Cuando no es timidez sino ansiedad social

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A solo un mes de haber empezado el semestre en la universidad, y frente a todos sus compañeros, un profesor le hizo un comentario a Gastón Hernández que lo dejaría perplejo; “Eres bastante apático”. Ni siquiera conocía la palabra, así que solo atinó a reírse al igual que sus compañeros, pero apenas tuvo la oportunidad buscó su significado: “Desinterés por los demás”. Le costó entender por qué, sin conocerlo, su profesor lo había llamado así, porque él se consideraba todo lo contrario. Quizás no era la persona más empática del mundo, pero siempre tuvo preocupación e interés por los otros. El comentario de su profesor lo llenó de culpa sobre su forma de ser, así que tiempo después, cuando ya le tenía más confianza, se atrevió a preguntarle por qué le había dicho apático. “Porque siempre llegas tarde y nunca saludas a nadie”, le respondió. Y sí, tenía razón. “Lo que él no sabía es que yo llegaba tarde justamente porque me causaba ansiedad saludar uno a uno a mis compañeros”. Gastón comenzó a ser más autoconciente de otras actitudes que lo caracterizaban, como la tendencia a la soledad, el impulso a cancelar los planes justo antes de salir y la tortura que significaba para él tener una cita. “Me di cuenta que no era que tuviera mal carácter o fuera pesado como muchos me tildaban”. Y es que lo que sentía Gastón era ansiedad social.

La psicóloga clínica Débora Moraga, especialista en ansiedad y psicoterapia estratégica breve, explica que la ansiedad es una respuesta emocional que se activa cuando estamos frente a una amenaza o peligro; un sistema de alarma que sirve para cuidarnos. Pero cuando este sistema que se preocupa de nuestra supervivencia, se presenta en una situación que no es de vida o muerte, como lo puede ser un encuentro social, deja de ser funcional para nosotros y se vuelve una limitante. “La ansiedad social puede manifestarse de diversas maneras, dependiendo de los escenarios que cada persona tenga que enfrentar, pero lo basal es el miedo profundo a la exposición y evaluación de los demás, a no cumplir expectativas, a ser rechazados y excluidos, o a no pertenecer”.

La sintomatología asociada a este tipo de ansiedades, dice Débora, es alta: taquicardia, sudoración, sensación de no poder respirar o malestares cognitivos como pensamientos catastróficos respecto del posible desenlace en la situación. “Las personas con ansiedad social sienten mucha vergüenza y ansiedad antes, durante y después de estar en alguna situación socialmente amenazante. Piensan una y otra vez en qué podrían estar pensando los demás respecto de algo que hayan dicho o hecho, lo repasan incluso muchas veces después de ya no estar en la situación, con un miedo tremendo a que puedan estar juzgándolos”. Esa sintomatología genera tanto malestar, frustración, vergüenza y culpa en las personas que padecen de este trastorno, que terminan evitando las situaciones sociales que resultan muy amenazantes, convirtiéndose entonces en un problema significativo y una potencial limitación de vida.

¿Cuáles son las principales razones por las cuales se manifiesta la ansiedad social?

Todos sentimos ansiedad, es parte de nuestro sistema de regulación emocional. Sin embargo, hay personas que tienden a sentir mayores niveles de ansiedad, y eso puede ser por algo biológico, por algún evento traumático, como que los hayan ridiculizado en el pasado, o también por tener alta exigencia y mala tolerancia a cierta carga emocional en momentos de estrés, lo que hace que la ansiedad aumente y termine generando un miedo significativo y limitante. En este caso, si alguien es muy exigente y perfeccionista, la frustración por no poder presentarse como quisiera en una situación social, empeorará el malestar generando un círculo vicioso sin fin.

¿Vivimos en una sociedad especialmente ansiosa socialmente?

Creo que estamos muy mal educados emocionalmente. Sentimos emociones como miedo, ansiedad, pena entre otras, pero como siempre nos han dicho que sentirlas es sinónimo de debilidad, no las validamos, las escondemos y las callamos. Y cuando negamos estas emociones y tratamos de evadirlas, solo empeoramos el malestar. El no querer sentir ansiedad y evitarla, nos pone más ansiosos y nos atrapa en la paradoja de generar más ansiedad queriendo disminuirla. Nos convierte entonces en una sociedad que gestiona muy poco sus emociones, no las habita y toma muy poca conciencia de ellas. Una sociedad que exige funcionar como un robot, sin sentir mucho, buscando el ideal de perfección que no permite la vulnerabilidad. Nos sentimos extraños, avergonzados por tener miedo a cualquier situación; nos comparamos, y nos criticamos. Y eso disminuye la sensación de control de la emoción y afecta significativamente nuestra autoestima.

¿Nos cuesta reconocer y empatizar con la ansiedad social de los otros?

Siempre ha sido poco entendida y aceptada, generando altos niveles de vergüenza y culpa por quienes padecen este trastorno. Y esto se convierte en el problema mayor, ya que los estereotipos e ideales de perfección de cómo deberíamos comportarnos y expresarnos en ciertas situaciones, junto con la exigencia de que no nos veamos tan conectados con el miedo en momentos de exposición, hacen que la ansiedad se multiplique. Al tener entonces miedo de tener miedo, ansiedad por tener ansiedad, finalmente nos alejamos de poder controlar, elaborar y salir bien de la situación. Sentir ansiedad y miedo ante una exposición debería ser algo mucho más normalizado, pero la poca educación emocional que tenemos hace que creamos que sentir ansiedad social es un defecto que debemos mantener en secreto. Como esto no es posible y la emoción se manifiesta, la crítica personal e interior aumenta y la vergüenza también.

Si tuvieras que dar algunos tips, ¿qué puede hacer alguien frente a su ansiedad social?

Tenemos que tener súper presente que la respuesta conductual automática de nuestro sistema nervioso frente al miedo es huir y evitar. Sin embargo, si evitamos y huimos, no avanzamos en nuestros proyectos, desafíos o sueños. Las personas que padecen cualquier trastorno ansioso, comienzan a evitar las situaciones que les gatillan la ansiedad, y esto es lo primero que hay que comenzar a resolver. Si queremos vivir nuestra vida sin que esto sea una limitante, no podemos permitir que el miedo y la evitación se instalen y se cronifiquen. A modo de tips para vivir con ansiedad de manera más consciente, primero diría que no hay que dejarse limitar, ya que esto comienza a afectar otras áreas, como la baja sensación de logro, inseguridad y autoestima. Segundo, hay que conocer cómo funciona tu ansiedad y no permitir que tome el control, saber cuáles son los estímulos gatillantes (por ejemplo ir a una fiesta) y trabajar junto con un especialista en la normalización emocional y exposición a ese estímulo con técnicas de afrontamiento. También es importante validar tu emoción, siempre. No porque a otra persona no le genere ansiedad alguna situación social, está mal que te pase a ti. No es un defecto, es una característica. Y, por último, disminuir la exigencia respecto de tu rendimiento idealizado en alguna situación social, centrarse en el objetivo que tienes en esa situación que se debe enfrentar, por ejemplo, conocer gente o presentar un tema laboral en una reunión. Porque no se trata de hacerlo perfecto, sino de sólo hacerlo.

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