¿Cuánto puedes cambiar?
Un reportaje para saber si hay manera de modificar el cerebro. Qué tanto se puede transformar. Si tienes alguna injerencia en ello, qué hay que hacer para lograrlo y si todavía estás a tiempo de hacer algo.
En este instante –mientras lees estas líneas—millones de neuronas se conectan entre sí dentro de esa masa viscosa que está dentro del cráneo, donde suceden cosas inimaginables. Para hacerse una idea, piensa en una ciudad como Nueva York. Imagina la urbe, llena de ruidos, de bocinazos de taxis amarillos y de enormes edificios, repleta de más de ocho millones de personas.
Ahora, imagina que cada uno de los habitantes de esa ciudad recibe en sus manos 10 mil cuerdas. Y, luego, que cada una de esas personas ata cada una de sus cuerdas con las de las otras personas formando redes. Si más o menos lograste visualizar ese laberinto de vínculos, ahora multiplícalo por 1.000. Pues algo así es lo que sucede en tu cerebro. Cada neoyorquino es una neurona que estira sus dendritas (o cuerdas) y se conecta con otras.
El ejemplo, tomado del documental El cuerpo humano, de la BBC, ilustra el intrincado mundo de este órgano que se roba un cuarto de la energía con la que funciona todo el organismo. Somos lo que somos gracias a miles de conexiones entre las neuronas que transmiten impulsos eléctricos y se vinculan entre sí a través de pequeñas moléculas químicas llamadas neurotransmisores.
Cada acción, pensamiento o emoción desencadena una serie de sucesos y fenómenos fisiológicos en ese bulto de algo más de un kilo llamado cerebro.
¿Qué tan plástico es tu cerebro?
Intenta unir estos nueve puntos en cuatro líneas rectas y sin levantar el lápiz. No te rindas, porque hay una solución. Este ejercicio sirve para medir si eres capaz de buscar soluciones desde otras perspectivas. (ver resultado al final del texto)
Cambia tu cerebro
Cada vez que realizamos un cambio voluntario o nos adaptamos a una situación es porque el cerebro lo ha permitido. Esto, gracias a dos de sus características: la plasticidad neuronal y el nacimiento de nuevas células nerviosas. La plasticidad, como explica el neurobiólogo Francisco Aboitiz, jefe del Laboratorio de Neurociencia Cognitiva de la UC, es la capacidad de modificar las conexiones neuronales a lo largo de la vida. En otras palabras, las redes se eliminan, se crean otras nuevas o se superponen. Si una red neuronal es útil para la persona, se usa cada vez más y se vuelve muy fuerte y difícil de eliminar. Y mientras menos se ocupe, más frágil se vuelve, entonces podría inhibirse o eliminarse. O volver a crearse, si hubiera que usarla de nuevo. Un ejemplo básico: si eres capaz de escribir cada vez más rápido en el teclado del computador, es porque hay una red neuronal que te permite hacerlo y que se está fortaleciendo. Si te demoras más de cinco segundos en responder cuánto es 1.038 menos 847, es porque hace rato que ya no usas ese camino neuronal que antes te permitía calcularlo en ese tiempo. Porque, aunque el cerebro mantiene su plasticidad toda la vida, esta se hace cada vez más lenta. La razón es que durante la vida vamos creando tantos caminos neuronales que cada vez queda menos espacio es esa "ciudad neoyorquina".
La segunda característica que permite el cambio es el nacimiento de nuevas células nerviosas en el cerebro. Hace 25 años se pensaba que una persona llegaba al mundo con una cantidad definida de neuronas, pero estudios de las décadas de los 80 y 90 demostraron que había regiones del cerebro donde se van produciendo nuevas neuronas. El nacimiento de esas neuronas no es espontáneo. Depende de la interacción de la persona con el medio ambiente, de su voluntad y de lo que le suceda en la vida. Una persona que toca un instrumento puede tener el córtex auditivo –una región del cerebro– hasta un 25% más grande que una persona que nunca ha tomado un instrumento en su vida. Mientras más años lleve tocando el instrumento, más aumentará el tamaño esa zona. Y si una persona quisiera aprender un instrumento, en cinco días de práctica ya habrá modificado las regiones que controlan el movimiento y el tacto. ¿Podría una persona aprender otras habilidades como ser más relajada, menos tímida o superar
un trauma?
Entrena tu cerebro
Cuando se logran resignificar hechos del pasado (que ya están registrados en el cerebro) se produce un cambio a nivel de las redes neuronales. "El cerebro tiene la capacidad de curarse a sí mismo", dice el siquiatra Carlos Lozano, que practica la terapia de estimulación bilateral (ver recuadro) para lograr cambios. "Uno puede 'quedarse pegado' en un mapa neuronal que puede ser un trastorno obsesivo, una ansiedad, una crisis de pánico, y es posible enseñarle al cerebro que puede sobreponer a ella otra red más adaptativa. Y esa nueva red es la que termina sanando al sujeto".
Se trata de reeducar al cerebro y, como la plasticidad neuronal es entrenable (ver recuadro), la clave para lograrlo es el hábito. La neurocientífica Sarah Blakemore, de la University College of London, explicó esto de un modo ilustrativo en una entrevista para Redes, el famoso programa de la televisión española. Allí, comentaba investigaciones realizadas a personas que durante tres meses practicaron malabarismo y que lograron incrementar el tamaño de su cerebro en las zonas donde se procesan los movimientos visuales. Lo interesante era que si dejaban de practicarlo durante tres meses, el cerebro se encogía y volvía al tamaño original.
Si no hay práctica, no se solidifica la red neuronal. "En la universidad, cuando a veces estudiabas la última noche para dar un examen al otro día, podías adquirir un conocimiento pero luego se desvanecía rápidamente. No quedaba fijo en la memoria. En cambio, lo que tú practicas permanentemente, una y otra vez, son los aprendizajes que quedan para toda la vida", ejemplifica el doctor Lozano.
De modo que tenemos múltiples posibilidades de cambiar, tantas como nos permita la genética. Porque está claro que por mucho que quisiéramos no nos va a salir un tercer ojo en la frente. Pero sí podemos lograr ser más extrovertidos, menos envidiosos, vivir más sano o aprender un instrumento, un idioma u otro oficio.
Cambiar con terapia
"Si el cambio no fuera posible, entonces los sicólogos no tendríamos pega", dice Mariane Krause, sicóloga de la UC e integrante del Programa de Investigación en Psicoterapia y Cambio (www.psicoterapiaycambio.cl). Ese cambio sicológico se refiere a una transformación de los significados que uno tiene respecto de sí mismo y de la relación de uno con el mundo. Para que ello ocurra el paciente tiene que tener, sobre todo, motivación a cambiar. "Muchas veces eso implica que uno llegue a un punto en que tenga la sensación de que no puede más por ahí, que llegó a sus límites y va asociado a sentir muy humildemente que se necesita ayuda externa". Esa motivación, en conjunto con otros factores como la voluntad, darle crédito al terapeuta y estar dispuesto a mirarse a sí mismo de una forma crítica, son las claves para que el cambio se produzca. "Un signo de que la terapia funciona bien es observar que te estás moviendo a cierta dirección y que no te estás dando vueltas en el mismo discurso inicial".
Cómo aumentar la plasticidad cerebral
Imagenería postiva
Se trata de imaginar tanto el desarrollo del proceso de cambio como el resultado que esperamos, con la mayor cantidad de detalles posible. Si lo hace por 10 minutos, en un par de días ya habrá comenzado a modificar su cerebro. Como explica Paul Anwandter, coach neurolingüístico y autor de Autohipnosis: entrene su mente, la insistencia de esa visualización genera nuevas conexiones neuronales que empiezan a competir con las redes "antiguas" del hábito que se desea cambiar. Lo mismo asegura Alfredo Osorio, director de Testa Innovation Lab y experto en temas de felicidad, creatividad e innovación. "Los estudios demuestran que cuando imaginas que juegas tenis, en tu cerebro se enciende el 85% de las mismas neuronas que se ocupan cuando de verdad estás jugando tenis". Según Osorio, los circuitos neuronales de la felicidad, la creatividad y la inteligencia son totalmente plásticos.
Estimulación artificial
Una terapia poco explorada, pero que promete grandes resultados, es el EMDR (acrónimo en inglés de movimientos oculares de desensibilización y reprocesamiento). Consiste en usar técnicas de estimulación bilateral como los movimientos oculares (mirar en distintas direcciones) o el sonido bilateralizado (en un oído primero y luego en el otro). Carlos Lozano, siquiatra y terapeuta de EMDR, explica que esta práctica integra ambos hemisferios del cerebro y liga la parte emotiva y la parte analítica de un problema, mientras que las terapias tradicionales recorren al cerebro por separado.
Disminuye el cortisol
El cortisol es la hormona que el cuerpo genera cuando está estresado. Siempre tenemos cortisol en la sangre, pero el exceso de estrés y de ansiedad puede elevar esta hormona peligrosamente. Como explica el neurobiólogo Francisco Aboitiz, cuando el cortisol se eleva por sobre los rangos normales tiene un efecto de bloqueo en la plasticidad neuronal de las zonas que tienen que ver con el aprendizaje. La meditación, el yoga y las técnicas de relajación, en general, actúan disminuyendo los niveles de cortisol y, por lo tanto, regenerando la plasticidad neuronal.
Recursos para entrenar tu cerebro
Ejercicios tan simples como dibujar una figura solo desde sus contornos o cambiar la ruta que tomas todos los días al trabajo, ayudarán al cerebro a romper con los caminos neuronales transitados incesantemente y desviarse hacia nuevas visiones de las cosas. La web está llena de recursos. En sitios como www.happy-neuron.com, www.juegosbraintraining.com y www.brainmetrix.com, se puede medir y entrenar la plasticidad neuronal a través de juegos y ejercicios. Para leer sobre el tema, sitios recomendados son www.sharpbrains. com, www.mindpowernews.com y www.ejerciciocerebral.com. En www.psychologytoday.com también hay artículos relacionados con el tema. Además, los libros que no pueden perderse son El cerebro se cambia a sí mismo, de Norman Doidge o Y el cerebro creó al hombre, de Antonio Damasio.
La sicología de los cambios radicales
Entre los 30 y los 45 las personas están, sobre todo, enfocadas en la productividad. De hecho, estudios de la Universidad de Göteborg, en Suecia, y de la Universidad de Columbia han demostrado que en estas décadas las personas llegan a su máxima capacidad de aprendizaje, memoria, lenguaje y rapidez para entender un proceso o para diseñar un mecanismo productivo. "Es la etapa de la consolidación de los proyectos familiares y de trabajo. No hay demasiado espacio para otras cosas", comenta la sicóloga de la UDP, Paula Sáez. Pero después de los 45 años vienen los replanteamientos y las decisiones que, a veces, terminan en un cambio abrupto de la vida, como dejar a la familia, irse a cultivar verduras al campo o convertirse en actriz después de ser ingeniera. "En esa etapa ves lo que has hecho y lo que no. Ya no se tiene toda la vida por delante, pero aún estás joven. Todavía puedes hacer lo que nunca hiciste y tampoco queda tanto tiempo.
Es ahora o nunca", comenta Sáez. Este análisis no siempre termina en un cambio radical. De hecho, explica la sicóloga, la mayoría de las personas logra incorporar los nuevos proyectos sin desconocer la trayectoria que ha recorrido en su propia vida. Cuando hay un quiebre radical, continúa la experta, es probable que la persona nunca haya logrado construir una autoimagen definida. Su identidad era difusa. No se sentía cómodo con quién era. "Cuando no hay coherencia interna con lo que se ha hecho y con lo que uno realmente es, las crisis son tremendas".
Resultado
¿Quién dijo que había límites? La solución a este test de los nueve puntos es, precisamente, ampliar el criterio y mirar desde otra perspectiva. No ceñirse a los paradigmas autoimpuestos, en este caso, un cuadrado.
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