Hace un par de meses el abogado Vicente Rodríguez (27), junto a otros profesionales, se sentó en una mesa del Centro de Formación Laboral de la Parroquia de San Andrés, a pocas cuadras de Vicuña Mackenna, para asesorar a un grupo de venezolanos que se había organizado para dar asistencia laboral a otros migrantes. "En esa reunión conocí a un hombre que había llegado hace un mes a Chile, con el que nos pusimos a conversar. Él en Venezuela era banquero y me contó llorando que ahora estaba desempleado y veía a sus hijos y a su señora durmiendo en el suelo de la casa de un amigo que los recibió", cuenta Vicente. "El sistema de visas no le permitía tener movilidad laboral ni validar sus títulos para acceder a un trabajo parecido al que tenía en Venezuela. Para mí fue patente ver su sufrimiento".

Vicente derivó su caso a un especialista de la iniciativa Migramigos, quien lo asesoró. Ahí se dieron cuenta que esa persona sólo necesitaba un contrato con ciertas cláusulas para poder trabajar, y el banquero venezolano comenzó a trabajar como garzón en un restorán de Santiago donde gana diez mil o trece mil pesos diarios, si es que hace horas extra. Eso, por ahora, lo hace feliz. "El tema jurídico puede ser sencillo, pero hay que entender lo que significa para un migrante conseguir una visa y un permiso de trabajo. En este caso eso equivalía a la posibilidad de darle cierta tranquilidad a su familia, y a la larga cumplir el proyecto migratorio, que es un proyecto de vida", dice Vicente. El del banquero venezolano es uno de los 500 casos que Migramigos atendió este año.

Esta situación recurrente refleja la problemática que aborda la organización que Vicente codirige junto a la abogada Gala Barrazueta (27) y Valentina Vivallo (28). "Durante este primer año nos organizamos de una forma muy intuitiva de acuerdo a lo que mejor conocíamos: un estudio de abogados", explican. "De esta forma surgieron las distintas áreas: derecho migratorio, derecho laboral, derecho familiar, penal y derecho de género, de acuerdo a los intereses de cada una de las personas que llegaban a ser voluntarios".

Los tres directores de Migramigos son abogados y tienen un trabajo u ocupación paralela. Gala trabaja en un estudio de abogados que se dedica a temas corporativos, Vicente está haciendo un diplomado en derechos humanos, migración y mediación cultural, y Valentina tiene su propio estudio, que ve litigación y área corporativa. "El general el abogado en Chile no tiene muy desarrolladas las habilidades blandas. Como nosotros aquí estamos trabajando con una población vulnerable, obviamente este factor se da mucho más. Es algo que hemos tenido que desarrollar", cuentan.

Entre los socios y los tres directores, hoy suman nueve profesionales, más 33 abogados y cuatro sicólogos, todos voluntarios que trabajan de forma gratuita. La mayoría son titulados y algunos estudiantes en sus últimos años de carrera.

¿Qué los convoca?

Todos tenemos una inquietud sobre la vulneración de derechos. Todos queremos hacer algo y todos podemos hacer algo. Más que un interés a la migración, hay una rabia que nos ha llevado a reaccionar, independiente de la escuela de leyes de donde vengan los voluntarios.

¿Y qué es lo que les da rabia?

Creemos que las medidas que se han tomado políticamente han influido en la opinión pública, y como abogados tenemos una responsabilidad social. Las herramientas que hemos aprendido nos obligan moralmente a hacer algo, utilizar nuestros conocimientos y ayudar a personas a las que las instituciones no ayudan.

¿A qué medidas políticas de qué gobierno se refieren?

A las decisiones tomadas en general. Esto es una tónica de varios años. No es de ahora. Hay que recordar que ya en los años '90, tras el fin de la dictadura, comenzó a llegar la población peruana. El déficit ha sido desde una política de Estado, más que desde una política de gobierno.

¿Hay discusiones políticas dentro de Migramigos?

Sí y existe un consenso sobre lo que observamos sobre la migración, sobre las decisiones políticas que se han tomado y por eso hacemos lo que hacemos. La visión que tenemos es promover la integración de las personas migrantes a través de asesoría jurídica gratuita. En ese sentido lo que nosotros permitimos es el acceso igualitario a la justicia a las personas migrantes.

¿A todas las personas migrantes?

Esa fue justamente una de las discusiones que tuvimos en el último encuentro con nuestros voluntarios, y decidimos que nos íbamos a enfocar en personas migrantes vulnerables.

En Migramigos a los beneficiarios les dicen "usuarios" y no "clientes", porque no hay una transacción monetaria entre ellos. Reciben casos a diario y dependiendo de su complejidad, se resuelven dudas de forma remota o se reúnen personalmente con ellos. Tienen varias formas de que los contacten. La principal son las asesorías itinerantes en las que los miembros de Migramigos se acercan a distintas municipalidades, juntas de vecinos, agrupaciones de migrantes para asistir a sus ferias de servicio. Ahí se instalan con un stand, una mesa, varias sillas y pendones, y atienden personalmente caso a caso. Pero los migrantes también los contactan por Facebook.

"Muchas veces nuestro servicio se puede agotar en una pregunta puntual, y cuando eso ocurre no los consideramos como servicio, pero sí como una atención. Cuando son casos más complejos los derivamos a uno de los grupos especializados y le asignamos uno o dos voluntarios dependiendo de la complejidad", explica Gala. Durante este año recibieron y atendieron 500 casos. La mayoría sobre consultas de visas y materias laborales, dos áreas intrínsecamente unidas. Las principales nacionalidades de sus usuarios son de Haití y Venezuela, y casi un 100% corresponde a población adulta. "Es que la tónica de la migración a Chile estos últimos años fluctúa entre los 20 y 45 años, y esa misma realidad se expresa en nuestros usuarios", dice Valentina.

En Migramigos atienden desde trabajadoras de casas particulares hasta profesionales con posgrados. "Tenemos muchas consultas de validación de títulos. La población venezolana, por ejemplo, tiene muchos profesionales que acá no se desempeñan en sus áreas porque no han completado su proceso de validación o porque se les exige que tengan el título apostillado", dicen. Aseguran que les han llegado consultas de masters en ingeniera o calculistas que trabajan atendiendo cafés o repartiendo pizzas.

"El migrante trabajador está más preocupado que el chileno en hacer cumplir sus derechos laborales. Al chileno no le importa tanto que se le escriture un contrato o que se le paguen las contribuciones porque puede boletear. Incluso yo misma estoy sin contrato en la oficina de abogados donde trabajo", explica riéndose Gala. "Pero para el migrante es distinto, porque las condiciones laborales son las condiciones que se establecen en los visados".

"Quizás por la barrera idiomática al migrante se le trata como un pobrecito o una guagua, pero nosotros evitamos hacer eso. Buscamos entregarle herramientas y que además pueda transmitir la solución a su círculo", dice Gala. "Es imposible ayudar a todos los migrantes que llegan a Chile, pero creemos que podemos formar una red. Le entregamos nuestro conocimiento a un igual".

Cuentan con orgullo que hace unos meses atendieron a un venezolano que quería solicitar refugio con pocas posibilidades de conseguirlo y no sabía qué hacer. Finalmente lo asesoraron, él solicitó una visa laboral, y hoy tiene su permiso laboral renovado. Después de ser usuario quiso ser voluntario de Migramigos. "Aunque no es abogado, se ofreció a ayudarnos en lo que fuera y eso nos llena mucho".

"Este año ha sido la profesionalización de este proceso, para transformarnos de iniciativa en ONG", dicen. Y aseguran que el 2019 lo ven como una prueba de fuego. "Queremos pasar de ser una iniciativa juvenil a una organización sustentable. Lo que buscamos es que la gente se refleje con la ideología que hay detrás de este proyecto", explican. Para esto quieren desarrollar el nivel técnico de Migramigos y tener abogados a tiempo completo con un sueldo real y un personal administrativo.

El próximo año van a empezar a trabajar con la Municipalidad de Quilicura, una de las comunas dentro de la Región Metropolitana con mayor concentración de población migrante. "La oficina de migrantes y refugiados de Quilicura atiende alrededor de 500 personas mensuales, de las cuales el 46% son casos que se calcula que pueden derivar a nosotros. Si bien en esa comuna está Corporación de Asistencia Judicial y otros importantes servicios de asistencia jurídica gratuita, la mayoría están muy lejos del territorio", dicen.

"Esto partió como un sueño de solucionarles el tema a migrantes, motivado por la indignación pero también por la pasión. Para nosotros ahora esto es un trabajo y lo tomamos súper profesionalmente".

¿Cuál creen que es el sueño de los migrantes que llegan a Chile?

Los motivos de la migración son muchos. Pueden venir para sobrevivir o porque se aburrieron de sus países, pero en general todos vienen aquí porque quieren mejorar su calidad de vida. Independiente de su motivación, lo que hacemos es ayudarlos a cumplir su proyecto migratorio.

¿Y cuál es el sueño de Migramigos?

Ser un referente sobre la migración a nivel nacional. Que nuestra organización crezca y no sólo entregue asesoría judicial gratuita, sino que también siga siendo especializada, cercana y amigable. También queremos tener incidencia en lo político y en la ciudadanía, pero finalmente lo que queremos es aportar a que la migración ya no sea tema.