Crisis de desempleo por Covid-19: “Las políticas públicas debiesen poner énfasis en la reincorporación de las mujeres al mundo laboral”

Carga domestica mujeres Paula



La sombra de la pobreza se presenta amenazadora sobre el país desde hace varios meses. La incertidumbre que comenzó en octubre con el estallido social se acrecentó este primer semestre con el coronavirus y todo lo que ha significado en términos laborales y económicos. En marzo, la OCDE publicó el informe How’s Life, donde afirmaba que el 53% de la población chilena estaba en riesgo de caer en la pobreza si tuviera que renunciar a tres meses de sus ingresos, siendo el quinto país del bloque con mayor porcentaje.

Luego, cuando la crisis del Covid-19 se hizo patente, muchas personas vieron cumplirse la pesadilla de la cesantía: Durante el trimestre mayo-julio el Instituto Nacional de Estadísticas anunció que el desempleo había llegado al 13,1%, un incremento del 5,6% respecto al año pasado. La tasa de desocupación más alta desde 2010.

Durante los primeros días de septiembre, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo publicó una encuesta social Covid-19, la cual llamó la atención por sus desalentadoras cifras, especialmente para las mujeres, quienes socioeconómicamente se han visto más perjudicadas que los hombres, especialmente cuando son ellas la cabeza solitaria del hogar o cuando han quedado sin trabajo a causa de la pandemia.

“Ha sido un impacto generalizado, pero este golpe interactúa con desigualdades preexistentes que harán que la recuperación sea más difícil para algunos hogares que para otros, como es el caso de la desigualdad de género”, explica el sociólogo e investigador de la PNUD, Matías Cociña, quien fue parte de la realización de esta encuesta y con quien analizamos algunas de las cifras.

Si bien tanto hombres como mujeres perdieron su trabajo en la misma proporción (alrededor del 30%), somos nosotras quienes vemos más dificultades a la hora de encontrar uno nuevo. Entre quienes perdieron el trabajo, en julio un 7,7% de los hombres ya tenía otro empleo y un 54,7% estaba buscando, en contraste con un 5,9% de mujeres que tenía un nuevo empleo y un 35,5% que estaba postulando a uno.

“Esto se debe a múltiples razones, incluida la proporción de trabajadoras y trabajadores en distintas industrias que han sido afectadas de diferentes maneras, pero los datos sugieren que la desigual distribución de las tareas de los hogares, incluidas las labores de cuidado, están al centro de esta asimetría”, dice Cociña. Y agrega que los datos sugieren una preocupante desventaja de las mujeres a la hora de buscar un nuevo empleo una vez que termine la pandemia: “Menos mujeres están volviendo al mercado laboral y las tareas no remuneradas se siguen distribuyendo desigualmente, lo que puede profundizar estereotipos de género que asocian el trabajo remunerado a los hombres y las labores de cuidado y domésticas a las mujeres”.

“La política pública debiese poner especial énfasis en la reincorporación de las mujeres al mundo del trabajo en la fase de recuperación, así como en una conciliación de la vida laboral y familiar basada en la corresponsabilidad”, dice.

De hecho, pese a que el confinamiento ha implicado que en muchos hogares hombres y mujeres pasen la mayor cantidad del tiempo en sus casas, observando las mismas necesidades del hogar y de la familia, las mujeres nos seguimos llevando la mayor carga doméstica: “Más de un 80% de los hombres y mujeres entrevistadas nos dicen que durante la crisis la distribución de estas tareas se ha mantenido igual en sus hogares. En este sentido, la pandemia ha perpetuado las desigualdades de género en el espacio doméstico”.

Por otro lado, se puede hablar de brechas de percepción, pues mientras que un 58% de las mujeres considera que las labores de su hogar son realizadas principalmente por ellas, un 30% de los hombres cree lo mismo. De hecho, un 64% de ellos entienden que la distribución de tareas es equitativa.

Lo que sacrificamos en pandemia

Una de las cifras más alarmantes relacionadas a los roles de género tiene que ver con la capacidad de pagar lo básico para vivir en el contexto de la crisis económica provocada por el coronavirus. Los ingresos, en más de la mitad de los hogares con jefatura femenina, simplemente no alcanzan. Estamos hablando de insumos alimenticios y médicos, lo que a su vez ha llevado a problemas que comprometen la salud mental.

“Como consecuencia, una mayor proporción de hogares liderados por mujeres redujo sus gastos en tratamientos de salud, en medicamentos y han experimentado mayor inseguridad alimentaria, entre otros impactos negativos”, dice Cociña, y asegura que para revertir estas cifras es necesaria una política pública que fomente la reincorporación de las mujeres al mundo del trabajo a través de subsidios y otros instrumentos. “Pero también fortalecer los sistemas de cuidado de niños y niñas, adultos mayores y otras personas que lo requieren, de modo que las mujeres, que están a cargo de estas tareas en una mayor proporción, puedan tomar las oportunidades laborales que se les presenten”.

Según el especialista, como consecuencia de estas cifras negativas la salud mental de las mujeres se ha visto afectada, siendo quienes presentan mayor porcentaje de síntomas moderados a severos de ansiedad o depresión durante la crisis.

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