Dejemos de perder tiempo odiando nuestro cuerpo

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El último estudio de “La rebelión del cuerpo” arrojó que las mujeres pasamos 3,5 horas al día pensando en nuestro cuerpo (en comparación a los hombres, que pasan 1,8). Para describir lo que sentían respecto a sí mismas, la mayoría de las encuestadas utilizó palabras como asco, odio, incomodidad, vergüenza. Más datos: El 83% de esas mujeres había evitado visitar lugares o realizar actividades porque no le gusta cómo se ve o por cómo se siente con su cuerpo; el 84% de las encuestadas reportó que su silueta no corresponde a la que les gustaría tener y el 80% de esos casos se debe a que desean tener un cuerpo más delgado al que consideran que tienen. La edad promedio en que comienzan estas inseguridades es entre los 13 y 14 años; que deben ser delgadas, de buena silueta, de ojos grandes y piel perfecta, que deben a toda costa alcanzar latos estándares de belleza y perfección, bajo ciertas normas y cualidades exigidas por la cultura, una que sigue vociferando la idea de feminidad en torno a la belleza estandarizada como norma. “No nacemos odiando nuestro cuerpo”, dicen en la Rebelión del cuerpo. “Eso es algo que vamos aprendiendo con el tiempo. La dinámica social que se genera está tan interiorizada, que creemos que las cosas siempre han sido así, que no las podemos cambiar…”.

Pero sí, podemos cambiarlo. Para reflexionar sobre esto le pedimos a cinco mujeres entre 40 y 60 años a que nos contaran cómo con los años fueron dejando atrás ese rechazo e incomodidad con su cuerpo, como una forma de alentar las generaciones más jóvenes a comenzar a ponerle freno a la hostilidad con el propio cuerpo.

Paloma Suzarte, fundadora de peluquería Solo para Muñecas, 43 años

“Nunca he sido flaca y eso con los años me costó aceptarlo porque el mandato desde lo social en cierta edad era eso. Lo ‘elegante’, lo ‘europeo’ era ser flaca. Un día caí en cuenta de que si seguía así, me iba a pasar la vida en un patrón eterno de hacer dieta y que nunca iba a salir de ese círculo. He hecho 100 dietas en mi vida, pensé, ese no tiene que ser el camino. En algún momento me di cuenta que podía simplemente ser yo, comer con gusto, de manera normal, quería que de una vez por todas comerme un pan con mantequilla no fuera tema. Suena una tontera, pero fue una gran revelación para mí, una liberación que recién logré a los 43. No es que hoy me vea al espejo y esté 100% segura de mí, pero estoy haciendo el ejercicio de no estar tan pendiente de mi cuerpo todo el tiempo, dejar eso de lado. Esa dependencia, la preocupación constante por cómo nos vemos es un constructo y puede cambiar. Para mí el cuerpo fue prioridad durante 30 años, y no porque sea una persona frívola, sino porque era muy pendiente de cómo me veía y de cambiar mi cuerpo, y eso es lo más triste de pensar en mi yo de hace 20 años. A esa Paloma le diría que no esté tan pendiente de ese constructo, que no le otorgue un lugar tan en primer lugar al aspecto del cuerpo. Me gustaría decirle: no intentes cambiar lo que ya está, porque está bien. Y no desde el lugar de ‘acepta el cuerpo ante todo’ sino porque no es tan importante, no es lo que debería haberme movilizado, no debería haber puesto allí toda mi atención. Pero es difícil, porque una le toma mucha importancia a lo que dice el resto. Cuando pienso en mi yo de esa época me da tristeza, siento que dejé de hacer muchas cosas por la opinión del resto, y también permití que muchos hombres juzgaran mi cuerpo. Hoy trato de deconstruirme de esas exigencias y valorar que mi cuerpo está sano, que funciona, que siento, que respiro. Eso me da paz”.

Ximena Chong, abogada, 51 años

“La relación con mi cuerpo hoy la defino como una reconciliación amorosa, con mucha libertad, con mucho goce, con mucho cuidado. He aprendido con los años a quererme, a gustarme y a aceptarme. El cuerpo recoge las experiencias vividas, guarda las caricias recibidas, las marcas heredadas, exhibe nuestras penas y nuestras alegrías, y también nos permite comunicarnos, sentir con otros. Esta relación con los años se ha liberado de culpas, de estereotipos, de vergüenzas infundadas. ¿Cuántos buenos momentos una se pierde por tener ese absurdo miedo al juicio de los otros? Hoy ya no le temo a ese juicio. ¿Cuántos dolores y porrazos sufrimos por los tacos, por el sostén con relleno, por la camiseta modelante? A estas alturas opto por la comodidad de mi cuerpo, por cuidarlo de los malos tratos que una misma se da a pretexto de parecerse al canon. Este cambio no significa no cuidarse, tengo buenas razones para hacerlo, pero me cuido y me regaloneo por mi bienestar, no por cumplir con un estándar para otros. Por años me alisé el pelo porque creía que era ‘más serio’. Creo que los cánones de belleza han resultado ser una eficiente forma de dominación y una manifestación más del temor a la diferencia y la compulsión por el estándar. Y ha sido eficiente, porque culturalmente nos ha permeado. Esos cánones, para quienes no calzan en ellos, se convierten no pocas veces en fuentes de frustración y miedo. Además, suelen ser origen de trastornos alimenticios, sobre todo en adolescentes. A los 19 sufrí de esos trastornos, llegué a pesar 40 kilos, todo por querer calzar. Son imágenes que pueden resultar muy dañinas. Pretender que existen solo formas predeterminadas de belleza válidas nos deja ciegos como sociedad frente a expresiones diversas que nos pueden maravillar. A la Ximena de hace 20 años le diría que los rulos son lo máximo, que nadie te diga que es poco serio ser chascona, que la vida es corta, se disfruta y se goza, que es importante conocer y querer tu cuerpo, y que la primera persona con la que te debes sentir a gusto y a la que debes consentir y cuidar es a ti misma”.

Lenka Carvallo, periodista y escritora, 52 años

“A las mujeres más chicas les diría que se quieran. A veces odias sacarte fotos, encuentras que te ves fea, no te gusta tu cuerpo o una parte de tu cuerpo, te sientes gorda. Con el tiempo verás esas fotos, 20, 30 años después y vas a decir qué tonta, si yo era linda, por qué perdí tanto tiempo, por qué no quería salir en una foto. Con el tiempo van a ver esas mismas fotos y van a ver que estaban súper equivocadas. Y eso tiene que ver con la distorsión que nos metieron cuando chicas sobre nuestros cuerpos, de esa autocrítica espantosa que tenemos las mujeres”.

Blanca Lewin, actriz, 48 años

“En general siempre he tenido una buena relación con mi cuerpo, porque en la juventud siempre encajé en el estándar de lo que se supone es belleza según los cánones sociales. El cambio más significativo con el cuerpo surge después de ser madre. El cuerpo sufre una cantidad de transformaciones enormes, te pasan muchas cosas que nadie te cuenta y que afectan muchas áreas de tu vida. Sobre todo lo sentí después de mi segundo embarazo, que fue a los 42. Hoy todo lo que me preocupa en relación a mi cuerpo es estar lo más activa posible en mi profesión y para eso sé que tengo que ejercitarlo y alimentarme bien para así llegar lo mejor posible a seguir actuando. Pero otro tema es el envejecimiento, que en mi profesión está super mal visto. Yo no me pincho la cara, no me pongo botox, solo me tiño el pelo si es que el personaje lo requiere, porque me gusta andar con mi canas por la vida, las encuentro hermosas. Las actrices tenemos que poder hacer papeles según nuestra edad. Creo que es importante y tenemos derecho a envejecer con dignidad”.

Alejandra Apablaza, diseñadora, 42 años

“Ahora tengo más relación con mi cuerpo que antes. Eso porque lo veo cambiar y siento que tengo que atenderlo mejor. Trato de alimentarme bien, tomo vitaminas, esas cosas. Confieso que me miro más porque me salen pecas, manchas, la piel se me pone frágil, arrugada, las canas son porfiadas, tengo grasa en lugares nuevos y la celulitis no se va. Empecé a hacer ejercicio todos los días porque ya no es lo mismo que antes, cuando todo me daba lo mismo, y el colágeno estaba de mi lado. Pero me entrego a ese paso del tiempo. No veo la juventud como algo que quiera mantener, porque es algo que se pierde igual. Me gusta que el cuerpo cambie. Me importa más estar sana, tener energía para subir cerros o nadar, y no tengo ningún interés en pensar en que tengo que verme de alguna manera para ser aceptada o querida. La confianza en una misma es mucho más hermosa que cualquier canon, eso a cualquier edad”.

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