza y educación de sus hijos e hijas. “Pero lo que ocurre habitualmente es que se carga el cuidado presencial mayoritariamente a sólo uno de los padres –la mujer en la mayoría de los casos– y eso no está en línea con este principio. Lo razonable sería que existiese una mínima coherencia entre el principio de corresponsabilidad y el régimen de visitas, ya que la forma que adopte la relación directa de padres (hombres) con sus hijos e hijas, va a determinar la posibilidad de alcanzar una participación activa, equitativa y permanente en el cuidado y crianza. Es decir, es condición de posibilidad para cumplir con la corresponsabilidad, que los hombres tengan una relación directa con sus hijos e hijas que sea equitativa y permanente en comparación con la que tienen sus madres”, dice Camila, quien es enfática en que normativamente esta concepción pone a niñas y niños primero, pues busca satisfacer su bien superior al permitirles ejercer el derecho a recibir cuidados y crianza de ambos progenitores, dándoles la posibilidad a la vez de desarrollarse en espacios donde la influencia de estereotipos de género limitantes y patriarcales, es menor.
¿Qué ocurre cuando esto no se cumple?
Según datos del poder judicial, un 84% de los deudores en causas de alimentos no paga la pensión fijada por el tribunal, lo que significa que un promedio de 70 mil niños, niñas y adolescentes no reciben lo que por ley les corresponde. Y en muchos de esos casos el régimen de visitas tampoco se cumple. “El incumplimiento de las visitas por parte de los padres es grave por el efecto que puede producir sobre niños, niñas y adolescentes. La evidencia es clara en mostrar que se pueden producir apegos inseguros y sentimientos de abandono en ellos, siendo un factor negativo para el normal desarrollo de su personalidad. Eso es muy difícil de compensar, ya sea económicamente o por otros mecanismos, y tiene efectos de largo plazo”, dice Camila.
Y no solo hay un perjuicio para los menores. Hay que considerar, además, que el incumplimiento de las visitas termina siendo un factor limitante para el desarrollo de las mujeres que ejercen los cuidados. “Según la encuesta CASEN 2017 en Chile el 38% de las mujeres “inactivas” laboralmente se encontraba en esa situación por no poder compatibilizar un trabajo remunerado con las tareas domésticas y de cuidado. En cambio, sólo 2% de los hombres tenía este problema. Y obviamente el cuidado de niños y niñas era una de las principales cargas identificadas que limitaba a las mujeres”, explica Camila.
Entonces, el efecto concreto del incumplimiento del régimen de visitas por parte de los hombres es que las mujeres deben asumir el trabajo doméstico y de cuidados de niños y niñas, liberando a los padres (hombres) para que puedan desarrollarse en el mercado laboral e incluso el ocio en desmedro de las mujeres. “Si a eso sumamos que el estudio de Comunidad Mujer objetivó que el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado equivale al 22% del PIB ampliado en el país, resulta evidente que el incumplimento de las visitas por parte de los hombres constituyen un subsidio que las mujeres se ven obligadas a dar a los hombres para su desarrollo a costa del propio”, agrega.
Y es precisamente ese el principal reclamo de Evelyn. “Como mujer es complejo, porque uno se vuelca ciento por ciento a la crianza y se olvida un poco de las otras facetas en la vida. Tienes pocas oportunidades de salir. Yo he tenido la suerte de tener un trabajo que me ha permitido rehacer mi vida, pero a un costo alto. Recurro a otras mujeres que me ayudan, pero sé que no es la realidad de millones de mujeres que no tienen esa posibilidad y finalmente se rinden y deciden no rehacer su vida como mujer para dedicarse exclusivamente a la maternidad”, dice.
Agrega que en este periodo de cuarentena ha sido más duro, porque ni siquiera ha podido recurrir a su red de apoyo. “Cuando ahora tuve que volver a los turnos –soy matrona– tuve que ingeniármelas porque pasa que algunos hombres sienten que cuando uno les pide que se hagan cargo, te están “ayudando”, cuando la responsabilidad debería ser de ambos”, dice. Y agrega que los hombres pueden rehacer su vida como si no tuvieran ningún pasado, lo que le parece injusto. “Yo adoro a mis hijos y jamás quisiera que no estuvieran en mi vida, pero pienso por qué los hombres pueden desligarse de esa responsabilidad. Y no hablo solo de plata, porque eso no se soluciona con plata”.
Según la abogada Camila Ostornol, lamentablemente bajo el marco jurídico actual esto no se logra compensar del todo. “A pesar de existir claridad en el efecto social y económico que tiene el incumplimiento de las visitas, la ley sólo determina sanciones que parecen estar más enfocadas en disuadir a los hombres de estas conductas que a reparar sus profundas consecuencias. En concreto, si el padre no cumple con las visitas, un juez puede sancionar con multas económicas, cuyo monto es dependiente del ingreso del padre y del tiempo de incumplimiento de las visitas. También se puede avanzar a sanciones como reclusión nocturna durante 15 días frente a hechos más graves para evitar su reiteración. Pero faltan aún medidas que permitan reparar con hijos e hijas, recomponer roles de cuidados y, en especial, compensar la limitación al desarrollo de las mujeres. En este sentido, es llamativo, por ejemplo, que la recuperación de días no sea una opción cuando un padre deja de cumplir con su régimen de visitas”.
Sin duda tiene que ver con estereotipos de género, en virtud del cual la mujer es caracterizada como la idónea para hacerse cargo de los cuidados, la crianza y educación de hijas e hijas, lo que da cuenta de la lógica patriarcal que determina estos estereotipos: a la mujer le corresponde el espacio privado, las labores reproductivas y las tareas de cuidado, lo que posibilita que el hombre pueda desarrollarse en el espacio público y asumir las labores productivas remuneradas. “A contrapelo las mujeres hemos logrado habitar de forma progresiva los espacios públicos y ejercer en trabajos remunerados, pero no hemos logrado democratizar las labores domésticas y de cuidado”, dice Camila. “Aunque hemos avanzado, aún queda mucho por hacer. Por ejemplo, hasta el año 2013 cuando las parejas se separaban el cuidado personal de hijos e hijas le correspondía automáticamente a la madre. Actualmente, al menos, los progenitores pueden llegar a acuerdos estableciendo cuidado personal compartido o que lo tenga el padre o la madre. Si no hay acuerdo lo tendrá quien viva con el hijo o hija, y además se podrá demandar el cuidado personal. Pero aún vemos que temas como el régimen de visitas sigue cargando los cuidados a las mujeres”, explica la abogada.
Ese el mayor reclamo de Evelyn. “Finalmente lo que nos pasa es que nos sentimos solas en esta lucha desigual, incluso criticadas por no querer hacernos cargo tiempo completo de nuestros niños, porque se asume que ese es el rol de una madre. Yo a mis hijos los adoro con el alma, pero también tengo derecho a respirar, a tener una vida, a trabajar tranquila. No nacieron sólo de mí, tienen un padre y eso no se debe ni se puede olvidar”.
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