The Midnight Gospel: ¿Qué nos quiere transmitir la nueva serie surrealista de Netflix?

No sé por qué siempre ha existido un prejuicio hacia las series animadas para adultos, como si solo por el hecho de ser caricaturas fueran menos serias, aunque es cierto que efectivamente hay muchas que no vale la pena ver. Últimamente casi todas las series que he visto son animadas y me he encontrado con un universo que abre mi imaginación y estimula mi creatividad de una forma que no esperaba.
Y es que las posibilidades que existen en la animación son infinitas: se pueden crear escenarios oníricos que nunca podrían darse en la vida real y se genera un pacto implícito en el que entras a esos escenarios sin cuestionarte la forma en que se crearon ni el porqué son así. Es lo más parecido a volver a ser una niña que explora un paisaje que no conoce y que no cuestiona. Los mundos animados proponen que te abandones y vivas la experiencia como si estuvieras adentro.
Nunca veo resúmenes ni opiniones de las series antes de verlas, así que cuando vi el primer capítulo de The Midnight Gospel no tenía ninguna expectativa. Sabía que su creador era Padleton Ward, de la serie infantil de Cartoon Network Hora de aventuras, y que al menos tendría humor. Y fue así como me encontré con 20 minutos explosivos, y un poco agotadores, con planos atiborrados de personajes hablando y haciendo decenas de cosas a la vez, con ideas difíciles de seguir entre tantas imágenes extrañas y personajes fuera de cualquier código conocido. Al terminar de verlo me quedé con la sensación de que no entendía qué me querían decir, pero luego pensé: "¿Por qué quiero entenderlo todo?".
Las series nos han acostumbrado a una narración lineal, donde los personajes se presentan de una forma reconocible y hay un universo lógico que logra descifrarse en los primeros dos capítulos. En esta serie eso no pasa y por eso es fácil desertarla. ¡Pero no hay que hacerlo! La animación es tan atractiva y los textos son tan interesantes que a medida que avanzas te va envolviendo en una experiencia estética y reflexiva.
Clancy, su protagonista, es un joven que vive en un remolque en medio de un hermoso y surrealista espacio tridimensional sin lógicas aparentes. A través de una máquina de simulador de universos viaja a distintos planetas en busca de historias interesantes para su podcast The Midnight Gospel. En su rol de periodista ávido por información, en los ocho capítulos que dura la serie va develando el mundo que proponen los personajes a los que entrevista, que corresponden a personas del mundo real como la novelista Anne Lamott o la experta en meditación Trudy Goodman. Sin juicios ni miradas rígidas, se plantean temáticas trascendentales sobre la vida y la existencia, como el uso de las drogas, el amor, la complejidad de la mente, la magia, la muerte, el nacimiento, la infancia, la falta de libertad, el miedo existencial.
Sin quererlo, su protagonista también comienza a develarse a sí mismo y a descubrir cosas que desconocía. Al visitar otros planetas y adentrándose en otros personajes, va escarbando en lo que a él le pasa. Al principio parece ser un joven despreocupado, solitario, bastante ensimismado y millennial, adicto a viajar por el multiverso y que no logra hacerse cargo de su propia realidad –no tiene dinero y lo que le prestó su hermana lo gastó en comprar el simulador de universos. Pero poco a poco, van apareciendo capas más complejas de su forma de habitar la realidad, destapando sus temores, sus pensamientos sobre la vida y la muerte, su relación con la madre, su historia de vida y la necesidad que tiene de conectarse con lo profundo de su ser, a pesar de su negación a entrar en él.
Es transversal a todos los capítulos el planteamiento de un multiverso descontrolado, donde todo el rato están desapareciendo o apareciendo miles de planetas que a veces, por un simple error del sistema, entran en colapso. Las lógicas del tiempo en esta realidad no existen: todo está pasando simultáneamente y nunca se explica si existen unidades temporales como el día o la noche, las horas o los minutos.
La lógica antropocéntrica a la que estamos tan acostumbrados tampoco opera en este universo, y en este sentido los creadores hacen una fuerte crítica a la industria de la carne –en el segundo capítulo las conversaciones transcurren en un desalmado matadero– y plantean lugares en donde no hay humanos reconocibles. Por eso no es casual que todos los personajes de la serie tengan algún tipo de relación con el mundo animal, ya sea por sus rasgos físicos antropomorfos o por los seres que los rodean. Se les da voz y representación en un espacio sin jerarquías, donde no hay humanos dominando y donde la Tierra no es el centro de nada.
¿Qué intenta transmitir la serie? Desde mi punto de vista es muy interpretativo, porque provoca en que cada espectador reflexiones personales y distintas sobre sus vidas, con la premisa de que en un multiverso caótico donde no hay límites ni prioridades, donde el tiempo no existe y todo puede desaparecer de un momento a otro, los cuestionamientos sobre la existencia, la vida y la muerte siguen existiendo. Porque en cualquier dimensión lo único que compartimos eso: nacer y morir.
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