Creadoras de Chica, comunidad centrada en el cuidado menstrual: “Si hay papel higiénico en los baños públicos, ¿por qué no hay productos para la higiene menstrual?”
¿Tenemos claro de qué estamos hablando cuando nos referimos a la pobreza menstrual? Es una de las preguntas que se hicieron las hermanas María José y Macarena Valdivia, creadoras del proyecto Chica, un emprendimiento centrado en el cuidado menstrual. Hasta antes de la pandemia ambas vivían fuera de Chile, cada una en un país distinto, pero en 2020 volvieron a Concepción, su ciudad natal, motivadas por realizar un proyecto juntas. En sus viajes habían sido testigo de que en otros lugares del mundo existen diversas alternativas para la gestión menstrual que acá todavía no son tan masivas, pero además, de que en otros lados se habla mucho más abiertamente de menstruación.
Ese fue el primer impulso para crear su marca, sin embargo, lo que las terminó por convencer fueron las cifras: entre el 32 y el 40% de las mujeres declara que ha tenido que faltar a su oficina o colegio por problemas relacionados a la menstruación. Esto se relaciona directamente con el concepto de pobreza menstrual, que no solo tiene relación con la falta de dinero para adquirir productos de gestión menstrual. Según la ONG Plan International, que promueve la igualdad de derechos entre niños y niñas, se trata de la falta de acceso a productos sanitarios, pero también de la falta de educación sobre salud menstrual y de infraestructura para la gestión de los desechos. Es decir, poder gestionar la menstruación va más allá de poder comprar productos de contención del flujo, también tiene que haber acceso a la información y contar con las condiciones sanitarias mínimas para poder vivir dignamente este proceso.
En agosto del 2021 el Sernac realizó un estudio de gestión menstrual que parte indicando que “menstruar es un proceso fisiológico que no es una elección para las mujeres, jóvenes y hombres trans”. Estas personas menstrúan aproximadamente entre 35 a 40 años, lo que corresponde a 8 años si consideramos días corridos, y en Chile cerca de un 30% de la población vive este proceso mes a mes.
De ese universo un 19% declara haber tenido dificultades económicas para acceder a productos de contención menstrual; un 13% dificultades de disponibilidad; un 12% dificultades económicas y de disponibilidad; y un 5% dificultades de acceso a la información sobre este tipo de productos. Sumemos a esto que en ese mismo estudio, el 47,1% de las personas contestaron que nunca les dieron una charla sobre higiene, salud y educación menstrual en sus establecimientos.
Se trata entonces de un proceso solitario y además caro. “En un año una persona puede gastar en promedio hasta 125 mil pesos al utilizar toallas desechables y antiinflamatorios si su período dura siete días. Si opta por utilizar tampón y antiinflamatorios, el precio promedio anual se incrementa a casi 193 mil pesos anuales”, agrega María José, además de señalar la importancia de una regulación que permita acceder a estos productos de manera gratuita o al menos sin tener que pagar los impuestos adheridos, lo que bajaría sustancialmente su valor.
“Cuando pensamos en el proyecto justo se dio la polémica por la caja de insumos básicos que entregó el gobierno para la pandemia. En esos días se generó una discusión respecto de si se deberían haber agregado a la caja productos para la higiene menstrual. Muchas personas decían que no. Pero nosotras nos preguntamos, si hay papel higiénico en los baños públicos, ¿por qué no hay productos para la higiene menstrual? Si, como dice el informe del Sernac, menstruar no es una decisión”, complementa Macarena.
Un proyecto con impacto social
A propósito de las discusión sobre las cajas que entregó el gobierno María José y Macarena pensaron que si en ese momento de pandemia había familias que no tenían para comer y estaban haciendo ollas comunes, obviamente la niña de esa casa, que estaba con la regla, estaba relegada en su pieza, sin salir, porque nadie se iba a gastar la poca plata que había en toallas higiénicas.
Se trata, todavía, como si fuese un problema que cada mujer tiene que resolver de manera privada. Por eso, además de visibilizar este problema, decidieron destinar parte de los recursos que generan en las ventas, a la entrega de productos de gestión menstrual a colectivos vulnerables.
“Cada vez que escuchamos el concepto de pobreza menstrual pensamos en India o en África y resulta que aquí también hay personas que necesitan y que no tienen acceso a estos productos y a información, o que no cuentan con agua potable o infraestructura sanitaria para vivir su periodo con dignidad”, dice María José. “Como nosotras estábamos recién empezando el impacto no fue mucho, así que buscamos generar colaboración con otras marcas, que también estaban poniendo el foco en este tema, y así pudimos levantar más fondos y donar a distintas comunidades”, complementa.
Productos a la medida
La idea inicial de las hermanas Valdivia fue crear una tienda online donde vender productos diferentes, novedosos, que se ajustaran a las necesidades de cada persona. Pero rápidamente se transformaron en una comunidad. “No sacamos nada con tener una gama de productos distintos, si las mujeres no los conocen ni se atreven a preguntar ni menos probar. Quisimos contribuir a la conversación, informar. Así comenzamos a participar de ferias, conversatorios, a hacer charlas con municipalidades en las que hablamos abiertamente de menstruación y otros temas relacionados a la salud íntima femenina. Para derribar tabúes”, cuenta María José.
También diseñaron un test para saber cuánto ahorra en plata, y cuánto desecho deja de generar una persona que se cambia a una de las alternativas sustentables que existen en el mercado. También crearon una encuesta que ayuda a determinar cuál es la mejor opción de producto porque “lo que les sirve a una no le sirve necesariamente a la otra”, agrega.
¿Qué productos venden?
Tenemos copas, discos, calzones y la esponja menstrual, de distintas marcas, chilenas y extranjeras. La idea es tener una diversidad para distintas personas. Porque una de las consecuencias de que no se hable de este tema, es que las personas no prueban productos diferentes. Hay copas que son más estándar, pero hay otras que, por ejemplo, si una mujer hace yoga o natación, se ajustan mejor a esa actividad. Porque muchas mujeres nos decían que habían probado la copa pero que no les funcionó.
Todos tenemos cuerpos distintos, y una cuestión básica es que cada una se pueda medir para elegir la copita adecuada, pero nadie te explica eso. Además de distintas tallas hay distintos materiales, densidades, unas más duras otras más blandas.
¿Dirían que el mayor enemigo de la copita es el desconocimiento?
De la copita y de cualquier otro método. La entrada de la vagina es un espacio muy pequeñito por lo tanto cualquier mínima diferencia entre un producto u otro puede determinar si te sientes cómoda o no. Por ejemplo existe también el disco menstrual que es más plano por lo que puedes tener relaciones sexuales con él puesto. No va sellado al vacío como la copita y por eso es más fácil sacarlo, porque el problema que tiene la mayoría, es que las primeras veces cuesta mucho sacarse la copita, se empiezan a desesperar, aprietan más el músculo y es peor.
Por eso buscamos que las soluciones fuesen distintas para distintos tipos de personas. Trajimos unas copitas de Estados Unidos que son un poquito más gruesas; otras de un emprendimiento de India que son más ergonómicas para quienes las usan por primera vez; otros productos de una mujer Belga que creó soluciones pensando en su hija; etc.
Hay mujeres que quieren probar nuevos productos pero, por ejemplo, están todo el día en la oficina y ahí no encuentran un espacio íntimo donde cambiar la copita y lavarla. Eso las detiene.
Nosotras hemos visto que hay interés, pero el problema es que no existen muchas instancias donde puedan conocer estos productos, tocarlos, probarlos. Por eso cuando hemos ido a ferias los dejamos ahí, las mujeres y niñas vienen y las tocan, dicen que no se imaginaban cómo eran. es importante
Hay que romper los tabúes que existen respecto a estos productos y a la menstruación en general para que la sociedad esté más preparada y se normalice que si una persona está menstruando y pasa 8 horas diarias en la en la oficina, eventualmente necesita un espacio físico donde poder ir a cambiarse y si es necesario, lavar su copita o disco, o cambiarse de calzón.
Estos productos además permiten relacionarse con la menstruación de manera distinta: con la toalla o el tampón uno casi no ve su menstruación, se lo saca y lo bota inmediatamente. En cambio la copa, el disco o el calzón te permiten ver qué cantidad menstrúas, de qué color…
La menstruación es un indicador de salud. Si menstrúas siempre lo mismo y un mes cambia puede significar que algo está pasando. Pero no solemos fijarnos en eso porque nos han enseñado a esconder la menstruación como si fuese algo sucio.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.