“Si pierdes interés en mí déjame ir, no me amarres a tu miedo de no saber qué quieres. Si pierdes interés en mí seamos adultos, cerremos este ciclo y continuemos nuestro camino. Si pierdes interés en mí te pido, no finjas, no te esfuerces, pongamos en palabras lo que no puede ser puesto en actitudes. Si pierdes el interés en mí y piensas que ya no hay nada más que hacer, pues entonces también a mí me tocará agradecer y seguir mi camino”. Todas estas frases son parte de una publicación en la que la terapeuta mexicana Day Martinez, explica por qué es importante que así como demostramos el amor, también hagamos saber a la otra persona cuando éste se acaba.

Pero hacer una confesión como esa no es fácil. Aparecen emociones como el miedo o la culpa por dañar al otro u otra. “Tiene que ver con que entendemos el amor y las relaciones como un vínculo para toda la vida, así nos lo han enseñado. Y cuando haces una promesa como esa, al comienzo de una relación, obviamente el dejar de querer o el deseo de terminar con ese vínculo, lo ves como una traición. Pero tenemos que desaprender esos mandatos porque los sentimientos cambian, eso es lo normal”, explica la psicóloga Loreto Vega. Tampoco se trata de comenzar las relaciones sin ninguna proyección, pero sí de entender que cuando uno parte un vínculo sexoafectivo, el “jurarse amor eterno” no debiese ser visto como un juramento o una promesa, sino que como una declaración de intenciones: “quiero amarte para siempre”.

Sin embargo, si eso no ocurre, no pasa nada. “Cuando nos comprometemos con alguien emocional, sentimental y sexualmente, ese vínculo siempre es revisable y se puede acabar en cualquier momento”, agrega. “La idea de la eternidad –el famoso “felices para siempre”– está erróneamente asociada a la felicidad. Pensamos que las relaciones son más valiosas en la medida que duran más. Pero cuando nos damos la posibilidad de cuestionar el por qué una relación tendría que ser para siempre, también nos abrimos a la posibilidad de cuestionar cómo nos sentimos en esa relación y si es momento de terminarla”, complementa la doctora en psicología y académica Carolina Aspillaga.

Otra cosa que entra en juego es la dependencia y la lealtad. En un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, los investigadores trataron de descubrir si las personas en las relaciones consideran no solo sus propios deseos y necesidades, sino que también los sentimientos de su pareja al decidir terminar una relación. La investigación reveló que las personas mientras más piensan que su pareja es dependiente, son menos capaces de propiciar una ruptura. Y esto se debe –según indican– a que la gente se queda en relaciones aunque ya no las quieran, solo para cuidar a su pareja, aunque esté poniendo de lado sus propias necesidades. “Cuando las personas percibieron que su pareja estaba altamente comprometida con la relación, eran menos capaces de separarse”, dijo la psicóloga Samantha Joel, una de las autoras del estudio.

Lo que no saben esas personas es que al quedarse ahí pueden hacer incluso más daño. “Si no deseamos a alguien eso se nota, es inevitable. No podemos sostener una “mentira” como esa por mucho tiempo. Lo natural será que esa pareja comience a distanciarse, y si no hay una explicación, si no ponemos en palabras lo que nos está pasando, lo que va a ocurrir es que la persona “no amada” va a percibir el desinterés y el abandono. Y sentirlo, sin tener una explicación, si que es una experiencia dolorosa”, explica Loreto Vega.

Lo mejor en esos casos es hablar con honestidad, cariño y respeto. “Intentar cuidar las palabras para no herir a la otra persona es un buen ejercicio, así como también centrar la conversación en los propios sentimientos y no en los que estuvo bien o mal en la relación. También es importante entender que van a surgir emociones como la pena o la frustración, incluso la rabia y el enojo; pero éstas no pueden ser utilizadas para cambiar el discurso o una decisión que ya está tomada”, agrega.

Cuando alguien dice “ya no te amo”, a la otra persona solo le queda aceptarlo con humildad y generosidad. Es duro, es difícil, pero es también muy liberador. “Desaprender de la manera tradicional de amar también implica entender que las personas somos libres de elegir, de deshacer y construir nuevos lazos, siempre siendo responsables afectivamente. Pero intentar que alguien se quede al lado nuestro sin que nos ame, o no atrevernos a decirle al otro que lo dejamos de amar, siempre va a ser una mala señal”, concluye Loreto.