Cuando la depresión posparto te cuesta la vida (y la de tu hijo)
Todo parecía estar bien después de que Pranaiya Oulapathorn (37) diera a luz a su hijo Arthur en marzo de 2021, cuando la pandemia tenía al mundo en un estricto aislamiento, lo que, por consecuencia, la alejó de su círculo más cercano de apoyo. Pasaron las semanas luego del parto y su esposo, Hamish Magoffin, empezó a darse cuenta de que ella estaba distinta: había desarrollado insomnio, lo que la mantenía despierta desde las 2 a.m., y además, le costaba mucho amamantar, algo que la consumía de la preocupación. Como ella quería lo mejor para su hijo, y estaba obsesionada con la perfección de la crianza del niño, dice su esposo en una entrevista a CNN Internacional, hizo todo lo posible para producir leche. No lo logró y comenzaron a darle fórmula, pensando en que esto podría ser una solución para su hijo y para calmar la ansiedad de Pranaiya, pero no fue así: la empezaron a absorber los pensamientos oscuros y, como si no se diese cuenta, hablaba de la vida que ella y Hamish tenían, sin incluir a su hijo. Comenzó a hablar de querer desaparecer, de querer que las cosas volvieran a ser como antes de que naciera Arthur, diciendo que ya no quería al bebé cerca. Y es que nada estaba bajo control, como lo estaba antes de su maternidad, y la tensión se acumulaba por debajo hasta que emergió. En ese punto, ya era evidente para Hamish que se trataba de algo más que un desajuste hormonal –propio del puerperio– y le aconsejó consultar con un psiquiatra.
Al principio Pranaiya se negó pensando en que no era nada para preocuparse, pero con el paso de las semanas, se le hizo insostenible y accedió. El primer médico al que visitó se limitó a hacerle un cuestionario estándar para identificar los síntomas de su depresión –se llama Escala de Depresión Posparto de Edinburgo (EPDS)– y, en base a eso, fue diagnosticada de ansiedad elevada y depresión leve, así que le recetó antidepresivos. Pero le hicieron poco efecto y la depresión de Pranaiya se agravó. Pasaron los días y ya no podía levantarse de la cama. Su mamá y su hermana empezaron a cuidarla mientras su marido cuidaba al bebé y ya en agosto, cinco meses después del parto, un nuevo médico advirtió que los síntomas eran graves y que el riesgo de suicidio era alto. Les recomendó internarla en un hospital privado de salud mental de Bangkok, donde vivían. La familia lo consideró pero debido a las restricciones por el Covid-19, que impedían las visitas, prefirieron seguir con el tratamiento en casa.
Terminaba agosto y parecía que Pranaiya finalmente comenzaba a responder bien al tratamiento. Tenía menos episodios depresivos graves, pero seguía sintiéndose deprimida y ansiosa, explicó a CNN el médico tailandés que la trató. Sin embargo, la situación seguía siendo crítica: Pranaiya decía que quería desaparecer, que ya no podía y que había fracasado como madre porque tenía estos pensamientos. Pero su familia siempre estuvo ahí, apoyándola, y entendiendo que era parte de su proceso. Con la esperanza de que el cambio de aire la ayudara, Pong, la hermana de Pranaiya, se la llevó un fin de semana a Huahin, una ciudad costera al sur de Bangkok a descansar. En ese paseo, Pong cuenta que conversaron, jugaron a la pelota y se rieron. Parecía que estaban pasando un buen rato. Unos días después, su esposo Hamish con su hijo se les unieron y fue, según cuentan, “un día muy feliz”. Cuando volvieron a la ciudad, la ansiedad volvió parcialmente, pero Pranaiya estaba de buen humor. Tanto así, que organizaron una comida para celebrar su décimo aniversario como pareja. Estaban ilusionados.
Fue a la mañana siguiente, casi seis meses luego del parto, y mientras su marido estaba en la ducha, en que Pranaiya no pudo más y decidió terminar con su vida y con la de su hijo Arthur.
En Chile una de cada cinco madres padecerán depresión posparto después de un parto, dice la investigación Calidad de vida de mujeres deprimidas en el posparto, realizada por la Universidad de Chile junto con el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Bristol. En el mundo, la cifra aumenta, y la pandemia ha sido, sin lugar a dudas, un factor perjudicial para las mujeres que recién han tenido a sus bebés. Al principio veíamos cómo las restricciones por Covid nos aislaban de nuestra red de apoyo y hoy vemos los efectos que eso generó. Así lo confirmó también el estudio Salud mental en la maternidad, realizado por la periodista Karina Albornoz junto con Paula Martínez, psicóloga clínica perinatal y cofundadora de Casa Natal, realizada a 447 mujeres con hijos de 0 a 3 años que viven en Chile. En él se reveló que la actual crisis sanitaria agravó o gatilló trastornos mentales en un 42% de las madres.
Algunos de los datos indican que un 16,8% de las encuestadas tuvo depresión antes de quedar embarazada y un 19,6% tuvo trastorno de ansiedad. Pero las cifras aumentan al consultar sobre lo que pasó luego de tener a sus hijos o hijas, ya que un 23,5% indicó tener o haber tenido depresión postparto y un 25,2% trastorno de ansiedad. La preocupación en cuanto a los resultados radica en que un 9,6% de quienes fueron diagnosticadas con depresión postparto no han recibido tratamiento.
Lo preocupante, asegura la psicóloga Paula Martínez, es que “muchas veces las mamás no están cuidadas, acompañadas ni validadas dentro de un ambiente social que idealiza la maternidad. Te dicen que tienes que estar exultante y enamorada de tu guagua desde el día uno, cuando esa no es una realidad para todas”. Y es precisamente esa idealización, la que puede facilitar que este bajón brusco en las hormonas, que es natural luego del parto, se transforme en una depresión posparto.
La depresión posparto, explica la psicóloga, es un estado de ánimo bajo que se prolonga por más de un mes y que a simple vista, es difícil de identificar “porque hay un enmascaramiento en la conducta generado por el temor de ser juzgada por estar triste. A veces sólo la pareja es capaz de percibirlo o nadie, lo que agrava la situación. Generalmente, el síntoma más frecuente es el no sentirse vinculada. El sentir una cierta extrañeza a tener a este ser chiquitito. Se ve en estos casos que las madres están excesivamente preocupadas, ansiosas y se sienten incapaces de cuidar a esta guagua, a lo que se le suma el sentimiento de estar ‘embarrándola’, de que no lo sabe hacer, de que la supera el cuidado del bebé”, agrega.
Y esto es algo que ocurre sobre todo cuando las madres son primerizas, puntualiza la especialista. “Cuando ocurre un cambio tan brutal de autoconcepto en el rol y en la vida entera, se requiere un ajuste. Y es que la persona, la mujer, queda en segundo plano junto al bebé, porque él lo abarca todo. Para ajustarse se requiere de tiempo y de ciertos cuidados”, dice. Sin embargo, pese a las precauciones que podamos tomar, siempre hay factores de riesgo ineludibles. “El tener antecedentes de depresión, el estar sola, el tener un embarazo no deseado, el haber sufrido violencia obstétrica, el ser pobre y el ser adolescente afectan inevitablemente”, finaliza.
** Si tienes pensamientos suicidas, te recomendamos pedir ayuda. Puedes llamar a Salud Responde, una línea del Ministerio de Salud donde te podrás contactar con psicólogos que te brindarán orientación y ayuda en crisis. 600 360 77 77 – opción 1
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