Constanza tiene un recuerdo incómodo de su infancia, una sensación que le cuesta sacarse del cuerpo cuando piensa en la relación con su madre; exceso de calor, asfixia. Su madre la vestía con capas y capas de ropa, cada vez que llovía o bajaba la temperatura le ponía calzones de lana, pantalón de polar, camiseta, chaleco, parka, botas de agua, capas y capas que le apretaban el cuerpo y la hacían andar sudada todo el día. Constanza no tenía permitido sacarse nada, su madre no la dejaba porque su cuerpo, decía, era muy débil y al mínimo frío podía caer enferma. Lo que no se daba cuenta su madre era que, a pesar de todo ese abrigo, Constanza igual caía enferma, no porque fuera débil, como la convencía, sino precisamente por ese excesivo calor.
Esa imagen tan ilustrativa de la crianza sobreprotegida de Constanza, es solo una de muchas que le pesan de esos años y que tienen consecuencias para ella hasta hoy. “Mi mamá era una mujer de carácter fuerte, que sacaba la voz siempre por mí. Era impulsiva y explosiva, de esa manera expresaba su “preocupación”, pero nunca, nunca me enseñó a defenderme. Yo tenía un carácter dócil y tranquilo, muchas veces era objeto de burlas en el colegio y no sabía cómo enfrentarlas, porque ella era siempre la que me defendía. Esta sobreprotección, el abrigarme tanto y ser mi voz ante el mundo, me volvió débil, por dentro y por fuera”.
Controlar todas sus decisiones, hablar por ellos, restringirles sus movimientos, aislarlos por miedo a los peligros, resolverles todo, hacerse cargo de sus responsabilidades, son detalles que alertan una crianza que se está tornando sobreprotectora, un tipo de vínculo que puede terminar siendo más dañino para los niños y niñas que aquellos supuestos peligros de los cuales intentan cuidarlos sus padres. La educadora, especializada en promoción de buenos tratos y crianzas respetuosas Blanca García , fundadora de Crianza en Flor, define la crianza sobreprotegida como el exceso de protección que ejercen padres, madres o cuidadores hacia bebés, niños y adolescentes, un tipo de crianza donde no sintonizan de manera adecuada con las características y necesidades de los niños, y sólo ven lo que desde la perspectiva adulta se considera pertinente, “teniendo expectativas que menosprecian u omiten al niño o al adolescente como un sujeto de derecho en proceso de autonomía”. Si bien es cierto que muchas de estas actitudes pueden ser bien intencionadas, lamentablemente se convierten en prácticas dañinas, porque la sobreprotección puede tener consecuencias importantes en la vida adulta; desde una baja autoestima, la incapacidad de tomar decisiones, una excesiva dependencia hacia otros, o la sensación de sentirnos inútiles e incapaces.
Kathe, de 29 años, llegó a terapia por su personalidad insegura y por algunos vínculos que, de tan dependientes, eran tóxicos. “Nunca lo asocié a una crianza sobreprotegida, siempre pensé que era parte de mi personalidad, pero luego en terapia me di cuenta que muchas de mis inseguridades venían de la infancia y solo pude trabajarlo ahí”. Tanto Kathe como sus hermanos tuvieron una crianza muy sobreprotectora de parte de su madre y padre, cuenta; los iban a dejar y a buscar a todas partes, hasta la universidad, les ponía horarios estrictos y no los dejaban pololear hasta después de los 18. “Uno de los mayores ejemplos que tengo es cuando teníamos que preguntar algo, ya sea al médico o en un negocio, mi mamá siempre era nuestra voz, siempre respondía por nosotros. Esto generó una dependencia muy grande en todos. Cuando fui adulta me pasó que busqué una pareja que también hablara por mí, que hiciera muchas cosas por mí, eso me generó unos apegos muy dependientes y tóxicos. Finalmente con este tipo de crianza no te sientes autovalente, no te sientes capaz en muchas cosas contigo mismo. Y el hecho de no sentirte suficiente te genera muchas inseguridades a lo largo de la vida”.
¿Cuáles son las implicancias a corto, mediano y largo plazo de una crianza sobreprotegida? Para Blanca García, concebir a la niñez y la adolescencia como etapas en la que somos incapaces de ejercer autorregulación, autonomía y cuidados de manera progresiva, nos llevaría a desarrollar personas sin las habilidades necesarias para desenvolverse como ciudadanos funcionales” dice. “Por ejemplo: un bebé que no desarrolla el equilibrio porque sus movimientos libres han sido sobreprotegidos por un andador, o un niño que no sabe elegir la ropa que le gusta porque decimos por él, o un adolescente que no desarrolla la habilidad de cocinar sus alimentos porque sus cuidadores le preparan todo”. ¿Cómo puede afectar especialmente en la autoestima de ese niño o niña? “Cuando nuestros cuidadores nos sobreprotejen, desorientados de qué, cómo y cuánto esperar del desarrollo de un bebé, niño o adolescente, recorremos un camino que, sostenido en el tiempo, nos podría llevar a bajos niveles de autoconocimiento, autoestima y autocuidado, debido a que no hemos desarrollado habilidades esenciales para sostener el cotidiano, conocer nuestras necesidades, comunicar límites, resolver conflictos, actuar como cuidadores y ejercer nuestros derechos de forma autónoma.” dice Blanca.
¿Cómo encontrar un equilibro justo en el cuidado? ¿Cómo abrigar sin afixiar?
En el podcast de salud mental “Psicología al desnudo” la psicóloga clínica Marina Mammoliti dedica un capítulo entero al respecto. Lleva el mismo nombre, “De la sobreprotección a la baja autoestima” y en él hace una diferenciación importante entre la protección y la sobreprotección. “La protección es un aspecto vital, es un instinto que garantiza la supervivencia; nos permite sobrevivir. Pero la sobreprotección va mas allá de proteger y tiene muchas consecuencias con un impacto abrumador. Sobreproteger a un hijo es ir más allá de sus necesidades y cuidados básicos, es pensar por el hijo o hija, es tomar decisiones por ellos. Solucionar todos los problemas de este hijo o hija, vivir por y para él o ella. Es planificar todo un proyecto pura y exclusivamente en torno a ese hijo, todo el día supervisando cada movimiento. Es permitir que tomen iniciativas porque que lo hagan es “peligroso”. Finalmente, reafirma Mammoliti, la protección saludable en la crianza implica darle a los niños y niñas herramientas y el apoyo necesario para que tengan seguridad y éxito. Por ejemplo, establecer límites, reglas o enseñar habilidad sociales. “En cambio la sobreprotección es cuando el nivel de protección se vuelve excesivo, cuando dificulta la capacidad que tenemos para aprender y para crecer porque implica controlar y micro gestionar la vida de una persona, evitar que tome sus propias decisiones y evitar que asuma las consecuencias de sus actos”.